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REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências
nova série | número 51 | abril-maio | 2015
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ROLANDO REVAGLIATTI
Claudio Simiz:
sus respuestas y poemas
Entrevista
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EDITOR |
TRIPLOV |
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ISSN 2182-147X |
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Contacto: revista@triplov.com |
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Dir. Maria Estela Guedes |
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Claudio Simiz
nació
el 1 de junio de 1960 en la ciudad de Buenos Aires y reside en la ciudad
de Moreno, provincia de Buenos Aires, República Argentina. Es Profesor
en Letras (desde 1983) y Licenciado en Letras (desde 2003) por la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde
1985 se desempeña en Educación Superior y ha estado al frente de
diversas cátedras. Ha sido docente en la U. B. A. y en otras
universidades, ponencista o invitado especial en Jornadas, Encuentros y
Congresos en varias localidades del país y formó parte de equipos de
investigación. Ensayos de su autoría fueron incluidos en volúmenes
compartidos editados entre 1996 y 2013. Ha obtenido varios primeros
premios en concursos de poesía y narrativa. Formó parte del consejo de
redacción de la revista-libro “La Pecera” de Mar del Plata, coordinó una
revista electrónica y en la actualidad dirige otra, co-coordinó ciclos
de poesía y ha sido jurado en certámenes de poesía y dramaturgia.
Recibió el premio a la trayectoria artística “Violeta Castro Cambón” en
2008 y ha sido declarado Huésped Académico por la Universidad Nacional
de Jujuy en 2005. Su libro de cuentos
“De solitarios” se editó en
2011 y acaba de aparecer otro de cuentos y relatos:
“Los años pasan según”
(Primer Premio del Concurso Internacional “Antonio Di Benedetto”,
provincia de Mendoza, 2014). Sus poemarios, entre 1980 y 2014, son
“Celda”,
“Evangelio de bolsillo”,
“Los míos”,
“La mala palabra”,
“De pura chapa y otros versos”,
“No es nada” (Faja de Honor
de la Sociedad Argentina de Escritores período 2005-2009),
“El franco”,
“Tríadas”,
“Tríadas II”,
“Actas de naufragio”. Integra
“Antes que venga ella”,
antología poética del grupo homónimo. Ha sido incluido en otras
antologías y fue traducido parcialmente al inglés, guaraní, portugués e
italiano.
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1 – A los veintitrés años
te recibiste de Profesor en Letras y justo cuatro lustros después de
Licenciado en Letras. Me pregunto qué circunstancias te habrán inclinado
hacia la obtención del segundo título universitario. Y en tanto,
habiendo ya aprobado los seminarios correspondientes, estás elaborando
tu tesis a los efectos de recibirte de Doctor en Letras, me pregunto qué
circunstancias te habrán inclinado hacia la obtención de un tercer
título universitario.
CS –
Provengo de una familia humilde, gente del interior. Si bien mi madre
era lectora y mi padre partícipe entusiasta de movidas sociales, la vida
académica era algo muy distante en mi hogar (ellos sólo habían hecho la
escuela primaria), aunque me apoyaron en la “idea rara” de estudiar
Letras. Lo menciono porque la facultad (“Filo en UBA”) fue un mundo muy
extraño para mí (por ejemplo, no sabía que existían “los prácticos”,
casi pierdo unas cursadas por eso). Hice la carrera en cinco años,
porque había pedido prórroga para el Servicio Militar, tenía que
recibirme “sí o sí” y cumplir con la beca que conseguí en el último
tramo de mis estudios. Cursé entre 1978 y 1982, o sea con los militares
en el poder; la universidad (y encima Filo) había sufrido una poda
espantosa, y era apenas (lo comprendí con los años) un profesorado de
cierto nivel, además con muchas “zonas oscuras” (el énfasis estaba
puesto en lo clásico, lo estetizante; recuerdo que me sugirieron, ante
mi propuesta de dar a García Márquez en mis prácticas, que “evitara
autores que están en ciertas listas”). En síntesis: luego de cinco
arduos y bastante amargos años (nunca del todo integrado a ese cosmos),
por un lado me sentía orgulloso de haber llegado “ahí”, o sea, mi título
universitario, el primero en toda mi familia paterna y materna, y a la
vez percibía cada vez con más intensidad que me faltaban muchas cosas.
Las busqué en la militancia política, en el desarrollo de tareas
periodísticas y culturales… Por otro lado, y como rubricando mi
“extrañamiento”, había formado parte de un grupo de investigación en la
facultad, que se disolvió por renuncia del profesor (no se sintió bien
tratado por las nuevas autoridades, era una persona muy prestigiosa y
bastante mayor) antes de intentar el ingreso al CONICET, así que desde
1983 mi nexo con lo académico prácticamente se restringió a mi noviazgo
con una chica de la facultad. Mi escritura poética se fue tornando, por
entonces, notablemente esporádica.
Mi
vida laboral se orientó entonces a la docencia y a las actividades que
mencioné, así que sólo catorce años después decidí retomar
la senda
universitaria, cuando se me impuso la necesidad de realimento
intelectual, de planificar una nueva etapa, luego de pasar por otra de
“cuerpo a cuerpo” con el mundo, que incluyó la formación de una familia
y mi especialización (más fáctica que teórica) en Educación Terciaria.
En simultáneo, reapareció la veta de la escritura artística,
semiabandonada durante una década. Promediando la licenciatura (que
cursé bastante rápidamente), una beca de investigación del Fondo
Nacional de las Artes me permitió viajar por el interior, indagando
sobre los grupos literarios del ‘40 al ‘80. En ese transcurso cobré
conciencia de la conveniencia de desarrollar miradas más amplias en el
ámbito de nuestra cultura, y también de que mi experiencia como
periodista, docente, escritor y animador cultural me brindaba un
instrumental eficiente y un “puesto de observación” original para
desarrollar los estudios que me proponía, más allá de mi precaria
formación como investigador universitario.
Así,
un par de años después, desemboqué en el doctorado, centrado en uno de
los grupos que había investigado. Esa fue otra etapa, que me abrió un
amplísimo horizonte de contactos, fundamentalmente con investigadores de
las provincias, en jornadas, congresos y simposios.
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2 - ¿Cuál es el tema de tu tesis,
Claudio? ¿Qué y cómo lo planteás?
CS
– Mi
tesis (aún no tiene título definitivo) se plantea, en principio, como el
análisis del proyecto “Tarja”, emprendimiento artístico-cultural
generado en Tilcara (1955-1960), que significó, entre otras cosas, la
fundación del campo intelectual jujeño y la proyección al ámbito
nacional de algunos de sus integrantes. Un grupo de poetas (Néstor
Groppa, Jorge Calvetti, Mario Busignani y Andrés Fidalgo) junto al
plástico Medardo Pantoja, desarrollaron una serie de actividades
(fundación de la primera librería literaria jujeña, teatro de títeres,
conferencias, conciertos, debates...) y, fundamentalmente una
publicación periódica de excelente nivel, que alcanzó los dieciséis
números y cierto reconocimiento nacional y hasta continental. En ese
marco confluyen problemáticas vinculadas a las identidades,
historicidad, articulaciones regionales, etc. Digamos, un grupo de
escritores de una provincia “marginal” dice, promediando el pasado
siglo, “aquí estamos” y plantea su diálogo con su propia comunidad, el
país, el continente y el mundo desde ese lugar simbólico, entre
reconquistado y construido.
Había planeado “hacer todo en un día” en San Salvador de Jujuy
(cuatro entrevistas, nada menos), y si bien lo conseguí (igual me perdí
el último micro a la ciudad de Salta), aconteció un hecho decisivo: la
charla con Groppa (paradójicamente, no me dejó grabarlo), que vino
acompañada del regalo de la colección completa de la revista “Tarja” y
otros materiales. Con Héctor Tizón (que hizo sus primeros pininos en el
grupo), tuve dos charlas telefónicas, nunca estaba en Yala cuando yo
andaba por la Quebrada. A Calvetti le realicé un reportaje en las
últimas semanas de su vida.
Nunca ha dejado de asombrarme el entusiasmo que genera en
escritores e investigadores jujeños (del interior en general) que un
porteño de la UBA se preocupe por sus cosas… Este hecho me hizo
reflexionar sobre lo que acaso sea el aporte más relevante de mi tesis:
la verificación de notables constantes en el origen de los grupos
culturales del “interior profundo” (mayoritariamente nucleados en torno
de la poesía), su desarrollo y articulación con el campo intelectual
porteño y nacional y entre sí. De allí derivaciones a la temática del
canon/es, la relación de la cultura - la historia - la política y un
largo sueño, compartido con otros artistas e investigadores, como
Osvaldo Picardo, de rearmar el mapa de la cultura argentina en un marco
continental e intercultural (aclaro: lejos de ciertas connotaciones
demagógicas que han proliferado en los últimos tiempos alrededor de
estos conceptos).
Finalmente, el poner en el centro de la escena a estos grupos
(desde lo temático) y la aplicación renovada del comparatismo (en lo
teórico) en diálogo con distintos paradigmas (el geocultural, la
sociocrítica, entre otros) y el uso de variedad de fuentes (en lo
metodológico) constituyen, creo, un incentivo a otros investigadores
para recorrer los senderos de nuestro acervo y sus potenciales
desarrollos.
