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“Paradójicamente,
es necesario superar el diletantismo y la técnica. Diletantismo quiere
decir falta de rigor. El rigor es el esfuerzo para escapar de la
ilusión. Cuando no se es sincero, aunque se imagine que se cumple el
acto, se hace solamente algo inarticulado, magmático. Debemos tomar de
la técnica solo aquello que desbloquee los procesos humanos”.
Jersy Grotowski
¿Qué
significa ser actor hoy día? La respuesta a esta pregunta plantea un
arduo camino de investigación a la luz de la técnica más reciente. Un
camino que no muchos actores están dispuestos a recorrer ahora. La
paradoja: lo técnico deviene no pocas veces pérdida de la esencialidad. La
condición de actor: recipiente. Esto implica ser receptivo. No es
una suerte de pasividad. Es un prejuicio pensar que lo receptivo hace
perder conciencia y creatividad. Ser recipiente es igual a ser
receptivo. Ser receptivo es ser mucho más conciente y creador. El actor
debe estudiar e investigar tanto como el director durante toda su vida
creadora. Un proceso inagotable de crecimiento. Recipiente que
recibe, conserva y entrega. Y
en este acto debe devolver mucho más de lo que recibió. Debe saber
qué recibe,
por qué conserva y
para qué entrega. El oficio de actor nos coloca en la encrucijada de
disponer de nuestro cuerpo-mente como herramienta. Y toda herramienta de
uso continuado requiere atención, sumo cuidado y autodesarrollo. El
cuerpo debe conservar disponibilidad, expresividad y reflejos dúctiles.
La noción de “expresión corporal” se ha ido difuminando. Asoma ahora la
noción de técnica corporal. O más exactamente “técnicas del cuerpo”.
Recuérdese lo expuesto por el antropólogo Marcel Mauss en sus ensayos.
Desde ese punto de vista, “técnicas del cuerpo” puede asumirse como
comportamiento incorporado. La
creación de reflejos. Aquí aparecen nociones de niveles, profundidad y
planos del espacio. Nociones que, al dominarse a nivel de reflejo,
otorgan a la presencia del actor un “voltaje”
otro de energía. Una presencia
otra. La antropología teatral
ha demostrado esto ampliamente. La formación del actor “corporal”
transcurre por (y desde) esta vía. Aludir solo a lo corporal es, desde
luego, un retruécano. Desde las acciones físicas de Stanislasvki
cuerpo-mente no pueden escindirse. Y sí. Adentro-afuera. Afuera-adentro.
Aunque con desemejantes procesos o metodologías. Tantas como maestros
hay. De ello se infiere que resulta mucha la experiencia sedimentada que
alude a las acciones físicas, al menos en un primer momento, como
material en extremo moldeable para trabajar. Los procesos síquicos,
aunque indispensables, resultan algo más inasibles. Aquí gravita la
influencia (fundamental) de dos figuras insoslayables del teatro
contemporáneo, a saber: Jersy Grotowski y Eugenio Barba. Ambos parecen
sintetizar en sus caminos de investigación el acento interno-externo del
conocimiento sicofísico del actor. La sombra de ese binomio extiende su
influencia desde su presencia sostenida y la fuerza de sus
descubrimientos… Pero… ¿cuál es la situación del actor en Cuba, con
relación a ese particular? ¿Cuáles son los conceptos que subyacen detrás
de las palabras? ¿Debemos inspirarnos en los modelos que responden a
otras realidades, o labrar nuestro propio camino? ¿Es cierto que
intentamos un camino propio?
La verdad no
es muy halagüeña al día de hoy. Hay que decirlo. Exponerlo si no
deseamos hundirnos demasiado tiempo en el marasmo. La formación del
actor en Cuba tuvo mejores momentos. En cuanto a método y sistema
parecemos estar (¡otra vez!) en los inicios. Vaticino que en algo se
relaciona lo anterior con cierto descalabro de los centros de
pensamiento. De talento no carecemos. Pero la situación actual no es
comparable a aquella otra, cuando rigurosos profesores rusos, por
ejemplo, formaron varias generaciones de intérpretes. Algunos de los
cuales aún están hoy activos. O aquel otro momento posterior, ya en los
años ochenta, donde el bullir del arte (y cierto despertar de la
investigación) desarrollaron tímidas semillas de eso que pudiéramos
denominar, ambiciosamente, aunque no sin cierto escepticismo, “escuela
cubana de actuación”. Momento aquel muy marcado por la asimilación
de códigos experimentales: Barba, Grotowski, Shechner, Jhonsthone y
otros. No es el objeto de este artículo analizar las causas,
consecuencias y repercusión en (y para) el arte de la pérdida o
desintegración de este importante movimiento de los ochenta. Movimiento
que abarcó, las artes plásticas, la danza y el teatro, fundamentalmente.
