DE
LOS HIJOS
DE BOB DYLAN
EASY RIDER
A
Bob Dylan
Nadie sabe quién te hizo la foto
en
la Paynes Prarie aquel día.
Podría haber sido Janabanana, Susan o Ron.
Desde este recóndito lugar pareces seguro,
como si tuvieras el control, y algo nostálgico.
La
película salió en el 69, junto con todo lo
demás.
Por
aquel entonces, todos los políticos habían
muerto. JFK, Bobby y
Martin ya no estaban, víctimas los tres de un
pistolero solitario.
La ofensiva del Tet seguía con nosotros, como un mal viaje de ácido.
Nuestro gobierno asesinaba a sus niños:
sé el
primero
del barrio en tener a tu
hijo de vuelta a casa en una caja.
Jim, Janice y Jimi aún estaban vivos. A John le quedaban once años de vida.
Las palabras de Dylan, ¿qué se siente,
ahhh, qué se siente al estar sola,
sin camino a casa alguno,
como una total desconocida, como una bala
perdida?,
prendían nuestros corazones. Estábamos listos
para cualquier cosa,
excepto para lo que nos
esperaba.
Woodstock, el verano del amor, Bob Dylan, los Beatles,
los Rolling Stones, The Doors, The Who, Jimi
Hendrix,
Eric Clapton, The Eagles, The Allman Brothers,
David Bowie,
Janice Joplin, Creedence Clearwater, Neil Young,
Jefferson Airplane, The Grateful Dead, Elton
John, The Beach Boys,
The Velvet Underground, The Doobie Brothers,
Fleetwood Mac,
James Taylor, Leonard Cohen, Cream, Crosby,
Stills & Nash,
The Mamas and The Papas, Santana, Simon and
Garfunkel,
Johnny Cash, Jethro Tull, the Yardbirds, Roy
Orbison,
Sly and the Family Stone, Jefferson Airplane,
Three Dog Night,
The Band, Chicago, Rod Stewart, The Byrds,
Buffalo Springfield,
The Mothers of Invention, Joni Mitchel, Joan
Baez, Cat Stevens,
John Denver, Van Morrison, Joe Cocker, Leon
Russell, Nina Simone,
Miles Davis, John Coltrane, Charles Mingus,
Canned Heat . . .
Todos
dejaron su marca el día que la música murió.
Y aquellos amigotes bebían whiskey de centeno
mientras cantaban:
este será el día que muera, este será el día que
muera.
Alguno
de vosotros pregunta por la máscara de gas.
Mientras este capítulo de su vida llegaba al
final, Easy Rider se fue a Washington a
protestar por la guerra de Vietnam, por la
Masacre de la Kent State, por Watergate y por el
bombardeo de Navidad de Hanoi. Una máscara de
gas resultaba muy útil en esas ocasiones.
Esto es
una Triumph Daytona 500, con dos carburadores,
mucha fuerza y un perfecto equilibrio:
El sueño de un borracho, si es que alguna vez vi uno.
(Trad. Elvira Sastre)
LOS HIJOS DE BOB DYLAN
Nosotros
también nos hacemos mayores.
Tus
huérfanos,
tus
desaparecidos,
tus
secuestrados,
tus
hipnotizados,
tus
amantes,
tus
vivos y tus muertos:
no estás
solo.
Seguimos
tus pasos
para
guiarlos
hasta la
orilla del agua
mientras
la oscuridad se asentaba,
así como
el canto del ruiseñor
sentido
en el corazón de los muertos.
Fuiste
Allen aullando
en la
noche de Nueva York,
a las
mentes más brillantes
de una
generación destruida,
Kerouac
en un camino sin fin.
Emily
Dickinson gritando
a sus
hijos en un poema
de William Carlos Williams.
Richard Brautigan
cargando
un Colt 45 de acción simple.
Sylvia
Plath bajo la campana de cristal.
Kurt
Cobain mirando fijamente
a una
escopeta de doble cañón.
Janis Joplin, Jimi Hendrix,
Jim Morrison, John Lennon
muertos
mientras tu corazón late
hacia
delante y hacia detrás fuera de tono
fuera de
ritmo fuera de tiempo
zigzagueando desde Alias hasta Zimmy.
¿Está
preparado tu buen corazón para ir a la cárcel de
Dios?
¿Si
cruzamos el río estarás allí,
en la
otra orilla, para consolarnos?
Tenemos
que saberlo antes de dejar irse a tu alma,
antes de
perder tus palabras, tu luz,
mientras
rezamos por ti antes de que el
joker robe la noche.
(Trad.
Elvira Sastre)
BOB DYLAN EN LA CÁRCEL
Empezó
como una noche normal
y
después llegó la llamada:
¿Queréis ver a Dylan en la
cárcel?
Claro,
por qué no.
¿Qué habéis estado fumando?
Resultó
que su madre era guardia en la prisión de
Clinton
donde
daban un benéfico por Rubin “Huracán” Carter,
que
estaba camino de la muerte en su noveno año
por un
crimen que no cometió.
Así que subimos en el autobús
y tomamos la Ruta 99.
A veces
un poco de ácido da luz en circunstancias
difíciles.
De
habernos colocado, todo hubiera estado más
claro:
como una
galleta Oreo del revés.
Todos
los negros estaban en el centro de la cancha de
baloncesto
en
sillas de metal atendidos por guardias con
buenas intenciones.