3 – Uno de los trabajos
que conforman “Actas del Vº
Congreso de Narrativa Folklórica” (Universidad Nacional de La Pampa,
2001) es tu “Héctor Gagliardi: Identidad porteña en los ’40 y polémica
sobre la cultura popular”. ¿Qué te parece si te referís,
direccionando hacia los
argentinos que ignoran que existió –no obstante haber sido uno de los
autores que mayor número de ejemplares de sus libros haya vendido en
nuestro país- y hacia los extranjeros, a ese poeta y letrista de tangos
(1909-1984) que yo escuché recitando sus versos sencillos durante varios
lustros a través de programas radiofónicos?
CS –
Héctor Gagliardi fue una figura insoslayable (por llegada al público,
originalidad e influencia) en la cultura porteña (y de algún modo,
nacional), durante por lo menos tres décadas. Era un tipo talentoso, que
logró una irrepetible síntesis entre la cultura tradicional del porteño
“del ‘40 en adelante” (tango, radioteatro, tertulia), la tradición
payadoril campera y los nacientes escenarios artísticos que fueron
surgiendo en la época (fundamentalmente, el radiofónico, aunque sus
poemarios se vendieran en los kioscos de diarios y revistas y no cesaran
de re-editarse, habiendo participado, además, en programas televisivos y
en espectáculos teatrales). Su poesía, emotiva, tradicional en su
estilo, sensiblera, por momentos, sabía reencontrar a su público con las
vivencias y personajes “típicos” (la maestra, la primera novia, la
“barra” del barrio…); difícil era escucharlo y no sentir que asomaba
algún recuerdo desde lo más íntimo. El gran secreto de Gagliardi, en mi
opinión, era su modo de recitar, cambiante en el tono, sabiamente
dramático, insuperable
en el manejo de los silencios, una gesticulación
estudiada y llegadora. Me recuerdo de niño, lagrimeando al escuchar “El
Rusito” o “El Sapito”; he visto extasiarse a hombres y mujeres, hoy
desaparecidos en su mayoría, ante la caravana evocativa de sus poemas.
Por otra parte, él despertó, además del innegable apoyo popular, más de
una tensión en ese gran caldero ideológico - cultural que fue el
peronismo en su origen y despliegue. Es notable que los prologuistas de
sus libros (Homero Manzi, Alberto Vacarezza, Horacio Becco, Cátulo
Castillo, Jorge A. Bossio, entre otros), embanderados en lo que
llamaríamos “cultura popular” (con las polémicas connotaciones de la
época), duden en cómo clasificarlo y hasta en reconocer plenamente sus
dotes. Manzi esboza en su prólogo
(en polémica con Borges, al que admiraba pese a la polarización
política) un intento de explicación sobre “lo popular” (así titula, y
con signos de admiración) en Latinoamérica, a partir de la aceptación de
lo bueno mezclado con lo malo, pero asumido como propio por el pueblo,
como identidad, defensa y proyecto. Éstas y otras tensiones
ha despertado
Gagliardi…
A tantos años de mis primeras emociones ante sus versos (confieso
que salvé de “irse a diciembre” a un alumno porque recitó magníficamente
tres poemas suyos), no puedo evitar reflexionar sobre los momentos de
felicidad que sólo el arte popular (en el más digno sentido de la
expresión) puede depararnos, trascendiendo los velos del solipsismo, del
“refugio interior”, rumbo a los espacios solidarios de las vivencias y
sueños compartidos.
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4 – Desplazándonos hasta 2013,
advierto que un ensayo que titulaste “Diez apuntes sobre la poesía de
Amelia Biagioni” se incluye en el volumen dedicado a la obra de dicha
autora (1916-2000), compilado por Santiago Sylvester y socializado por
Ediciones del Dock. ¿Querrías referirte a ella y trasladarnos tus
apuntes?
CS –
La
poesía de Biagioni fue uno de los azoramientos estéticos de mi
adolescencia. La atmósfera mística de
“El Humo” y después, en rápida sucesión, sus otros poemarios
editados, me impresionaron vivamente: en “un ratito” memoricé “Oh
tenebrosa fulgurante”…;
sentí que había tropezado con “otra cosa” acaso más profunda, sin dudas
más misteriosa que mis admiradísimos Atahualpa Yupanqui, Jorge Luis
Borges y Alejandra Pizarnik de la época.
Pasaron las décadas y los poetas, y en una presentación literaria,
Sylvester (codirector de “Época”, una más que interesante colección de
libros de ensayos sobre poesía argentina de Ediciones del Dock) me
comenta respecto de la preparación de un volumen sobre Amelia; yo le
manifiesto mi admiración por la santafesina y mi reciente relectura de
sus textos, en una biblioteca de pueblo que ella había visitado alguna
vez. “¿Cómo no pensé en usted?”,
irrumpe Santiago y ahí empezó a nacer mi ensayo.
En el
libro aparecen, entre otros, textos de especialistas y amigos de la
poeta, como Cristina Piña y Valeria Melchiore (escribió su tesis
doctoral sobre Biagioni casi conviviendo con ella). Opté por mostrar un
panorama propositivo de los caminos que habilita al lector y al crítico
el acercamiento a su poesía. Por eso lo titulé “Diez apuntes…”, sin
tratar de llegar a definiciones concluyentes, ni cierres definitivos; el
marco de estudio que intento trazar se despliega entre la constitución
de un “yo poético”, el desarrollo de un lenguaje original, en permanente
mutación, y la búsqueda inclaudicable de lo inefable. A partir de este
escenario, postulo, en distintos parágrafos, algunos “puntos de observación” sobre su obra, a saber:
su lugar en nuestra poesía femenina;
los puntos comunes y diferenciales de su itinerario desde su
Gálvez natal hasta su consagración;
el misticismo (se llamaba a sí misma “la cósmica”,
diferenciándose de sus amigas Pizarnik y Olga Orozco) de su poética;
la articulación de los lenguajes - miradas artísticas en sus poemas
y la consideración
de su obra como un todo con “estaciones” (cada uno de sus seis libros)
armónicas y secuenciadas. Sobre el final, propongo una distinción entre
mística, filosofía y arte, y ubico a Amelia dentro de ese triángulo,
pero mucho más cercana al vértice artístico: un intento de aprehender y
expresar la realidad, en última instancia, a través de la búsqueda
denodada de la belleza.
5 - ¿Cómo y cuándo fuiste
accediendo a la dramaturgia? Descubrí que una pieza de tu autoría,
“Circo Éxodos”, trata sobre el éxodo jujeño, e integró el VII
Festival Iberoamericano de Teatro: Cumbre de las Américas. ¿Una sinopsis
de la pieza? ¿Dónde y por quiénes fue representada? ¿Qué otras obras
tuyas se estrenaron? ¿Qué otros textos teatrales has escrito? ¿Son
piezas de extensión diversa? ¿Prevés reunirlos en algún volumen? ¿Qué
asuntos abordan?
CS –
Siempre me interesó el teatro (hasta me casé con una profesora de
teatro, pero eso es otro tema). A fines de los ‘80 escribí mi primera
obra, “Historias de chicos”,
una trilogía de dramas breves centrados en la denuncia de la
marginalidad, sobre todo la infantil. Una de las piezas,
“Historia de una puerta”, fue
estrenada como teatro leído en la Escuela de Teatro de la ciudad de
Moreno y cuenta las peripecias de unos niños vendedores del Ferrocarril
Sarmiento que, en sus juegos, molestan a los pasajeros, hasta que uno de
los pibes termina cayendo a las vías “accidentalmente”. El único
ejemplar existente (creo
recordar) está en el Grupo de Estudios de Teatro Iberoamericano y
Argentino (GETEA), un instituto de la UBA, en edición fotocopiada.
Siguió un largo interregno en mi creación dramática, hasta que me
presenté (y fui seleccionado) a un concurso de dramaturgos, convocado
por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires y las autoridades
educativas. Se trata del programa “El Teatro y la Historia”, una
propuesta de llevar en lenguaje teatral determinadas situaciones y
personajes de nuestro devenir, desde una perspectiva no tradicional, a
escuelas, centros culturales, cárceles, etc. Un historiador nos propuso
temas / situaciones y
una profesora de dramaturgia nos proveyó de algunos lineamientos
(obras de no más de tres actores y con un máximo de una hora de
duración, fácilmente montables). Yo elegí una situación de personajes
“anónimos” en el Éxodo Jujeño (claro, yo estoy bastante empapado de lo
que concierne al Noroeste Argentino, por lo ya referido), y así nació
“Éxodos” (más tarde
rebautizada “Circo Éxodos”),
que fue representada por el grupo “Terrafirme”, dirigida por el
brillante y hoy desaparecido Claudio Bellomo. El asunto se centra en dos
historias paralelas: dos patriotas y sus dudas de abandonar su tierra,
por orden del General Belgrano, y un par de cirqueros, en crisis por su
imposibilidad de echar raíces, en medio de su itinerancia. El tema es el
desarraigo. En este sentido, la obra es un homenaje tanto a los
esforzados patriotas del interior y su sacrificio (hubo una decena de
éxodos en la Quebrada de Humahuaca, en las luchas de la independencia),
como a los artistas del circo criollo, cuna de nuestro teatro popular.
Los actores fueron alternando sus papeles (patriotas-cirqueros) en
escenas sucesivas, hasta donde confluyeron las historias, el momento de
la “decisión final”. Un payador (en la versión de Bellomo, el dueño del
circo) efectuaba, en verso y con guiños hacia el público, el “hilván”
entre las escenas. Esta obra, escrita en 2010, se representó en
institutos con menores privados de su libertad, en un festival
internacional, en el festival en homenaje al actor Carlos “Negro”
Carella, se la representó, además, en versión infantil, y fue elegida
por Lito Cruz para relanzar el programa “El Teatro y la Historia”, el
año pasado…; el elenco original la repone, de tanto en tanto.