Esa sería una investigación adscripta más al terreno de la sociología,
la historia y la política que al arte. Dejemos esos problemas a esas
otras disciplinas. Concentrémonos en la técnica del actor. En verdad soy
muy reacio a considerar lo circunstancial a la par de lo
universal-trascendente. En este sentido último, al margen de las causas
múltiples, los tres puntos de
mayor presión o debilitamiento en la formación actual son:
La pérdida u olvido de las
posibilidades corporales.
Perdida a la que aludimos desde el comienzo de este artículo. He
escuchado a más de un joven actor referirse con cierto aire despectivo
al training de Grotowski o de Barba, validando, en oposición, a
Stanislasvki, ignorando la profunda asimilación del método de acciones
físicas que bulle en Grotowski. Ignorándolo, ratifiquémoslo, de un modo
tan superficial y evidente que asusta. Sin meditar por un instante que
hasta Uta Hagen, líder actual del Actors Studio, acentúa en su training
el lado corporal del intérprete.
Un dominio muy superficial del
abordaje de la técnica interior.
Después de hilvanar la cadena de acciones. Es decir, prolifera cierta
tendencia a actuar resultados. Esto es notable desde la formación de
base en la academia, contrario, incluso, al verdadero espíritu
Stanislasvkiano: No actuar en
general, no actuar los resultados, no violentar procesos.
Y la punta más
visible del iceberg en los espectáculos recientes:
la pérdida de continuidad y
conocimientos en el aprendizaje de la técnica vocal. Tanto de
proyección y dicción, como del buen decir del verso, o de cómo saber
entrar en tono, por ejemplo.
No dudo en
exponer que todo ello llega indeleblemente marcado tanto por la
desaparición física de antiguos maestros, la pérdida del relevo de manos
de la diáspora, el debilitamiento del sedimento cultural con que los
jóvenes estudiantes de arte llegan al portal de la escuela, como por
cierto desinterés general. Este punto en cuanto al trabajo vocal, no
será enfocado en el presente artículo. (1) Solo abordaré, tal vez de
soslayo, aquellos puntos que se relacionen con la corporalidad.
Veamos entonces
las implicaciones de cada uno de los tres puntos anteriores. Propongamos
un itinerario que intentará develar algunas de las causas y (tal vez)
algunas de las soluciones:
I
En el primer
punto, lo que atañe a la pérdida u
olvido de la formación corporal, subyacen en el fondo algunos
contrasentidos. Hoy día la formación de actores, tanto en
la ENT
(Escuela Nacional de Teatro) como en el ISA (Instituto Superior de
Arte), tiene un enfoque en
apariencia hacia el método de acciones físicas expuesto por
Stanislasvki en la última fase de su trabajo. En
apariencia porque
metodológicamente no es real,
sistémico y completo. Ni está calzado por un conocimiento consistente y
preciso (salvo honrosas excepciones, de algunos profesores más dedicados
que la media). Solo muy recientemente y de la mano de Corina Mestre y
Fernando Echavarría, dos actores de gran relieve, se ha producido un
cambio sustancial en el contenido de los programas integrando diversas
técnicas con un buen balance y en todo el diseño de la carrera en la
escuela de nivel medio. Las últimas graduaciones así lo han demostrado.
No obstante quedan, en mi opinión algunos vacíos todavía a llenar en la
formación del joven actor.
Recordemos
que cuando Stanislasvki trabajó sobre el método utilizó como fase
inicial de entrada a una escena un guión de acciones o “cañamazo”
que tenía claro los sucesos
principales de la escena en cuestión. Esta idea de “cañamazo” no siempre
se entiende en todo su alcance. Sugiere un hilo central y muchos hilos
añadidos al trenzado. En mi práctica denomino a esto
el cruce de la secuencia a la
microsecuencia. Uno puede
tener la imagen en mente de una “tira” de muñecos recortados al papel.
