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								Para Mario Bojórquez, la poesía actual camina 
								“por senderos que incluyen la perplejidad del 
								pensamiento simultáneo, la velocidad del video 
								digital, la desdoblada e infinita conectividad 
								del hipervínculo”. Cuando leemos esta 
								declaración no podemos dejar de pensar en su 
								propia poética, pues de un libro a otro Mario 
								Bojórquez nos presenta una amplitud de registros 
								líricos; por eso, cuando afirma que los 
								procedimientos de la  poesía actual “encarnan, 
								en lo posible, la velocidad de los procesos 
								tecnológicos al mismo tiempo que solventan una 
								crisis de la identidad”, sabemos que habla de su 
								propia búsqueda. 
								
								En 
								Memorial de 
								Ayotzinapa, su 
								más reciente libro, recurre a diversas fuentes 
								documentales: el mito prehispánico del origen 
								del hombre del 
								Manuscrito de 1558, 
								así como la cobertura periodística hecha por el 
								semanario 
								Proceso de los 
								acontecimientos del 26 de septiembre y la 
								madrugada del 27 de septiembre del 2014, en 
								Iguala Guerrero, además de los distintos videos 
								que existen de esa noche. En el poema también 
								hace referencia a la llamada verdad histórica, 
								versión de los hechos que fuera divulgada por el 
								gobierno federal. Todos estos documentos le 
								permiten reconstruir la noche de los ataques a 
								los 43 normalistas desaparecidos, alumnos de la 
								Normal Rural de Ayotzinapa. 
								
								  
								
								  
								
								Apuntes sobre poesía documental: 
								
								  
								
								En 1973, el poeta 
								norteamericano Ed Sanders publica su famoso 
								ensayo 
								Investigative poetry, 
								en el que expone que “el contenido de la 
								historia puede volverse poesía”, pero además 
								hace una descripción de las diferentes técnicas 
								formales de las que puede echar mano un poeta 
								documental. Sanders afirma: “Esta poesía avanza, 
								y en mi opinión, tiene que iniciar el viaje 
								hacia la descripción de la realidad histórica” y 
								más adelante, en relación con 
								Los Cantos 
								de Ezra Pound, dice que “versos de belleza 
								lírica descienden desde un conjunto de datos.” 
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								| Asimismo, Sanders expone la manera en que este 
								procedimiento documental se debe amalgamar con 
								el “uso de todas las habilidades poéticas, 
								metros y métodos de las últimas 5 o 6 
								generaciones”. 
								
								Todas estas estrategias discursivas deben ir 
								dirigidas a construir poemas o libros de poemas 
								que, además de ser obras de arte verbal, 
								denuncien las políticas o acciones autoritarias, 
								la represión policial o la hipervigilancia de 
								las sociedades capitalistas. Los diferentes 
								procedimientos mencionados por Sanders facilitan 
								la descripción de la realidad histórica, a la 
								vez que se construye una poesía que denuncia y 
								cuestiona la realidad. 
								
								 
								
								Estos procedimientos 
								documentales se pueden rastrear en la poesía 
								mexicana desde los años setenta; por ejemplo, en 
								“Manuscrito de Tlatelolco” (1978) de José Emilio 
								Pacheco, y actualmente en libros como 
								Memorial de 
								Ayotzinapa, de 
								Mario Bojórquez.  
								
								  
								
								Poema y memoria 
								
								  
								
								El poema inicial de
								Memorial de 
								Ayotzinapa, 
								que da título al volumen, tiene una naturaleza 
								dual. Por una parte, relata el viaje de 
								Quetzalcóatl 
								
								—símbolo 
								náhuatl de la sabiduría 
								— al inframundo para obtener los huesos preciosos, que 
								habrá de moler y mezclar con su sangre para dar 
								vida a los hombres. Por otra parte, el poema 
								narra un crimen de estado. 
								 
								
								En los primeros fragmentos del poema advertimos 
								cómo el mito prehispánico y “la verdad 
								histórica” se entrelazan. Quetzalcóatl y su 
								nahual, “que no es distinto a él mismo”, son 
								también una dualidad ambigua durante todo el 
								texto, los dos se complementan y contraponen, se 
								intercambian y se modifican, a veces los dos son 
								parte de los 43 surianos (los 43 estudiantes), 
								otras el nahual es el estudiante desollado o el 
								soldado que los somete y los golpea.   
								
								El relato está hecho 
								de forma fragmentaria y empieza 
								en media res, 
								retrocede y avanza, la señora y el señor del 
								Mictlán están representados por el matrimonio 
								Abarca (el presidente municipal de Iguala y su 
								esposa) que “han mandado a sus perros (…) con 
								colmillos de grueso calibre”. Pero también por 
								el procurador de la república, que en el 
								fragmento final del poema va relatando la verdad 
								histórica, construyendo una mentira que intenta 
								ocultar un crimen, a todas luces, perpetuado en 
								complicidad entre las autoridades 
								gubernamentales y el crimen organizado. 
								
								Si bien es cierto que en el poema de Bojórquez 
								el dios Quetzalcóatl logra obtener los huesos 
								preciosos —entre tanta osamenta y fosa 
								clandestina—, este ya no podrá engendrar con 
								ellos a los hombres, la violencia ejercida en el 
								mundo ha creado una discontinuidad en el tiempo 
								ritual; se trastoca y finalmente se pierde: la 
								humanidad está condenada a la no existencia. Los 
								hombres ya no pueden nacer del sacrificio hecho 
								por del dios, ya que la muerte se ha apoderado 
								de todo. 
								 
								
								Si el tiempo ritual se interrumpe, el tiempo 
								histórico adquiere esa naturaleza cíclica del 
								tiempo mítico: de la matanza colonialista en 
								templo de Tlatelolco, a la matanza de 
								estudiantes en la plaza de las tres culturas, 
								también en Tlatelolco pero en 1968, y 
								finalmente, la noche de Iguala, con la 
								desaparición y asesinato de los 43 estudiantes 
								en 2014. 
								
								Memorial de Ayotzinapa 
								es consistente en la tradición del poema 
								documental mexicano, en él observamos la 
								recuperación y reescritura de los mitos 
								prehispánicos, pero las estrategias de 
								intertextualidad se radicalizan mediante la 
								superposición de discursos y la dislocación 
								temporal que mezcla el tiempo mítico y el tiempo 
								histórico cuyas naturalezas se oponen, además 
								del uso del fragmento y cierto tono del 
								reportaje periodístico, todo esto para 
								cuestionar y poner en duda “la verdad 
								histórica”.   
								
								En cada uno de sus libros, Mario Bojórquez ha 
								hecho patente su necesidad de escudriñar los 
								“diversos caminos de comprensión del mundo” que 
								no quieren ser en sus poemas una simple 
								instantánea del momento, sino “reproducir 
								estados de ánimo, conexiones anímicas con los 
								espacios, la lengua, las costumbres”. En esta 
								ocasión, realiza un cuestionamiento al discurso 
								de la historia oficial, pues a la memoria 
								institucionalizada Bojórquez opone una memoria 
								crítica mediante la incorporación de documentos, 
								asimilados al discurso poético, para crear una 
								memoria crítica que se opone al olvido. 
								
								
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