Otra obra que conoció las tablas fue
“Don Pedro de la Cueva”, con
elenco amateur dirigido por el multifacético Alfredo Costas Herrero, en
Merlo. Es una pieza que quiero mucho, se ambienta en una librería “de
viejo” que está por “mudarse” (en realidad, es un cierre encubierto).
Dos empleados jóvenes encaran la coyuntura con mezcla de bronca y
resignación, y uno muy anciano, que está desde su fundación, yace, en
una especie de locura mística en el sótano, ordenando amorosamente los
libros en cajas. La presencia de una clienta que viene buscando al
Quijote (al que cree un personaje existente) precipita los
acontecimientos y al final el viejo emerge de su encierro y se va del
brazo con la clienta. Él era, en realidad, Don Quijote. La obra (que se
juega, en buena parte, en verso) es un homenaje a la literatura y el
teatro, y a los viejos, irremplazables, libreros de Buenos Aires.
Tengo varias obras no representadas (y con pocas esperanzas de
pasar de libreto); destaco dos:
“Clamona” (drama en tres cuadros) y
“Mingo” (tragicomedia en cinco
actos). La primera es un juego entre dos mujeres “típicas” (señorona y
su criada), que en su ir y venir y bajo el sonido casi ininterrumpido de
la radio, en 1982, van develando su drama: la criada (Ramona) intuye que
su hijo ha muerto en Malvinas; la patrona (Clara), termina confesando
que su hijo fue secuestrado por los militares y probablemente esté
muerto, aunque intente mantener, con su esposo, la farsa del “viaje de
estudios”. Ambas mujeres se unen en la lucha, Clara y Ramona se vuelven
“Clamona”, clamor de madres.
“Mingo”
cuenta, en versión libre, la historia de Menocchio, un molinero del
Friuli, que, a partir de ser (extrañamente, para la época) alfabetizado,
de su cultura de origen campesino y de una aguda inteligencia crítica,
esboza una serie de teorías sobre el origen del mundo y la sociedad, que
son cuidadosamente seguidas por la Inquisición (la investigación que
realiza el italiano Carlo Ginzburg se basa en los archivos de ésta),
preocupada por los incontenibles efectos ideológicos de la imprenta, en
plena Contrarreforma. Luego de una detención de dos años, y ante las
nuevas arremetidas de Menocchio (esta vez cuestionando el orden social),
y llegado el caso a Roma, se produce la inevitable incineración del
molinero. La obra se juega en dos planos: el pueblo en sus cotidianos
haceres, con un Mingo “afiladísimo”, una especie de protoanarquista, y
el poder, que habla en off y en verso, estudiando el “peligroso caso”
del molinero que pensaba con su propia cabeza y lo expresaba. Al final,
en clave brechtiana, se produce el juicio a Mingo, con invitación al
público: y entonces los personajes del pueblo hablan en verso y los
poderosos en arrastrada prosa. Final abierto.
También escribí varias obras de teatro breve (monólogos,
soliloquios, teatro sin palabras), algunas de las cuales fueron
publicadas y premiadas, principalmente a través de la Cátedra
Internacional Garzón Céspedes y su publicación “Cuadernos de Gaviotas”
(por lo tanto, googleables). Acoto que estar desempeñándome como
profesor de Dramaturgia I y II y Teorías del Arte II en un conservatorio
de teatro, me ha reconectado con esta disciplina, peligrosamente
apasionante.
En los últimos años publiqué varios libros e interactué bastante
en la web (principalmente
en los géneros poesía y cuento), sin embargo se me hace cada vez
más manifiesta la necesidad del teatro, en sus variadas expresiones,
como espacio de comunicación intensa, auténtica, comprometida, en medio
de un mundo que nos afila las garras y nos tapona los oídos cada día un
poco más. El teatro es imprescindible para la nueva humanización que
pide a gritos la sociedad contemporánea
o, al menos, los
que soñamos una sociedad distinta, “humana” en el más pleno sentido. Por
el momento, no tengo entre mis prioridades
publicar mis dramas,
preferiría verlos “en vivo”, razón de ser de lo teatral.
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6
– De tu dramaturgia deslicémonos a tu narrativa breve.
¿Qué temáticas o asuntos preponderan en ella?
CS – Ante todo, una aclaración: aunque han aparecido un par de
microrrelatos míos en algunas publicaciones latinoamericanas, no me
dedico a lo “micro”, tan a la moda en narrativa. Lo mío es, hasta ahora,
el cuento breve y el relato. Llegué a escribir tres novelas, dos de la
cuales destruí y otra que reconvertí a distintas textualidades. Cuando
hablo de cuento breve me refiero a un tipo de narración ficcional de no
más de tres cuartillas, generalmente centrada en un personaje. En
“De solitarios” los llamo “discuentos”, porque los juzgo carentes de
ciertos atributos, de esa admirable completitud que caracteriza a
Horacio Quiroga, Borges o Juan Rulfo, mis maestros en castellano (menos
piadosamente, podría hablar de mi distalento). Ese libro lo publiqué por
un premio internacional (había competido con dos cuentos), lo cual me
obligó a crear tres o cuatro textos más para armar algo así como un
volumen respetable. Seleccionando entre lo ya escrito y planificando los
textos complementarios, fue apareciendo el eje convocante de la soledad,
la incomunicación de personajes que ensayan infructuosamente la
comprensión del mundo y la comunicación con “el otro”. De allí el
título; de algún modo se lo puede considerar un volumen temático y
bastante autobiográfico, que, entre otros, debe bastante a Kafka, Dino
Buzzatti y Nabokov.
En el caso de “Los años
pasan según”, también publicado por premio, el concurso era de
relato (género que si bien despuntaba en un par de cuentos del libro
anterior, sólo abordé más decididamente en el último lustro), pero el
texto ganador es parte de un volumen donde alternan cuento breve y
relato, con un tema definido: las huellas del paso del tiempo y la forma
de asumirlas por los personajes. Al igual que en
“De Solitarios”, la mayoría de los textos son realistas, aunque
algunos podrían leerse como fantásticos, acaso metafísicos. En lo
técnico, retomo en varios de ellos la multiplicidad de puntos de vista y
registros lingüísticos, con los que había experimentado en mi juventud,
esto
asomaba en tres de los cuentos del libro anterior. Lo autobiográfico es
fuerte, tanto desde la vivencia personal como desde el contacto intenso
con personajes reales y su experiencia vital. En algunos casos, debí
realizar
pequeñas investigaciones para no desmadrarme del marco histórico. Todos
los textos fueron desarrollados siguiendo la brecha temática señalada,
aunque el relato premiado, “La espera”, nace de dos anécdotas mías
centradas en las dolorosas experiencias que atraviesa un escritor
ignoto. Para finalizar con mi aspecto de narrador, estoy terminando el
plan de una novela coral, “La
cofradía del tacho”, que estimo terminaré el año próximo.
Y una pregunta que tal vez no tenga respuesta: ¿puedo “correrme”
del poeta cuando narro, y eso sería positivo?... Un amigo, destacado
novelista y ocasional cuentista, terminó confesándome que más allá de
uno u otro detalle a mejorar, no podía criticar a fondo mis cuentos
porque “son otra cosa, son muy poéticos”.
7 – En varias localidades de nuestro país ofreciste con los
Grupos “Con-Versando” y “Antes que venga ella”, recitales
poético-musicales; “Cruce de Palabras” se llamó uno de los ciclos que
coordinaste; fuiste fundador de la primera FM que funcionó en una “villa
de emergencia” –en “Ciudad Oculta”, a mediados de los ‘80-; a fines de
esa década fuiste “pionero” en los intentos de TV comunitaria en zonas
pobres del Gran Buenos Aires, como conductor y productor, etc. Por un
lado, me interesaría que sobrevolaras sobre éstas y otras incursiones, y
por otra: ¿en qué te ha gratificado y en qué te ha decepcionado tu
experiencia como animador cultural?
CS
– Temo que ese sobrevuelo sería
insoportablemente largo,
por la diversidad y extensión en el tiempo de las experiencias y por lo
mucho que incidieron en mi vida (hasta cierto punto, “fueron mi vida”),
sobre todo en mi juventud. Intentaré reseñar los puntos salientes…
Soy un tipo más bien solitario que, paradójicamente o no, vive
“condenado” a la comunicación, fundamentalmente la verbal. Esas
experiencias de animación cultural surgen, en primera instancia, de la
necesidad de contactarme con la vida social, luego de la acotada
experiencia
universitaria que ya describí. Iba descubriendo el mundo con actitud
militante,
esperanzada
en las posibilidades de cambio. Sin embargo, ya en mis veinticinco años,
me iba dando cuenta de que la “política de los políticos” no era para
mí, y sí lo era un territorio de experimentación, de comunicación y
construcción grupal y horizontal, que ora con vértice en lo
comunicacional, ora en lo educativo o artístico, me deparaba el
sentimiento de estar desarrollando una tarea imprescindible para el
crecimiento grupal e individual, autogestiva y contestataria del poder,
de lo culturalmente impuesto.