Pero lo cierto es que cada postura de estas figuras debe tener una
actitud diferente. Un punto de partida y llegada preciso. Y un
pulso definido de energía que los atraviesa. Esto, si es bien
detallado y preciso, le confiere una riqueza infinita a las acciones.
Para Stanislasvki, de este modo el actor podía trabajar sobre la escena
sin la tiranía del texto, estableciendo (mediante estudios e
improvisaciones progresivos) una clara línea de acciones físicas con la
que más tarde el director debía
montar parte a parte, texto, movimientos,
acciones físicas, es decir, los diversos sucesos dramáticos de la
escena. Lógicamente, cada microacción debe tener un pequeño obstáculo a
superar. En este proceso se puede intuir una multitud de variables y
posibilidades creativas, que no otorgan otras metodologías de trabajo de
igual modo. En mi opinión existen pocos maestros de actuación hoy día
que trabajen de este modo o en forma análoga. Tal vez sea hasta algo
universal. Ello requiere un conocimiento sistémico muy preciso, un
estudio consciente y profundidad de pensamiento, la herencia de buenos
maestros que sostengan desde
una base metódica firme y una gran claridad en cuanto a la “dramaturgia
de puesta en escena”. Además: requiere una vocación por la investigación
sui generis. Por estas y otras
razones es dudoso el abordaje del método de acciones físicas en las
escuelas de teatro. Parece primar una extraña fusión de metodologías
aquí y ahora –cosa que en sí misma no es mala ni buena- pero que
resiente en la práctica el aprendizaje de un solo procedimiento en
profundidad. Recordemos el antiguo adagio
“aprendiz de todo, maestro de
nada”. Por otra parte, no existe mucha claridad en la práctica de la
enseñanza de cómo un delineado preciso de la partitura y la cadena de
acciones físicas puede llevarnos a interpretar por sí misma una escena
de fuerte registro emocional. Hay que confiar profundamente en el poder
de las acciones físicas para moldear y conducir las emociones, los
procesos internos. Lo que, según
Grotowski, encierra la dualidad
cuerpo-memoria, memoria del cuerpo. Todavía hoy algunos visualizan
las extraordinarias investigaciones del polaco como una ruptura con
Stanislasvki. Falso, desde luego, salta a la vista una definida y
completa continuidad. Grotowski sustituye la necesidad de un trabajo
sobre la memoria emotiva por un encuentro con la memoria del cuerpo. La
memoria emotiva esta aquí implícita
si se llega hasta el fondo. No
se comprende en este sentido, la totalidad de posibilidades de la
memoria corporal, como la línea de acciones físicas que pueden
conducirnos a una escena de hondo desgarramiento sin un “reforzamiento”
de subtextos y cadena de imágenes. Aunque conjugar esto al final, por
supuesto, también se siente necesario. En otro sentido, se ignoran, o
más bien se obvian, importantes hallazgos de grandes maestros del arte
del actor en el mundo. Al menos en el último curso de la especialidad
deberían impartirse nociones introductorias a Grotowski, Barba, Michael
Chejov, Jhonsthone, Beck y otros. Sería justo recordar que tal vez todo
gran creador-investigador trabaja solo sobre dos o tres puntos durante
toda su vida. Y ya esto es algo enorme. Aunque, como puede intuirse,
sobre una base muy firme.
Por todas estas
razones, creemos que es imprescindible incentivar en todo lo posible el
trabajo conciente sobre la metodología del aprendizaje actoral. Hoy más
que nunca. Y hacerlo sobre una base psicofísica consciente. Partiendo de
la herencia Stanislasvkiana, pero asimilando a ciertos ineludibles
maestros: Grotowski, Barba, Shechner. Y otros.
