E
subimos las ciento y catorce gradas longas de
aquel cú
Sus
piedras ennegrecidas nos quemaron las manos de
tan ásperas
Vide
allí los pueblos comarcanos
el
tianguiz de ocote y tigres
Tlatelulco
Fue
desde la placeta que arriba muy se face que
oteamos
el agua
dulce que se viene de Chapultepec
Iztapalapa Tlacopan Tepeaquilla todo señoreado
por nos ojos
Tornamos
las espaldas e vimos
a
constelación
bultos y
cuerpos de sus ídolos
malas
figuras
todos de
muy mayor estatura que un gran hombre
y
contrahechos
de
arcilla y masa y de legumbres
amánsalas con semillas y sangres de cuores
despojos humanos
ansí tal
farina
En una
torrecilla y apartamiento a manera de sala
dos
altares
dos
bultos
dos
altos cuerpos harto astrosos
uno
dellos
Uichilobos
Tenía la
su cara y rostro muy ancho y los ojos disformes
espantables
untado
el cuerpo de engrudo y raíces y aljófares
sangre y
otras varias excrecencias
y
colgantes ceñidas al plexo unas caras de indio
arrancadas a sus cráneos
tantas
para abangar un roble
y
acezando por los humos del sahumerio
hube
visto
todas
las paredes de aquel adoratorio
tan
bañado y negro de costras
y plasma
asimismo en el suelo
que un
rastro no exardece tal hedor e catadura
Y allí
tenían un atabor de cuero crúdel áspid
que
cuando le tañían
tal era
la tristura de sus tumbos
los
infiernos se allegaban
Tomábanlos cinco
dos por
las piernas dos por los brazos
uno más
por la cabeza y otro postema y landre rajábales
con
ambas manos pedernal a modo de lanzón los pechos
y por
aquella abertura metíale la mano
y le
sacaba el corazón
y el
cuerpo desasido en oscura laceria
descoyuntado era comido de todos
y los
basófilos tomados granate y bermellón los
rostros
purpurecidos cientos de azumbres de aloque
caudal hasta la plaza
y
echaban los restos a rodar
y otros
eritroci
vestían sus
pellejos
los
muñones los tajos carne viva linfocitos
Derramaban también sangre los sátrapas fuera de
los cúes
frente
al Uichilobos y en degüello
tiernas
cabezas de hombres hirsuta pelambrera
desmembrados los coágulos muslos
y
antebrazos tibias allí asoma el hueso entre la
grasa
y la
carne después aislante cinta
les
rodea narices esnifadas bocas y de unos puentes
entonces
lo ponen
a colgar
y el
viento de las madrugadas desbravó sus fauces
envueltas en bolsas negras
allí
vienen los retenes.
Oydo he
decir que millones de hematíes
y
también normocromáticos derraman
las
testas cercenadas que se apilan
sobre
tórax cuya carne se remueve
al
contacto sólo de los dedos
y allí
abdómenes mamas huesos frontales
ojos
axilas
anos páncreas rafagueados
pudriéndose en los belfos
de las
ratas
Señoras
de esta tierra
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