Lo primero, en el tiempo, fue la experiencia con los medios,
principalmente el radial. Me tocó la época de las radios comunitarias,
en el resurgimiento democrático y su posterior desarrollo,
y tuve oportunidad de trabajar en
las mismas con intensidad (llegué a hacer más de cuatro horas de
conducción, más las tareas de producción en
FM San Antonio de Padua,
emisora en la que aprendí mucho). Tal vez la experiencia más original y
aleccionadora haya sido la que desarrollé con un grupo independiente en
“Ciudad Oculta”, donde instalamos una radio,
en
acuerdo con la comisión interna del barrio, para reconectar al mismo con
los vecinos “no villeros” (pesaba una leyenda negra sobre la “Oculta”) y
dar lugar a las voces soterradas; también nos interesaba ayudar a la
comunidad a organizarse, en la medida de sus necesidades. Aclaro: si
bien “pasaban cosas”, el mundo villero de ese momento era “pre paco y
pre narco”… ¡Cuántas cosas aprendimos juntos! Los programas se
planificaban, pero siempre la realidad y el aporte de la gente nos
desbordaba… Yo hacía,
con Adrián Wittemberg,
“Historias de nuestra tierra”, y convocaba, los sábados a la mañana, a
la gente de cada provincia o país limítrofe, con su música, sus comidas,
sus historias, su presente…
En determinado momento, ante el descontento de algún sector del
barrio y para no generar divisiones, nos trasladamos a una casilla de la
iglesia, y ante una ola de allanamientos a las radios, logramos armar
una secuencia de escape para “entregar” sólo el coaxil y la antena. Los
sacerdotes y monjas del barrio respondían al padre Puigjané, que estuvo
varias veces en la radio (alguno de los integrantes quedaron vinculados
al grupo “Todos por la patria”, con sus trágicas derivaciones en el
copamiento de La Tablada, años más tarde). Yo acompañé a un tipo muy
especial, Pampa Ubertalli, fundador de “Radio Rebelde”, en un ciclo de
cine (video en el televisor del herrero del barrio), actividad anexa a
la radio, igual que las tareas de apoyo escolar en que algunos
colaborábamos. Unos meses después comenzaron a surgir diferencias: una
parte del grupo postulaba que debían retener más directamente el poder
de decisión de la radio, y otro (en el cual me incluía), opinaba que iba
llegando el momento de entregar el medio a la comunidad. La radio había
cobrado peso, y eso generaba tensiones. Quedamos en minoría, echaron a
algunos y yo renuncié, aunque me mantuve en la tarea de apoyo educativo,
como coordinador (armamos grupos de alfabetización paralelos al plan
oficial, bastante deficiente). La radio tuvo un final insólito y
aleccionador, a mi entender: habiendo perdido el entusiasmo inicial el
grupo que quedó, se apropió de ella el sector más movilizado de la villa
y la acción más importante fue preparar el retorno
de los paraguayos a su país
(muy fuertes en el barrio)
ante la
inminente caída de Stroessner;
como el equipo era portátil, se instalaron antenas en varias villas, y
así se trabajaba. Ergo: las cosas son del que las necesita y las
trabaja.
En el ‘89 apareció lo de la TV comunitaria. Yo integraba la
cooperativa de comunicación “Participar”, que tenía un periódico
homónimo
de bastante circulación en el Oeste del Gran Buenos Aires, entre los
sectores “progres”. Fuimos sumando programas de radio en la zona (sobre
todo desde FM Moreno, pionera y aún hoy vigente): hacíamos un periodismo
tendiente a la difusión de iniciativas solidarias y cooperativas, en
particular en el ámbito de la cultura; éramos un modesto agente
movilizador. Un canal de San Vicente, que ya venía promoviendo TV
comunitaria, decidió renovar su equipamiento y puso a disposición de
grupos como el nuestro el viejo transmisor y la experiencia. Los tres
colectivos que nos interesamos, nos organizamos para transmitir dos
veces por semana desde cada localidad (en Moreno transmitíamos desde el
Cruce Castelar, la zona más poblada); el compromiso era llevar en la
mochila el transmisor al grupo siguiente; a mí me tocaba entregárselo a
una
agrupación de Fuerte Apache.
Habíamos
conseguido que Prensa Latina nos brindase cada semana una selección de
noticias del continente; con eso y otros aportes hacíamos “Noticiero
Latinoamericano” desde la cocina de la casa del camarógrafo (que había
creado una pequeña mutual solidaria para los videófilos). La iniciativa
duró poco, no llegó al medio año. Sin embargo, mucha gente se conectó.
Llegamos a hacer un programa con las sociedades de fomento de la zona.
También hubo espacios musicales y de salud. El trabajo del canal
implicó
tal esfuerzo que terminó
superándonos, y fue el principal
factor en la
disolución
de la cooperativa. Cabe aclarar que salíamos por canal 4, en TV abierta,
era la época “pre-cable”. Recuerdo una anécdota : realizándole una
entrevista a Heberto Castillo (candidato a vicepresidente de México con
Cuauhtémoc Cárdenas y presidente del Partido Socialista Mexicano), éste,
nos convirtió a los periodistas casi en entrevistados, preguntándonos
con todo entusiasmo cómo “era eso”; imaginaba una red de televisoras
comunitarias cubriendo Ciudad de México…
Al
poco tiempo volví a incursioné en un canal de Castelar y en otro de Paso
del Rey, este último ligado a la Iglesia, a los que estuve vinculado
brevemente.
Considero que estas intentonas fueron muy ricas en cuanto a pensar y
desarrollar formas de trabajo periodístico y cultural alternativas y
profundamente solidarias; además valoro la generación de un espacio
donde pudimos conocernos grupos y personas
provenientes
de diversos contextos sociales. También queda el sabor amargo y
aleccionador de los límites de estos esfuerzos cooperativos (a veces
poco realistas, sobre todo al no ser pensados en su sustento material)
ante lo arrollador del “sistema”, en su versión neoliberal,
en este caso.
Saliendo de los medios, tuve oportunidad de participar, crear y
coordinar numerosas experiencia vinculadas a la literatura. Empecé con
una revistita poética: “Pandemónium”, con otros jóvenes entusiastas de
las letras, que duró los habituales dos números.
Casi en
simultáneo, Norberto Fuchs y yo lanzamos “Orfeo”, una revista oral que
se autoconvocaba cada mes en uno de los saloncitos laterales del
porteñísimo Café Tortoni: escritores invitados, charla y música. Corría
1980: descubrimientos, temores, sorpresas, tiempos bravos para ser
joven... Trasladado a Moreno a principios de los ‘90, recalé en el
“Feca 67 bis”, espacio de la
bohemia local, donde una mezcla de plásticos, poetas, músicos, actores y
bailarines nos trenzábamos de vez en cuando. Con la artista plástica
Nellie de Curia, infatigable activista cultural, generamos un espacio
similar, pero más organizado, que terminó llamándose “Coco Danza”
(desaparecido cantante de la zona): allí la poesía ocupaba un lugar
central. Cuando la crisis de 2001 empezaba a despuntar, y ante la
necesidad de “hacer algo desde la cultura”, convoqué a tres poetas
amigos (Clelia Volonteri, Eduardo Espósito y Walter Lannutti) y así
nació “Antes que venga ella”, ciclo que se sostuvo durante tres años.
Realizábamos un encuentro mensual con un poeta invitado de reconocida
trayectoria, se leía y dialogaba con el público. También había música (y
con mucho respeto hacia el ejecutante, no era un mero “intermedio”). El
grupo siempre preparaba alguna intervención artística, medio recitada,
medio actuada, con un eje temático. Recuerdo la grata sorpresa de
Santiago Sylvester, uno de los invitados, al verse rodeado por más de
cincuenta personas, una noche de lluvia feroz, esperando por su poesía.
Había mucha participación, tanto en las preguntas / comentarios a los
invitados como en el micrófono abierto. Cuando llegó la hora de cerrar
el ciclo publicamos una antología del grupo, que todavía sigue dando
vueltas por Moreno. Fue una experiencia importante, por el nivel
artístico, el poder de convocatoria y la continuidad. Y los cuatro
coordinadores quedamos amigos, y lo celebramos con unas empanadas bien
regadas cada año…
La historia y propuesta de “Cruce de palabras” (2007-2008), son
distintas. En 2007 fui invitado a un encuentro latinoamericano de
escritores en la capital de la provincia de San Juan. Si bien los
recitales, visitas a escuelas, etc. eran interesantes, lo más “jugoso”
eran las “tenidas” poéticas, en la habitación de alguno, leyéndonos y
comentándonos hasta la madrugada. Eso me dejó de manifiesto la necesidad
que tenemos los poetas de un ámbito
propio, de sincero e íntimo intercambio de textos, dudas y
proyectos. Entonces, empecé a invitar mensualmente a cinco bardos, dos
locales y los otros “forasteros”, en un par de mesitas de café colocadas
ad hoc en el fondo de la Librería García, de Moreno. Rodeados de libros,
y café de por medio, nos dejábamos ir (a veces en fuerte polémica) por
esos derroteros que sólo la poesía sabe generar. La cosa terminaba
cuando la gente de la librería hacía ostensibles gestos de “hay que
cerrar”… Casi nadie faltó a la cita, la mayoría reconoció que nunca
habían participado de algo similar. Después de un año abandoné la
convocatoria -que acaso retome algún día-, a causa de una serie de
desgracias personales que menguaron mi ánimo.
Tal vez la experiencia más innovadora y compleja, tomando en
cuenta la diversidad de variables en juego, haya sido “Con-versando”.