Aquí
intervienen espacios de confluencia entre el trabajo del actor y el
director. Sobre todo en lo que concierne a
“una dramaturgia del espacio, y
una dramaturgia del cuerpo”. Esclareciendo muy bien las diferencias
entre estudio, improvisación y
montaje. Sabiendo que nada nunca sustituye la profundidad de un
montaje llevado hasta los detalles. Los planos del espacio aquí pueden
convertirse en planos del tiempo. Una idea sutil muy difícil de explicar
de otro modo, que no sea a través de la experiencia práctica. Por
ejemplo, un giro apropiado de cuello y cabeza de un actor, con la
justificación y las posibilidades psicofísicas despiertas, puede
concentrar el paso del tiempo en una escena que, de otro modo, llevaría
toda una secuencia larga.
Lo primero
que salta a la vista es que el cuerpo del actor debe articularse y
valorarse en acción como una escultura cinética. En constante e infinita permutación. Esto
levanta vuelo desde el training. También desde el proceso de montaje de
nociones sobre la composición infinita del cuerpo y las actitudes. Tanto
para el director como para el actor resulta útil la referencia paralela
de ciertas estatuarias de Oriente y de Occidente en esta dirección.
Tanto en profundidad, plano y perspectiva como en la dinámica latente.
Los juegos de tensión, peso y equilibrio (estudiados en profundidad a la
luz de la antropología teatral) tienen aquí una incuestionable
presencia.
La dramaturgia
que dimana de esto implica una observación denodada de los impulsos que
afloran por (y desde) el cuerpo. Una mirada hacia adentro. Una
internalización de ojo. Percibiendo coordenadas y posibles significados.
De este modo la escritura escénica puede convertirse en una “dramaturgia
de rastreo”: seguir de forma conciente lo que el cuerpo expresa. El
cuerpo “habla”. Sugiere ideas, impulsos, sensaciones. El director y el
actor deben captar este lenguaje latente y amplificarlo. Relanzarlo. Es
un lenguaje poderoso en tanto llega (y brota) desde el subconsciente. El
director y el actor, observan,
cortan, pegan, enfatizan, reducen, amplifican, reordenan, mezclan,
componen, acciones y asociaciones siguiendo el orden que el propio
proceso indica. Esto constituye el tránsito de la secuencia a la
microsecuencia. Tal como se entiende en la dinámica corporal más
reciente, tal vez por la influencia del cine. Un proceso en el que
generalmente el actor no advierte cuanto han mutado los significados
desde su punto de partida. En ello, tal vez, resida la maestría del
director. El actor debe llegar a creer que encontró (por su propio peso)
los derroteros de la acción. Más admitámoslo: el proceso de composición
depende en mucha mayor medida de quién observa y organiza la acción
desde fuera. De quién advierte en lo latente y apenas insinuado lo
futuro y potencial…
El arte de un
“actor del cuerpo” puede ser comparado en cuanto a composición y montaje
a la situación del corredor de fondo. Un atleta de alto rendimiento.
Administrar, hacer estallar
o contener las propias energías y saber rematar en el estreno,
manteniendo a partir de allí un proceso incesante de re-composición de
nuevos detalles que mantengan la partitura viva. Otra metáfora de la que
gusta un actor amigo es comparar al intérprete con un samurai errante.
Un Ronin. Un samurai sin amo, sin otra espada y ley que el código que
emana de su sagrado arte. El actor adscribiéndose a una suerte de
bushido. Recordemos que el bushido es para el samurai supremo. Su ley.
Su vida.
Surge aquí
la cuestión de la energía. Mucho se habla de la energía en el gremio sin
comprender todas las implicaciones del concepto. Según un libro de texto
de física, energía es la magnitud física que es capaz de producir cambios en otros cuerpos o
en el propio cuerpo que la genera. Otro concepto asociado admite que
todos lo cuerpos resultan emisores energía.
De acuerdo con la física elemental existen tres tipos de energía:
la cinética, la radial y la
potencial. La cinética, obviamente, como su nombre lo indica, es
aquella generada en movimiento. Intervienen en ella todas las nociones
de ritmo, velocidad y calidad del movimiento. La potencial es aquella
que no se ha manifestado aún pero…
esta disponible. Recuérdese esto. Aludamos además a la relación
adentro-afuera en la energía del actor. Qué contiene y qué proyecta.
Adentro contiene. Afuera
proyecta. O viceversa. Así hasta un número infinito de variaciones.