Rubin
Carter estaba por allí, en algún lugar.
Los
blancos estaban en las gradas, esperando el
concierto,
y
tuvieron aquello a por lo que habían ido:
La Rolling Thunder Review:
Bob Dylan, Allen Ginsburg, Roger McGuinn,
Ramblin’ Jack Elliot,
Joni
Mitchel, Joan Baez y Scarlet Rivera – de camino
a
Madison Square Garden la siguiente noche.
No
llevamos las máscaras de gas,
pero al
irnos uno de nosotros
decidió
salir esposado:
en aquel
momento, eso era lo que había que hacer.
(Trad.
Elvira Sastre)
BOB DYLAN EN EL INFIERNO
Sonaba
como una canción de cuna
susurrada por un fantasma
–piano y
bajo acústico–.
La luz
tenue,
mientras
tú cantabas en voz baja
los tiempos están cambiando,
con tu
voz de río que acuna
y se
precipita por el río del tiempo.
No
despiertes a esta casa blanca.
La gente
negra ahora es blanca.
Los coleccionistas
hipnotistas
son las reliquias vivientes.
De todos
modos, nadie sabe a qué está mirando
este
ingenioso aluvión de tontos.
Ahí
están, mirando por la mirilla
de rodillas.
Hubo un
tiempo en el que una sola de tus miradas
habría
convertido esta habitación
y todo
lo demás en piedra.
Los
tiempos han cambiado, no hay duda:
nos
hemos transformado en nuestra propia broma,
en todo
aquello de lo que nos hemos reído,
con las
visiones de Rimbaud
desvaneciéndose lentamente en el Beltway.
Se dice
que pronto versionarás
canciones de Old Blue Eyes,
una
sombra entre las sombras,
mientras
te dices a ti mismo:
Aún no ha oscurecido, pero no
va a tardar.
(Trad.
Elvira Sastre)
KLONDIKE
¿Te
bajaste del barco de vapor en Skagway en 1896,
con
veinte años y con la cabeza brillando
por la
fiebre del oro? ¿Tarareabas una canción
de Bob
Dylan, aléjate de mi ventana
cuando te plazca . . .?
¿Te
llenó de pasión aquel triunfo histórico
de
Skookum Jim Mason en Rabbit Creek
o
llegaste más tarde, resplandecido por las
historias
de los
buscadores de oro
que
contaba Tappan Adney en la Harper’s Magazine?
¿Elegiste el paso de Chilkoot o la vía de White
Pass?
El
primero era una escalada vertical de cojones
trepabas
y te derrumbabas por un antiguo camino indio.
El otro,
un paso angustioso,
lleno de
cadáveres de mulas y caballos muertos.
¿Recogiste lo que quedaba de tu juventud, tu
orgullo
y tus
reservas para navegar desde el río Yukon a
Dawson City
en una
balsa inundada, atravesando con violencia los
rápidos White Horse,
para al
final descubrir que El Dorado estaba lleno de
barro, moscas y tiendas de campaña?
El oro
se había ido, y
no hay éxito como el fracaso.
¿Continuaste hacia Nome en 1899,
envuelto
en la tristeza,
hecho ya
un personaje de una canción de Bob Dylan?
Nunca te
conocí. Pero conocí a tu hijo, al primero, en
Fairbanks, 1905.
Era mi
padre, quien más tarde tendría su propia
historia atormentada que contar.
Miro tu
fotografía en el porche trasero de
la casa de
los abuelos
mientras
el sol se pone y el tigre se deja llevar,
lánguido, sobre el lago.
Estás
ausente, eres estricto, puramente victoriano.
Tus ojos
son lo único que te traiciona.
Tu
secreto está a salvo conmigo.
No lo pienses dos veces, está
bien.
(Trad.
Elvira Sastre)
TIGRE
Mi padre
fue un hombre pudiente
nacido
en un gallinero
en
Fairbanks, Alaska.
Cuando
por fin lo conocí
fue en
la casa de
los abuelos.
Había
pasado por una guerra
y era
mucho más joven
de lo
que yo soy ahora.
El tigre
nació
aquella
mañana en el lago
más allá
del huerto de naranjas,
desplegando las alas
y
limando las garras,
esperando el primer amanecer.
Hay un tigre entre nosotros
que devora tu corazón en la
noche
y se me queda mirando por la
mañana.
Su
mirada lo lleva por las escaleras
desde el
vestíbulo hacia las habitaciones vacías
de la
casa de nuestros sueños.
Las
enormes garras dejan un rastro mojado y temible
junto al
lecho de las almas que siguen adelante.
El tigre
respira,
sin la
certeza de saber si queda algo de su rastro.
Pero
nadie se despierta en la oscuridad
porque
están hechas de materia de estrellas,
y lo
rodean
con un
suave y terrorífico resplandor.
En las
noches de verano
el tigre
baja
al lago
para beber.
Están
ahí en el agua.
Casi
puede verlas
mientras
se bebe su sangre
y las
mira desde la lejana orilla.
Están en
el aire
que lo
rodea
con
manos dulces
que lo
acarician y recuerdan.
Llega el
alba y otra alma
aúlla
de dolor.
Indefenso, el tigre se estremece
y se
desvanece en la lluvia de la mañana.
Hay un tigre entre nosotros
que devora tu corazón en la
noche
y se me queda mirando por la
mañana.
(Trad.
Elvira Sastre)
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