Esta vez tenía deseos de armar una propuesta para “salirle al paso” a la
gente no habitué de la poesía; mucho me ayudó Héctor Celano, poeta y
actor de gran experiencia en recitales; se sumaron con entusiasmo
Eduardo Espósito y el cantautor Luis Del Mar. Y nació un espectáculo de
algo más de una hora de duración, centrado en nuestros textos poéticos,
presentados con un dejo de teatralidad, más el
aporte musical y vocal de Luis. El público quedaba sorprendido,
el temor de que fuera “demasiado largo” pronto se disipaba. A poco de
andar, Héctor partió para otros rumbos, y entonces Luis propuso a su
amigo Hugo Mercado para la vacante. Hugo es un poeta de impronta
gagliardiana, de entonación social y fuerte presencia escénica: fue una
apuesta contrastante con la poesía de Eduardo y la mía, y un aporte
decisivo para el espectáculo. Así, la mayoría de las veces con el apoyo
del municipio de Moreno, recorrimos varias localidades de las provincias
de Santa Fe, Córdoba, San Luis y del Gran Buenos Aires con nuestro
espectáculo, que, en su momento de auge, llegó a tener tres versiones
(hora y cuarto, cuarenta, y quince minutos) según el tenor de la
invitación. También participó la charanguista María Inés Ferreira. Para
mí, lo principal era la reacción del público. Recuerdo que al final de
una representación en Librería Hernández, una ex compañera de la
facultad se acercó para felicitarnos y se puso a llorar: “Perdonen, nos
pusimos tácitamente de acuerdo para no interrumpirlos en el recitado,
pero es mucha emoción acumulada”. Calculo que retomaremos ese tipo de
propuesta: en ella se resume buena parte de mi mirada sobre lo poético
en su dimensión social. En la actualidad,
luego de una experiencia bloguera con “8 PM”
(Ocho poetas de Moreno),
colaboro en la coordinación (no organizo) de los ciclos “Café
Patricios”, en la ciudad de Buenos Aires, y “Poesía del Oeste”
(ciclo creado por Andrés Aguirre),
en la ciudad de Moreno.
¿Cómo evalúo este aspecto de mi actividad, que podríamos
denominar “animación cultural”?: no me arrepiento de nada, por más que
muchas cosas podría haberlas hecho mejor. Eso sí, si uno se pone a sumar
la cantidad de esfuerzo y tiempo empleados, no puede evitar la idea de
que si hubiese balanceado mejor los mismos con la también necesaria
tarea de difundir la obra individual, uno se sentiría más satisfecho.
Tal vez no sea políticamente correcto decirlo, pero siento que tanta
tarea desplegada (por ejemplo: armé el sello editorial “Runa”, sin fines
de lucro, para que poetas locales lograran acceder a la socialización de
sus primeros libros) no halló reciprocidad
(y acaso comprensión) en
la mayoría de los colegas.
Ampliando la reflexión,
a esta altura de mi carrera, constato que las invitaciones a los
encuentros / publicaciones más prestigiosos
en el país
no llegan, y probablemente no acontecerán. Me han hecho algunos
reportajes en los últimos años, pero nadie ha escrito un ensayo, ni
siquiera un artículo crítico serio sobre mi obra; y eso es poco
alentador para un artista que lleva décadas de producción. Retornando al
concepto de animación (me tienta decir “agitación”) cultural, no deja de
ser, en mi caso, una productiva contextualización de lo que refiero en
otro tramo del reportaje sobre la “Educación Poética” y sus
derivaciones.
8 – De tu actualidad podemos comunicar que desde 2012 dictás el Taller
de Lectoescritura en el Curso de Orientación y Preparación Universitaria
(COPRUN), en la Universidad Nacional de Moreno (UNM); y que la revista
electrónica que dirigís, especializada en poesía y educación, se titula
“Conurbana.cult”; y que coordinás el Grupo “Escritura Creativa”. ¿Nos
introducirías con algún pormenor en estas propuestas?
CS
– En efecto, estoy dictando el curso de ingreso la UNM; este tipo de
actividad se alinea con una serie de experiencias que desarrollé en la
UBA (en el Ciclo Básico Común, Semiología) hace una década, y con la
actividad desplegada a lo largo de ocho años en el Instituto Rojas
(ISFD Nº 21)
de Moreno (formación de docentes), en este último caso con talleres de
lectura y escritura académica, que comenzaron en los profesorados en
Lengua y Educación Primaria, y finalizaron extendidos a toda la
comunidad del instituto (unos 4000 alumnos). Los puntos de coincidencia
pasan por la toma de conciencia, por parte de docentes y alumnos, de las
importantes limitaciones que imponen al estudiante superior /
universitario la falta de práctica y base teórica mínima para abordar la
lectura y escritura de cierta complejidad. Me satisface que lo que
empezó como un taller (en el Rojas), secundado por un par de ayudantes
de cátedra (categoría que impusimos varios docentes “pioneros”, y hoy es
oficial en la provincia de Buenos Aires) para “ayudar a escribir” a los
futuros maestros, culminara en un taller de escritura académica, como
proyecto institucional, ligado a cátedras universitarias y con
reconocimiento del Ministerio de Educación de la Nación. De todos modos,
para ser sinceros, los resultados fueron limitados.
En la Universidad Nacional de Moreno la experiencia con los
ingresantes es valorable, aunque el período es cada vez más breve (once
clases); para la mayoría, el curso introductorio es el primer escalón en
la vida académica en toda su familia. El taller de lectoescritura es
particularmente propicio para poner en palabras estas situaciones: los
miedos, las expectativas, las dificultades materiales… El equipo de la
cátedra, encabezado por el doctor Armando Minguzzi, es variado y
eficiente, aunque en el último año hubo bastantes cambios. Paralelamente
al dictado del ingreso (los interesados) desarrollamos una tarea de
investigación basada en las producciones de los alumnos; en mi caso
elaboré, junto a la licenciada Stella Maris Cao (psicóloga), un estudio
enfocado en las representaciones del mundo universitario y su propio
lugar en él de los alumnos, con una propuesta centrada en el rol del
docente “inicial” para acompañarlos en ese paso; pronto aparecerá
publicado, junto a las investigaciones de otros compañeros. Como
contrapartida, un discurso excesivamente asentado en la “inclusión” por
parte de las autoridades académicas, relativiza la importancia del
esfuerzo y la valoración de la exigencia…; es cuando la política (en mi
opinión) se entromete dañinamente en la educación. Por otro lado, me
reconforta que los tres alumnos que tuve en el tercer año del
bachillerato popular de mi barrio (los B. P. son una última instancia
para personas que ni siquiera pueden “enganchar” en los FINES I y II,
que son planes oficiales para completar/cursar la secundaria),
hayan hecho pie en la UNM y estén ya en el segundo año de la carrera.
Los Bachilleratos Populares son una experiencia cooperativa y sin
sueldo; hace un par de años obtuvimos reconocimiento oficial para los
títulos.
En esta misma universidad, y a propuesta de las autoridades,
dicté un curso de escritura creativa y poesía para docentes de
secundaria. Resultó bastante exitoso (creo que “la pegada” fue invitar a
dos poetas por encuentro para leer y dialogar con los asistentes);
finalizado el curso (octubre 2013), nos seguimos encontrando
informalmente y esa fue la base de un grupo (Escritura Creativa de
Moreno, así se lo ubica en Facebook) que, con sus altibajos, se
mantiene. Mi idea inicial era centrarnos en el diseño de secuencias y
proyectos para trabajar la poesía y escritura literaria en la escuela.
Las necesidades de los integrantes (algunos de los cuales no son
docentes) nos llevaron a armar algo así como un
anarcotaller, con una especie
de convocante / coordinador que vengo a ser yo… Siempre se aprende de la
realidad; en rigor, yo quería enfatizar la llegada a la escuela con otra
mirada, otras estrategias, pero los miembros del grupo preferían hacer
taller literario, escribir y leer poesía, cuento y crónicas, como paso
previo a lo didáctico. Bueno, le ganaron la pulseada al coordinador, y
creo que para bien, hay itinerarios que no pueden obviarse.
Hace algo más de un año, en paralelo, convoqué a un grupo de
artistas y periodistas para armar un revista electrónica:
“Conurbana.cult” (así se googlea). El propósito es difundir la actividad
artística y cultural del tercer cordón del conurbano (sobre todo el
Oeste, al que pertenece Moreno), con especial atención a la literatura y
a las experiencias grupales y educativas. Maricarmen Almada (periodista
y escritora), Alejandro Arébalos (docente y plástico) y Mónica Angelino
(poeta y coordinadora de talleres), conforman el consejo de redacción,
tenemos colaboradores permanentes (estamos por sacar un atrasadísimo
tercer número). La revista es independiente, autogestiva y sin fines de
lucro, y más allá del mencionado foco puesto en lo local, también
presenta notas sobre el devenir cultural (en especial, vinculado a la
poesía) nacional y continental. Deberemos mejorar su difusión y
enriquecer el diseño. “Conurbana.cult” es un niñito que se ha largado a
marchar…
Respecto de qué rol juego yo en todo esto, señalo dos cosas. En
primer lugar, en estos últimos años, vengo desarrollando un corpus de
ideas, aún algo difuso, que llamo “Educación Poética”. Se trata de un
intento de recuperación / reformulación de la función de la poesía en la
existencia del hombre y en la sociedad actual. Se trata de repensarnos
desde ese espacio tenso, revelador y liberador que plantea la palabra
poética, tanto desde la recepción como desde la producción. Más
pragmáticamente, los medios, la escuela y la familia cada vez brindan al
chico y al hombre en general, menos oportunidad de conectarse con la
poesía (más allá de las canciones, tema de interesante debate), y eso
tiene sus amargas consecuencias: algo así como una pérdida gradual y
embrutecedora de la sensibilidad y la espiritualidad…; digamos, una vida
más pobre, un desperdicio de oportunidades. La escuela debería iniciar
un proceso de revisión y reversión de esta situación. Hace unos días leí
que en las escuelas de ciudad de Buenos Aires se van a impartir talleres
de meditación; eso me alegró, va en el sentido de mi búsqueda; ahora,
¿por qué dejamos que se “cayera” ese espacio de placer tan constructivo
que es la poesía?...