Bullen aquí otros fenómenos cuyo alcance resultaría excesivo exponer
ahora. La energía radial es aquella que se irradia en un fenómeno o
proceso: relaciones de alcance (o extensión) de la energía en el
espacio. El actor debería arrogarse una suerte de conciencia intuitiva
de estas tres energías. Y por supuesto, manejar las tres. Crear reflejos
sobre su manejo. En el nivel del reflejo incorporado en las reaccciones
de su cuerpo-mente. Desde el segundo libro de Stanislasvki
Rabota Aktiora Nad Soboi (El
Trabajo del Actor sobre sí mismo) y su capítulo sobre la emisión de
radiaciones se tienen suficientes sugestiones en la tradición actoral
sobre esas posibilidades. Súmese a ello la obra
Al Actor, de Michael Chejov. Y
más recientemente El Arte Secreto del Actor, de Eugenio Barba y Nicola Savarese. Este
último texto estudia, desde los presupuestos de la antropología teatral,
muchas de estas leyes.
El conocimiento
de las propias energías es así tan indispensable como el trabajo
incesante de artífice. Todo ello en función de desgranar la acción en
nuevos detalles. El actor debe comprender que la acción amplificada a
través de un “bios” entrenado (acción en la cual la energía alcanza otro
nivel) deviene auténtico ritual. El inconciente se expresa en el cuerpo
y el lenguaje del inconsciente es ritual. En otras palabras el cuerpo se
expresa a través de símbolos.
Lo más
sutil, misterioso y psíquico que se mueve en la acción ha de estar
sostenido por lo físico, lo concreto, lo tangible y preciso. Cada pulso
de acción interior debe tener un reflejo cutáneo y subcutáneo
perceptible. Los impulsos deben recorrer el cuerpo todo. No deben
existir zonas desprovistas de energía. Lograr estas líneas de acción
ininterrumpida externas-internas exige un trabajo paciente y agotador.
Detalle a detalle, la acción a
nivel de micro acción. Esto es
estar en vida. Ser para hacer. Así se hace inextricable la conexión
entre lo físico y lo psíquico. La secuencia y la microsecuencia se
funden en un ente unívocamente orgánico. Varios cauces alimentan el río
central. El actor debe alcanzar así una corporalidad otra.
Veamos algunos
ejercicios que ilustran diversos puntos de la exposición:
I
Ejercicios
de Preparación del Cuerpo
(fotos y dibujos en línea)
Abordemos
inicuamente algunos ejercicios simples, de acento fundamentalmente
físico, cuyos objetivos básicos pueden ubicarse en tres puntos
fundamentales:
- Potenciar el
“voltaje” o irrigación de la energía en determinados centros
- Estimular la
fuerza, concentración y control de algunas áreas del movimiento
Ejercicio 1- En
posición de cuatro puntos, boca hacia arriba. El actor, muy lentamente,
enlazado al ritmo de una respiración rítmica, va hacia atrás empujando
cadera y pelvis hasta estirar las piernas enteramente mientras se
sostiene con las manos. Luego, invierte el proceso hasta llegar al
extremo opuesto. Arriba, en posición de cuatro puntos con el diafragma
expandido, abajo, hacia atrás, se sostiene con los brazos y los talones
en tensión. Este ejercicio fortalece un grupo importante de músculos,
abre los conductos energéticos de la columna al tiempo que desarrolla el
movimiento de émbolo y carril en pelvis y cadera. Movimiento este tan
importante para el intérprete en el uso del cuerpo en el espacio.
Semeja, en su diseño, a uno de los ejercicios de los ritos tibetanos, su
concentración es, sin embargo, distinta.
Actriz: Aliuska López León/Teatro
del Silencio/2010
Ejercicio 2- Un
ejercicio de base en ciertos entrenamientos marciales, pero muy eficaz
para dominar el centro de gravedad, todo ello en función de que el actor
pueda eliminar lamentables pérdidas de equilibrio o falta de centro en
Acción que tanto empañan las puestas de los últimos años.