En segundo lugar, debo mencionar una difícil lucha (con los demás
y también interior) para sacar del medio ideas tan arraigadas como el
liderazgo, los “seres especiales” y otros hegemonismos, que a la postre
empobrecen la experiencia creativa (y social, en general). A veces se
vuelve difícil no desbarrancar, “escucharnos en singular y en plural”,
como suelo decir, encontrar el equilibrio en estas proposiciones “fuera
de sistema”. Bueno, es parte del desafío.
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9 - ¿Participaste en el Primer Encuentro de Poetas del Mundo en Cuba “La
Isla en Verso” en 2012?
CS
– Fue una participación a distancia. No tenía dinero para viajar (una
constante en mi “carrera” como escritor, nunca pude asistir a
premiaciones o invitaciones en el exterior). Filmamos, con mi amigo,
poeta y vecino Oscar Perdigón, dos videos de algo menos de diez minutos;
uno dedicado a mi poética y el otro presentando la poesía de Moreno, con
un recitado “mano a mano” con Oscar y una recorrida por los libros de
poetas morenenses, que por cierto son muchos. Ambos videos están en
YouTube. Lo anecdótico es que no los pudieron recibir vía internet allá
(en esa época en Cuba no tenían banda ancha), así que tuvimos que mandar
un CD por correo, que llegó y se presentó en varias ciudades cubanas,
principalmente en escuelas.
10 – Hace unos años compartimos espacios sociales, festivos, y
tuve oportunidad de oírte cantar y acompañarte con la guitarra. Y en
algún lugar advierto hoy que has sido director e intérprete de la
llamada “Cantata por la Paz”, auspiciada por la Escuela Municipal de
Música de San Miguel, otra localidad bonaerense, en diciembre de 2014.
Gratamente sorprendido, te pido que nos cuentes de qué se ha tratado.
CS
– La música es en mi vida una novia desatendida, que no pierde ocasión
de reprocharme y seducirme. En junio del año pasado tomé la cátedra de
Literatura en la Escuela Municipal de San Miguel; me tocó un grupo de
cinco instrumentistas en el último año de su carrera (todos muy
jóvenes), y quedó planteado el desafío: había un expreso pedido de la
dirección de la escuela de trabajar contenidos que relacionaran música y
literatura. En la primera parte del año habían explorado el mito y la
ópera; yo encaré mi trabajo desde la indagación en las raíces
folklóricas y su proyección en el “Arte Clásico” (esa es la orientación
de la escuela); finalizaron con una monografía sobre aspectos de esa
relación. Pero quedó “picando” la posibilidad de crear a partir de sus
propios saberes y elecciones musicales, así que les propuse indagar el
género “cantata”, desde su origen renacentista hasta esa
original
apropiación del género que fue la cantata latinoamericana de las décadas
del ‘60-‘70, tan relacionada con lo folklórico y, fundamentalmente, con
lo político. Después de escuchar “Santa María de Iquique” y “Cantata
Latinoamericana”, la cosa llegó a su clímax: fue notable el efecto del
descubrimiento de esas textualidades poético-musicales, que les
resultaban a estos muchachos apenas un eco lejano y extraño.
Y comenzó el desafío…, porque escribir textos poéticos, letras de
canciones, inclusive, era para ellos una prueba novedosa e intimidante.
¿Por dónde empezar para tratar de componer una cantata? Decidí atacar
por otro flanco: les traje fotografías artísticas, de las más diversas
temáticas. Charlamos sobre esas imágenes, improvisaron melodías para
acompañarlas. Finalmente quedó definido el tema: las estremecedoras
imágenes de la guerra y su destrucción serían el punto de arranque.
Eligieron fotos del Berlín de 1945, de la Torres Gemelas, de un
miliciano recibiendo un balazo…, pero la más motivadora fue la de un
soldado norteamericano sosteniendo entre sus brazos el cuerpito de un
bebé japonés (no sabemos si vivo o muerto) en medio de los escombros.
“No a la guerra” fue la consigna (curiosamente, uno de los alumnos es
militar, de la banda del Ejército); leímos a poetas de fuerte sesgo
social: el paraguayo Elvio Romero, el chileno Pablo Neruda, el español
León Felipe… Siguieron intensas semanas de escritura talleril, tratando
de que cada uno pudiera producir un texto que “arrimara” a lo poético y
en relación personal y comprometida con el área temática elegida. Fuimos
definiendo una estructura, los fui orientando también para armonizar lo
mejor posible los textos, que serían el “recitativo” de las cantatas
clásicas. Fuimos probando ritmos, tonalidades para cada segmento (en
eso, fueron una luz, y yo los observaba algo azorado). Y llegó lo más
difícil: hallar el “leit motiv” y componer la canción, que sería el
centro de la cantata. Dimos con la frase “Por qué no puedo entenderte,
Guerra”. Siguió una elaboración colectiva: en ese texto estaban todas
las voces, que yo terminé de pulir y poner en transpirados
endecasílabos. Querían hablar de Hiroshima, del sentimiento del soldado,
de Palestina, de Malvinas, del imperialismo, de las madres que pierden a
sus hijos… Al final, parimos cuatro estrofas, en ritmo de rock bluseado
(también
eso después de arduas
discusiones).
En fin, que había despertado expectativas en la escuela, en la
cual todos los docentes presentan la labor del año en una muestra. A
nosotros nos faltaba bastante todavía, por eso lo titulamos “ensayo
general” y salimos “al toro” (además, faltó el trompetista, que era el
único que se animaba a cantar, así que el profesor debió cumplir, con la
mayor dignidad posible, el papel de solista vocal). Piano, contrabajo,
guitarra y flauta traversa se desempeñaron con intensidad, aunque no sin
nerviosismo, ante una treintena de asistentes. Al final hubo un aplauso
sincero, más cálido que estruendoso, y una sensación de sorpresa…; ¿qué
es esto?... Como cierre expliqué la propuesta y su proceso de
composición e invité a los asistentes a dar su opinión y proponer un
título para la “Cantatita” (su duración es de unos veinte minutos). Esa
charla fue estimulante, y estimo que sirvió para que los jóvenes músicos
(profesionales, casi todos) cobraran conciencia de lo que habían logrado
elaborar, con punto de partida en sus emociones, ideas y saberes, en
laboriosa y esperanzada cooperación.
11 - Al releer tus primeros poemarios, ¿reconocés tu voz
en ellos? ¿Ha variado tu poesía a lo largo de cinco lustros?
CS – Sin
dudas ha variado mi poesía, junto a toda mi persona, a la creciente
alforja de lecturas, al mundo que en esos cinco lustros, ha cambiado
aceleradamente. Pero es mi voz… Digamos que hay poemas añosos que me
hacen sonreír, otros ante los cuales me pregunto “¿cómo pude …?”
Pero estoy ahí, no hay vueltas.
Claro, en el proceso ha habido hitos, momentos determinantes. Recuerdo,
en especial, tres: el primero, allá por mis trece, catorce años, fue
como la confirmación de que era poeta, y la intuición de que “eso” me
acompañaría siempre. Fue una tarde veraniega de caminata por mi
capitalino barrio de Villa Luro,
siempre
entrañable…
Sentí un estremecimiento, empecé a dar vueltas en mi cabeza a unas
imágenes que surgían… Cuando llegué a casa el poema estaba terminado, y
mi vocación, confirmada. Si bien yo “escribía” poemas desde antes de ir
a la escuela, esa tarde fue algo así como un ritual iniciático,
solitario y parece que definitivo.
El segundo momento que juzgo
decisivo fue diferente. Durante la Carpa Blanca, allá por mis treinta
años largos, los docentes en ayuno juntábamos firmas de adhesión a la
defensa de la escuela pública en las plazas locales. Una mañana se
acerca un muchacho a firmar, tenía mucho entusiasmo, pero escribía su
firma muy lentamente (era analfabeto). Me embargó una tremenda emoción,
que apenas pude disimular. “Esto tengo que escribirlo”, pensé. Pero eso
ocurrió un año después, volviendo de discutir en la ciudad de La Plata
en otras instancias, pero también educativas, amontonado en el
ferrocarril Sarmiento a las siete de la tarde… Y el poema apareció, lo
escribí de memoria (generalmente componía así en esa época). Al llegar a
Moreno ya estaba listo. La reflexión que se inició esa misma noche sobre
los tendenciosos misterios de la inspiración y su conexión con el duro
combate de cada día, me instalaron en otro escenario respecto de la
poesía y mi propia creación.
Finalmente, hace una década, comencé a trabajar como capacitador
de docentes, y debí trasladarme con frecuencia a la localidad de
Laferrére, casi dos horas sólo de ida…; en el colectivo comencé a
componer un texto que me
extrañó, era sinuoso, con mucha asociación libre, con mucho vértigo
inconsciente…; extrañamente, me sentí cómodo, pleno, escribiéndolo (lo
terminé después) y en ese momento me di cuenta de que había dado con el
rumbo que estaba buscando para mi poesía de ese período,
a la que venía
sintiendo cada día menos satisfactoria, algo limitada, tal vez
reiterativa…; desde esa mañana mi poesía tuvo más oxígeno, o,
directamente, otro aire.
En lo que hace a lo temático, hay una región a la que vuelvo,
desde mi adolescencia, periódica, casi cotidianamente: la reflexión
sobre lo poético y la palabra. Lo social fue responsable de mi
“reencuentro” con la poesía, después de varios años de casi abandono, y
generó tres libros; es algo que permanece, y vuelve, en situaciones
puntuales, a aflorar. En la última década, sin embargo, me ha ganado la
poesía que podríamos llamar “existencial”, una constatación, entre
brumosa y encandilante, de las heridas, de los abismos del transcurrir y
el ser, de la permanencia y la disolución. Y también están los textos
que voy escribiendo sobre mis hijos, celebrando ese descubrimiento
inagotable que es ser padre; componiendo y leyendo estos poemas he
experimentado (junto a algunas situaciones de logros en las aulas) los
momentos más felices de mi vida.
En cuanto al estilo puedo señalar que todo es un insospechado
reciclaje… Junto a los
neologismos empleo con cierta frecuencia
palabras casi relegadas al olvido (por ejemplo:
relente, hogaño, zurear) que no deberían perderse, aunque más no sea por
su musicalidad. Estoy volviendo a escribir algunos poemas con métrica y
rima (abundaban en mi juventud). Hacia 2008 comencé con la composición
de tríadas, poemas breves, con separación de barras, no de versos, en un
intento de retener la fluidez semántica, sintáctica y fónica. Cada poema
forma parte de una unidad mayor (tríada), a la manera de los movimientos
de un concierto barroco. Así nacieron
“Tríadas” (2009) y “Tríadas
II” (2012). Otro “género” que experimento es la “marina”,
composición más bien metafísica, surgida de la contemplación del mar, y
también exploro desde hace un lustro el haiku (acabo de finalizar un
pequeño volumen con ellos) e intento con el shijo… Dios y Basho dirán…
12 -
Transcribo unas frases de un trabajo que se presentó en 1988 en
Fundación del Campo Freudiano, en Buenos Aires, y del que ignoro el
nombre de su autor: “La poesía
manifiesta una violencia infligida al uso del idioma. Se funda en la
ambigüedad de un doble sentido. Alusiva al igual que el oráculo, se
constituye más allá del sentido. Lo que despierta es su polisemia, su
imprevisibilidad. Para escucharla no se puede permanecer pegado al
sentido. ¿Acaso el poeta no logra a veces la proeza de que un sentido
esté ausente?” ¿Qué agregarías, Claudio?
CS
– Hay una afirmación de Roman Jakobson que demoré en comprender (creo
que recién lo estoy haciendo ahora), que, de algún modo, dialoga con la
paradoja señalada. Aunque parezca todo lo contrario, es en el territorio
de la poesía donde las reglas de la lengua se cumplen con más
inflexibilidad. Hay una cierta “ferocidad” inherente a la palabra que
trasciende al que la emplea, aunque sea el poeta…
“Las palabras tienen vida propia/
por eso saben herir tan
limpiamente” nos dice Guillermo Boido en un dístico apabullante. El
poeta no debe “hacerse cargo” de la ambigüedad, desvelarse por ella,
pues ésta es inherente a lo que somos y no somos, al lenguaje, que nos
dice y nos desdice…
Esto consolida (al menos para mí) la imagen del poeta como oreja y
lengua del gran latido cósmico, médium más que maestro, albañil, más que
arquitecto, que intenta manejar el fuego de Zeus (que no es suyo) con la
“herramienta” díscola del lenguaje (que precariamente cree dominar) para
comunicar algo a otros seres (que son y no son como él). Por eso cuando
creo un neologismo (se da con frecuencia en mis textos), hay algo de
derrota (no di con la palabra, el lenguaje no me abrió del todo su
cofre) y de triunfo (“descubrí” ,“fundé” algo); en este sentido, ya en
el terreno de las imágenes y del poema mismo, experimento esa misma
sensación de “develar la simpatía universal”, digamos un segmento del
ADN cósmico, a la par de brotarme la estremecedora duda de haber
realizado, apenas, un jueguito verbal, una pirueta que se sueña salto
mortal. A veces envidio a los pintores y a los músicos, los siento ante
un campo abierto; nosotros, los poetas, estamos en la jungla del
lenguaje, acechantes y acechados.
13 - ¿Qué escritores te influyeron? ¿Piglia? ¿Beckett?
¿Lispector? ¿Montale?... ¿El peruano Augusto Salazar Bondy (1925-1974),
el portugués José Saramago (1922-2010), la inglesa Virginia Woolf
(1882-191), el salvadoreño Roque Dalton (1933-1975)? ¿Griselda Gambaro?
¿Yukio Mishima? ¿Eugène Ionesco?...
CS – Mis primeros formativos “leídos seriamente” fueron los clásicos
españoles e internacionales de la Colección Contemporánea de Editorial
Losada, que una tía había ido reuniendo (sospecho que casi sin leer).
Allí me deslumbraron Tagore, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, en
poesía; la prosa de Miró y Azorín se me presentaba como insuperable.
Pero el gran poeta de mi pubertad, y sigue siéndolo, es Antonio Machado,
ya en sus libros, ya musicalizado por Serrat. Y en narrativa, un Quijote
leído a los once años (en versión adaptada por Germán Berdiales) me
fascinó, vuelvo infinitamente a ese libro, es el modelo insuperable.
Shakespeare y Sófocles me enamoraron del teatro leído; con Brecht y
Fernando Arrabal empecé a entender la especificidad del hecho teatral (y
Molière, por supuesto, el verdadero clásico inoxidable de las tablas).
Volviendo a la línea clásica lírica, Garcilaso, Góngora y Quevedo
siempre “están ahí”, y la Generación del ‘27, con sus aledaños León
Felipe y Miguel Hernández laten quedamente en mi poesía, junto a Blas de
Otero y Nicolás Guillén. De los argentinos, Manuel J. Castilla, Juan L.
Ortiz y Raúl González Tuñón son presencias poderosas. Y claro, Borges,
tanto en poesía como en cuento, compartiendo el podio de influencias con
Rulfo y Quiroga, que ya mencioné. Aclaro que siento sus presencias en mi
creación, sin que mi literatura se les parezca o pretenda hacerlo; es
eso, una presencia sin la cual mi producción sería distinta. Leo sin
demasiada fluidez algunas lenguas europeas, lo cual me ata a las
sospechosas traducciones (¿habrán dicho eso Omar Jayam, Tu-Fu, Rilke?),
de ahí la preeminencia de los castellanos
en mis recorridos líricos.
Sobre los autores de la lista, Montale y, en general los
existencialistas-herméticos italianos, en especial Ungaretti, me deparan
un siempre renovado espacio para la reflexión, más aun que los
surrealistas, diría. De los narradores, nadie podría negar a Saramago,
Mishima o a Virginia, pero no siento que me hayan influido, tal vez por
haber llegado tardíamente a mi biblioteca (salvo aproximaciones
aisladas). Sí admiro -me identifico en el latido- a Ionesco, Beckett y
Gambaro (aunque mi escritura teatral poco tenga que ver con la de
ellos); en verdad, el Absurdo se prefigura en el Expresionismo, estética
(casi diría cosmovisión) con la que me hallo en honda sintonía. Y en
diálogo con ellos, la literatura “existencialista”, en el más amplio
sentido: de Camus a Orwell, de Buzzatti
a Char, arrancando del genio solitario de Kafka, y esa versión tan
nuestra y original que es la narrativa de Antonio Di Benedetto, acaso el
más perfecto y a la vez estremecedor de nuestros novelistas. Reconozco
en mi escritura teatral fuerte influencia de nuestro grotesco, más al
modo de Francisco Defilippis Novoa que al de Armando Discépolo, y esa
impronta insoslayable, lúcidamente desesperada, genial, de Arlt.
Finalmente, un lugar muy especial para la literatura popular, desde el
cancionero tradicional folklórico al tango, de Atahualpa Yupanqui a
Gagliardi, pasando por los narradores orales… Cuánto debe nuestra
cultura y nuestro universo emocional a estas cotidianas gemas.
14 - Ricardo H. Herrera declara:
“Me gustan los poetas que se
aproximan a su tema como Cézanne lo hacía a los suyos: con esfuerzo,
obstinadamente. Nada de abstracciones de escritorio sobre el papel, tan
sólo lo que se conoce por experiencia de los sentidos. (…) Me gusta que
el color de la palabra transmita el sentimiento nombrándolo apenas…”
¿Qué te despiertan estos enunciados?
CS
– Perseverancia, obstinación, por un lado, y sugerencia, sensorialidad,
por el otro, parecerían términos de una formulación contrastiva. A mí me
orientó bastante al respecto una charla sobre la poética de Dylan Thomas
(desafortunadamente, no recuerdo al expositor, tal vez fue Esteban
Moore); en ella se puntualizaba el enojo del galés cuando la crítica lo
ubicaba demasiado cerca del Surrealismo. Y se entiende, según él,
algunos poemas le llevaban meses de paciente y a veces desalentadora
“lima”… Nada más lejos de la escritura automática y las asociaciones
azarosas. Y sin embargo, la poesía de Thomas sabe internarnos en los
pasadizos de la pesadilla, el deseo y la
desesperación de manera más
honda, y sin dudas más conmocionante que la mayoría de las zambullidas
de la tropa bretoniana. Cuando la poesía realmente lo es, será
sugestiva, más allá de la técnica de “maleado verbal” empleada, más allá
de ideología pregnante; siempre, volviendo a una pregunta
anterior, se nos escapará de la manos, siempre nos de/re/sangrará los
labios y los oídos, o sea, los portales del alma.