Actriz: Raiza de la Caridad D´Beche/Teatro
del Silencio/2010
Ejercicio 3- Eje
de la columna. De pie, el actor se inclina hacia atrás, al llegar al
tope, donde puede sostenerse sin caer, se deja ir hacia delante de un
golpe al tiempo que emite una exhalación de aire y descuelga los brazos,
las piernas rectas. Luego asciende hacia atrás vértebra por vértebra,
sin permitir movimientos de la pelvis. Así asciende, lentamente, hasta
estirar toda la columna y llevar los brazos arriba, los talones fijos en
el piso. Luego recomienza el ciclo, estableciendo un puente entre la
energía del cielo y la tierra…
Actrices antes citadas. La que esta
en primer plano realiza el ejercicio descrito.
Ejercicios
de Plasticidad
Tras de la
exposición de los ejercicios anteriores llegamos orgánicamente al ámbito
de los ejercicios expresivos. Cito algunos que tomo como centro del
training de mi equipo Teatro del Silencio.
Objetivos básicos:
·
Desarrollar los centros expresivos, en cuanto al nivel de energía en el
bios del actor
·
Eliminar resistencias del cuerpo a la mente o viceversa
·
Liberar los impulsos más profundos del
interior
Ejercicio 1- Mandala inicial. La palabra
mandala llega desde el sánscrito. Mandala:
circulo mágico. Estos
ejercicios están inspirados en las investigaciones en Cuba de Vicente
Revuelta acerca del Ritual del Mandala. Toman, no obstante, otra
dirección y sentido. Esto, en el caso del actor, se refiere al dibujo
que traza el cuerpo en el espacio. Se traza una estela a través de
cierto tipo de movimientos. Dibujar con el cuerpo en el espacio es crear
nuevas leyes de composición. En este primer mandala el dibujo o gráfico
evoca un asterisco, como puede verse en el dibujo abajo. El actor
utiliza estos siete puntos para proyectar una acción. Debe marcar en
primera instancia el dibujo o figura, luego viajar a través de estas
estaciones. El vórtice del centro resulta un centro emisor de energía. A
él se regresa en función de recuperarla. Los estímulos llegan desde el
director u otros actores. Desde el exterior.
Verbos en infinitivo, que
signifiquen acciones, a saber:
acusar, despertar, violar, reconstruir, simular, rechazar, atraer, etc.
El actor reacciona con todo el cuerpo permitiendo que tales palabras
liberen impulsos internos. Palabras como catalizadores. Cada palabra se
explora con la totalidad del bios durante unos minutos. Cuando se
advierte que la acción desciende se puede introducir un nuevo estímulo.
Así, hasta lo infinito.
Secuencia abajo. Actriz Aliuska
López León. En ella el cuerpo transita por diversas acciones que el
director sugiere como estímulo. El actor no calcula o piensa este nivel
de reacción. Compromete todo su cuerpo sin darse posibilidad a preparar.
Ahora bien se debe ser no literal, pero concreto…
Ejercicio 2-
Mandala Segundo. Ángel vs Demonio. Un ejercicio individual, de
independización. Confesional y personal. El actor improvisa en un metro
cuadrado, aproximadamente, los conflictos entre zonas del sí mismo
adverso y las zonas positivas. Por ejemplo: Mi cadera, prisionera de la
lujuria, colisiona con la energía opuesta latente en uno de los brazos,
lujuria - cadera versus espiritualidad - brazo. Nunca se dirá bastante
que el cuerpo es quien debe pensar. El actor investiga comprometiendo
cuerpo, reacciones y voz. Utiliza posturas quebrantadoras de
uniformidad. Es posible trabajar sobre un texto o sobre sonidos…
Véase la imagen.
Actriz. Raiza de la Caridad D´Beche/Teatro
del Silencio/2010/Explorando un momento de trabajo donde evidentemente
estudia la zona obscura/ Hay oposiciones visibles en el cuerpo a pesar
de que la acción es centrada.
Actriz: Mirtha Lilia Pedro/Teatro
del Silencio/2008/Unipersonal Juicio y Condena Pública de Charlotte
Corday/El detalle de la mano trabaja sobre este mismo principio del
ángel y demonio, ya bocetado en el training, pero en aplicación de
puesta en escena se graficaba sobre la imagen de un escorpión. El mismo
principio en otra dimensión. Así se incorporaba el personaje de Marat.
Ejercicio 3-
Mandala de la contracción-expansión. Este ejercicio mixtura los
principios de las reacciones extravertidas e introvertidas de Delsarte,
elementos que Grotowski desarrolló en su primera etapa de trabajo a
través del concepto de dibujo corporal en el espacio, ya descrito. En
este sentido es también un mandala El
actor estudia, en el espacio límite de un metro cuadrado, todas las
líneas de composición que pueda articular con su cuerpo en todas las
direcciones posibles. La improvisación
es libre. Se contraen y expanden reacciones corporales. Este ejercicio
ejerce un importante efecto liberador y expresivo. Rememora ecos
visibles del discurso de los físicos sobre el big bang.
Otros
ejercicios expresivos
El campo de los
ejercicios plásticos o de expresividad es virtualmente inagotable. Se
pueden diseñar incontables ejercicios con valor específico en función de
desarrollar o despertar ciertas áreas. Todo depende del grado de
observación consciente del proceso y de la claridad de objetivos. Creo
necesario añadir algunos ejercicios de este corte, cuyos más recientes
enfoques forman parte del training de nuestro equipo, Teatro del
Silencio.
Ejercicios
para la máscara facial:
Sentados por
pareja frente a frente, posición “búdica”, las piernas dobladas, dos
actores se comunican a través del principio de acción-reacción,
utilizando solo torso, máscara y mudras (gestos de las manos) y
establecen un peculiar diálogo corporal. Dar y tomar. Previamente se
debe trabajar con los actores para despertar movimientos de la cara, en
los que se involucren los cuatro cuadrantes del rostro, las cuales debe
utilizar el actor, movilizándolas, para luego, en la improvisación,
darles vida en profundidad. Se puede trabajar con sonidos, cantos, o
textos previamente memorizados.
Fase de desarrollo del ejercicio
planteado antes. Como se ve, aquí sucede la relación
que en ciertos entrenamientos contemporáneos se denomina Body
Contact. Hay un dar y tomar entre las dos actrices, las mismas
mencionadas antes.
Ejercicios
para las manos o mudras:
Improvisación
libre, de pie en un punto del espacio, a través de la evocación de
texturas y sensaciones liberadas por un viaje de reconocimiento
psicofísico de los elementos de la naturaleza. A saber:
Tierra, viento, fuego, agua.
Lo más importante: comprometer todo el cuerpo en ese despliegue, aunque
el acento se concentre en las manos, las sensaciones y percepciones
deben resultar lo más diferenciadas posibles para cada elemento. Es un
ejercicio que otorga cualidades expresivas y gran libertad a las manos
del actor, un centro sin duda de gran relieve compositivo.
Como puede verse, aquí el acento
del ejercicio es el trabajo con las manos, aunque el resto del cuerpo
también este movilizado. Estos ejercicios despiertan sensaciones y
percepciones en el actor
Todos los ejercicios aquí expuestos forman
parte de la búsqueda más reciente de nuestro grupo. Obedecen, de alguna
forma, a premisas y objetivos que subyacen en nuestra investigación.
Pero no es el sentido de este artículo explicitarlos todos. Dice
Vivekananda, un sabio hindú: “No
se debe rebajar el ideal a la vida, es la vida la que ha de elevarse al
ideal”. El teatro como una puerta hacia realidades del ser es un
intento hacia lo más intenso del microcosmos o lo más extenso del
macrocosmos. El cuerpo: la mejor de las puertas posibles… ¿Pero
cuando hablamos de la danza no estamos hablando también del bailarín?
¿Acaso podemos separar el cuerpo de la mente? Las técnicas del cuerpo
las estamos asimilando desde la más tierna infancia, desde nuestra
familia, nuestro medio social. Pero podemos “reprogramarnos”. Esto es
reincorporar reflejos que nos lleven a un nuevo nivel de corporalidad.
El enfoque aquí parte de una investigación con fuerte acento ontológico.
En mi libro, Teatro Ontológico, publicado en 2001, ya
expliqué cómo percibo la noción de ontología para el teatro. Y
algunas de sus relaciones causa y efecto. Puede que en otro momento de
este importante proceso, que
resulta la línea de investigación
vida-trabajo, podamos volver sobre nuestros pasos, usted y yo,
interesado lector, volver, para viajar más alto, quizá más lejos.
NOTAS:
1.
Véase sobre el tema artículo publicado por el autor, Revista Unión,
número 44.
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