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Claudio Simiz selecciona
para acompañar esta entrevista, en marzo de 2015, seis poemas de su
autoría:
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Los hijos
Y mientras el esclavo
y el siervo
y el mensú
y el obrero
engendraban sus hijos,
el amo hacía cuentas
y soñaba
con sus nuevas monedas
de carne encadenada
en su cofre de hierro.
En cambio,
el esclavo
y el siervo
y el mensú
y el obrero
reían,
lloraban,
y
danzaban
porque sabían que engendraban
hombres.
(de
“De pura chapa y otros versos”, 2000)
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La
tierra
Y la tierra es así:
uno quiere olvidarla,
se estira,
intenta
la aventura del aire,
pero el aire se parece
demasiado
a los sueños
y uno aterriza
en cuatro patas,
de rodillas,
de pie,
la columna estremecida.
Al rato
sacude la cabeza,
se palpa
los dolores y los años,
busca un piso más firme
para el próximo esguince.
Los pájaros nos miran,
nos sonríe su corazón azul
que solo caerá una vez.
(de “No es nada”, 2005)
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Lugares
I Desde
mi ventana
Lo han venido anunciando los
zorzales/ el día ya es inevitable/ y crecerá la luz aunque cierre mis
párpados/ igual que el olor acre de la muerte/ indiferente y ferozmente
ecuánime/
Me pregunto/ si quedará alguna línea aún no escrita/ un hiato un
lapsus/ entre tantos millones centillones de instantes/ que absorbemos
el aire y lo expulsamos/ hasta quedarnos con el solo silencio/
Ojalá llegue el viento / sabio niño/ a azarearme las páginas del
día/ a azorarse en las velas desvaídas de mi desarbolado corazón/ en los
páramos/ de a ratos/ la poesía perfuma de otro modo.
II
Desde mi biblioteca
Ojos
expertos núbiles/ manos
trémulas de ensueño o de codicia/ creerán desbrozar saquear mi
biblioteca/ que se dispersará/ como un lento y pequeño Bing Bang de
silencios/
Ella ha ido creciendo/ ha cambiado de tallas y de nombres/ ha
discurrido ocasos y cenites/ y acaso pueda/ contar mejor que nadie mis
costillas rotas/ hacer constar en actas las capitulaciones de mis
sueños/
Al final/ las miríadas de páginas y polvo/ que fatigué mil veces/
o esquivé tercamente/ resultarán mi cosecha y mi siembra/ la manera de
entrarme mansamente/ en el descubrimiento prodigioso del olvido.
III
Desde mi espejo
Aquí están mis palabras/
dolientes o dolidas/ aquí está mi silencio/ yo no estoy aquí/
Aquí está mi pellejo/ trasegado de esquirlas y caricias/ aquí mi
subrepticia/ mi rotunda osamenta/ yo me he ido hace tiempo/
Aquí yace un obstinado corazón/ un náufrago solitario y
espléndido/ después del desamor y el desolvido/ no le tengas piedad/ los
sueños saben ser generosos con su presa.
(de “Tríadas”, 2009)
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Jornada
I
Nadie mira adelante/ antes de
la partida/ los ojos van y vienen/ del puño a la maleta/ del cielo al
suelo/ mientras susurran “vamos” las agujas unísonas/
Nadie sueña el mañana/
mientras cierra la puerta/ y sus pasos opacos despiden la vereda/ y
guarda en su bolsillo las llaves que darán a la nada/ e inaugura el
exilio tempranamente exhausto/
Nadie deja su casa vacía/
nadie se marcha solo.
II
Caminar es la cosa/ aceptar que partir es partirse/ hasta romper
con la propia sombra/
Caminar es la cosa/ pactando atajos con la senda crispada/ con la
luz temerosa/ con los propios ajenos dubitativos fémures/
Caminar es la cosa/ comprender que la diáspora es una flor
secreta que se abre y se cierra cada día/ caminar/ sin que se nos apague
el corazón/ intentar que no caiga condenado inocente/ como un huevo de
su nido.
III
Todo hombre tiene su instante de ceniza/ y las cenizas saben
obstinarse quedamente/ hasta volvernos ciega la mañana/
Todo hombre ha bebido su último trago hasta las heces/ mientras
ausculta la memoria de lo que no ha sido/ y acomete a alaridos a la
noche impecablemente sorda/
Todo hombre regresará una
tarde/ sólo para saber si aún está solo.
(de
“Tríadas II”, 2012)
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Los ahogados (marina)
Los ahogados son los únicos
que vuelven de las caricias de
la muerte.
Nos regresan crecidos,
burilados quién sabe por qué
mano,
coloreados como un mantel
en que se ha derramado el vino
de la noche.
Vienen de perseguirse por los
bosques azules,
del intento de hacerse de
burbujas
que siempre escaparán hacia su
padre, el aire,
de recorrer senderos
que ceden sus atajos falaces.
Pero regresan,
siempre regresan,
tal vez con algún alga dorada
en los cabellos.
Los abismos siempre son más
pequeños que una casa;
en el amanecer
la playa se parece demasiado a
una cuna.
(de
“Actas del naufragio”, 2014)
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Hasta siempre
A
Javier Adúriz,
in memoriam
El poeta lo sabe:
entre la íntegra locura
y la obscena cordura
sólo media un paso,
y él está
(todos estamos)
sosteniendo la vida
con un pie en cada abismo.
(de “Café con lluvia”, inédito)
*
Entrevista realizada a través del correo
electrónico: Ciudades de Moreno y de Buenos Aires,
distantes entre sí unos cuarenta kilómetros,
Claudio Simiz y Rolando Revagliatti, marzo 2015.
*
Hasta siempre
A
Javier Adúriz,
in memoriam
El poeta lo sabe:
entre la íntegra locura
y la obscena cordura
sólo media un paso,
y él está
(todos estamos)
sosteniendo la vida
con un pie en cada abismo.
(de “Café con lluvia”,
inédito)
Entrevista realizada a
través del correo electrónico: Ciudades de Moreno y de Buenos Aires,
distantes entre sí unos
cuarenta kilómetros, Claudio Simiz y Rolando Revagliatti, marzo 2015.
http://www.revagliatti.com.ar/030816b.html
http://www.revagliatti.com.ar/031124.html
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Rolando Revagliatti
nació en 1945 en Buenos Aires (la Argentina), ciudad en la que reside.
Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido traducido y difundido a los
idiomas francés, vascuence, italiano, asturiano, alemán, catalán,
inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano, búlgaro y neerlandés. Uno
de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe
castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta
belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza.
Ha sido incluído en más de cincuenta antologías y libros colectivos, la
mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México-Chile,
Panamá, Estados Unidos de América, Venezuela, España, Alemania-Perú,
Austria, Italia y la India. Obtuvo premios y menciones en certámenes de
poesía de su país y del extranjero. Fue el editor de las colecciones “Olivari”,
“Musas de Olivari” y “Huasi”. Coordinó varios Ciclos de Poesía, así como
la Revista Oral de Literatura “Recitador Argentino” y otros eventos
públicos, solo o con otros escritores. Coordina talleres de escritura.
Ha sido colaborador en más de seiscientos periódicos, revistas y
colecciones de plaquetas, cuadernos, murales, etc., de la mayoría de los
países de América y Europa, así como ha dado recitales en innumerables
propuestas públicas. Su narrativa, piezas teatrales y poesía se
socializa en revistas y boletines electrónicos, bibliotecas virtuales,
sitios, blogs, etc. En soporte papel publicó desde 1988 dos volúmenes
con cuentos y relatos: “Historietas del amor”, “Muestra en
prosa”; uno con su dramaturgia: “Las piezas de un teatro”;
quince poemarios: “Obras completas en verso hasta acá” (tres
ediciones), “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):” (dos
ediciones), “Trompifai”, “Fundido encadenado” (tres
ediciones), “Tomavistas” (cuatro ediciones), “Picado
contrapicado” (dos ediciones), “Leo y escribo” (tres
ediciones), “Ripio” (tres ediciones), “Desecho e izquierdo”,
“Propaga”, “Ardua” (cinco ediciones), “Pictórica”
(tres ediciones), “Sopita” (seis ediciones), “Corona de
calor”, “Del franelero popular” (dos ediciones), además de
“El Revagliastés”, antología poética personal y “Revagliatti –
Antología Poética”, con selección y prólogo de Eduardo Dalter. Sus
libros han sido editados electrónicamente y se hallan disponibles, por
ejemplo, en
http://www.revagliatti.com.ar. Cuatro poemarios suyos, inéditos en
soporte papel, “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”,
“Infamélica”, “Viene junto con” y “Habría de abrir”,
cuentan con dos ediciones-e de cada uno: en PDF y en Versión FLIP (Libro
Flash). Es posible acceder a “Picado contrapicado” en html en
http://rolandorevagliatti.blogspot.com, integrando la colección de
Editorial Alebrijes. Sus 185 producciones propias en video, todas ellas
debidamente diseñadas y editadas, se encuentran en
http://www.youtube.com/rolandorevagliatti. |
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© Maria Estela Guedes
estela@triplov.com
PORTUGAL |
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