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Lo vi en muchas partes y leímos juntos en algunas: en
Santiago de Chile, Morelia, Querétaro, Zacatecas, Monterrey, y sobre
todo Lima y Ciudad de México…Es curioso o paradójico: según mi
experiencia, Cisneros era muy diferente cuando se conversaba sólo con él
o cuando estaba en grupo. En lo primero, era serio, pero si encontraba
un grupo que supiera oírlo, podía ser por horas divertidísimo,
brillantísimo.
En noviembre de 2004, invitado por el poeta Rafael Vargas, agregado
cultural de México en Chile, asistí a la Feria del Libro y a un
encuentro de poetas en la Universidad Finis Terrae. Volví a
encontrar a Cisneros después de muchos años. Bebiendo whisky, Toño (así
le decíamos todos) era de carrera larga. La noche de su arribo, luego de
estar bebiendo con otros poetas en el hotel NH, de calle Condell, nos
invitó casi obligándonos a William Ospina y a mí “a seguirla”. Salimos a
caminar, y como estaba casi todo cerrado, acabamos en un restorán de
medio pelo en la Plaza Italia. Cisneros la traía gratuitamente contra
los dependientes y bromeándoles les machacaba que Perú acababa de vencer
en futbol a Chile. “¿A qué horas le pegan?”, me preguntaba. En la
rockola del sitio no dejaban de sonar, para horror y tormento, canciones
de Thalía, de Luis Miguel y Juan Gabriel. Al salir del changarro,
mientras caminábamos hacia avenida Providencia, Ospina se puso a cantar
canciones rancheras y yo lo acompañaba con algo que eran preferentemente
aullidos. Nos detuvieron un joven y una joven carabineros: la joven era
bonita. Toño de inmediato entró a explicarles: “Miren, somos unos poetas
que venimos del Perú, de Colombia y de México. Estamos aquí en el hotel
NH. Como ustedes ven, el poeta colombiano se sabe mejor las rancheras
que el mexicano”. Los carabineros sonreían. Le pregunté a la carabinera:
“Por el demérito patriótico que me hizo el poeta peruano ¿me permite que
le dé un beso de despedida?”. En los siguientes días Cisneros relataba
los hechos, pero como pegó mucho entre los chilenos la anécdota con la
carabinera, modificó la versión, y contaba en plural: “Entonces, luego
de decirles que William Ospina sabía mejor las rancheras, Marco Antonio
y yo nos despedimos de beso de la carabinera”.
En las dos últimas semanas de octubre de 2009, cuando se
le dedicó el Encuentro de Poetas del Mundo Latino en Morelia y se le
dio, junto con Hugo Gutiérrez Vega, el Premio de Poetas del Mundo Latino
Víctor Sandoval en Aguascalientes, nunca lo vi tan feliz, tan cordial,
tan afable con la gente, luciendo a diario impecables trajes. En Morelia
su foto cubría calles y plazas.
En junio de 2010, la ex gobernadora Amalia García y el director del
Instituto Zacatecano de Cultura, David Eduardo Rivera, me otorgaron el
premio Iberoamericano Ramón López Velarde. Pedí si podía invitarse a las
Jornadas a Juan Manuel Roca y a Toño Cisneros. “Los dos son grandes
poetas y los dos son muy divertidos”. Y los invitaron. Y todos la
pasaron bien. Leímos los tres juntos en la ciudad de Zacatecas y en el
Teatro Hinojosa de Jerez. Luego de la entrega del premio cenamos en
grupo en la casa de la calle de la Parroquia donde vivió López Velarde.
El poeta José de Jesús Sampedro apareció de improviso y le puso a
Cisneros en la mesa tres botellas de whisky. Jalé a Sampedro: “¿Nos
quieres llevar al suicidio…?” Luego de media de whisky, mientras tocaban
los mariachis, Cisneros estaba encantado conversando con Amalia García:
“Oiga mi reina, fíjese mi reina, le quiero contar esto mi reina, en el
Perú mi reina...” Con todas las tablas que da la política, Amalia
conversaba como si se conocieran de toda la vida. Le sugerí en voz baja:
“Toño, dile o Amalia o licenciada o gobernadora”. Me respondió molesto:
“¿Tú me vas a enseñar a mi edad, yo que trabajo en la cancillería
peruana, cómo tratar políticos?”
Lo vi la última vez en abril en Lima. Le llevé a su trabajo, en el
Centro Cultural Inca Garcilaso, diez ejemplares de la edición que le
publicamos en la UNAM de su excepcional antología personal Propios
como ajenos. Le encantó como objeto. Luego nos dirigimos a comer
con varios amigos (José Ángel Leyva, Jotamario Arbeláez, Fernando
Herrera y su mujer) al histórico Bar Cordano, a un costado de la
catedral. Durante la tarde en el Cordano y durante la cena que hizo en
su casa luego de la sesión inaugural, pocas veces lo vi tan cordial y
tan centellante. En la sesión inaugural del Festival de Poetas de Lima
en un gran parque, ante cosa de dos mil gentes, fue impresionante el
aplauso que le dieron los peruanos a su mejor poeta [aún] vivo. A Toño
se le salieron las lágrimas.
Hace cosa de mes y medio me habló por teléfono. Tenía un cáncer durísimo
en el pulmón y una severa fibrosis pulmonar. Lo hacían pedazos las
quimioterapias. Cosa de una semana más tarde me pidió un medicamento
(Permefidona) que se vendía en México pero no en Perú. Mi hermana lo
buscó por todas partes y acabó encontrándolo en Canadá. Iba a
enviárselo, pero Antonio le contestó en un correo muy cariñoso
diciéndole que eran mayores las contraindicaciones y la mayoría de los
neumólogos españoles y franceses lo desaconsejaban. Cisneros tenía una
bella familia. Fueron meses muy difíciles para su esposa (Nora) e hijos
(Diego, Soledad y Alejandra). Él, muy apegado a la familia, creía ser
buen hijo, buen esposo, buen padre, buen abuelo.
Tardará en América Latina en surgir otro poeta de sus múltiples
dimensiones. Yo lo recordaré siempre como el poeta que sólo escribió
libros inimitables, inmarchitables, y como un entrañable amigo al que
será muy difícil no extrañar.
México D.F.,
octubre de 2012
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Marco Antonio Campos
(México, D.F., 1949). Poeta, narrador, ensayista y traductor. Ha
publicado los libros de poesía:
Muertos y disfraces (1974),
Una seña en la sepultura (1978),
Monólogos (1985),
La ceniza en la frente (1979),
Los adioses del forastero
(1996) y Viernes en Jerusalén
(2005. La editorial El Tucán de Virginia volvió a reunir en 2007 su
poesía en un solo tomo: El
forastero en la tierra (1970-2004). Es autor de un libro de
aforismos (Árboles). Ha
traducido libros de poesía de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André
Gide, Antonin Artaud, Roger Munier, Emile Nelligan, Gaston Miron, Gatien
Lapointe, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti,
Salvatore Quasimodo, Georg Trakl, Reiner Kunze, Carlos Drummond de
Andrade, y en colaboración
con Stefaan van den Bremt,
Miriam van Hee, Roland Jooris, Luuk Gruwez, André Doms y
Marc Dugardin. Libros de poesía suyos han sido
traducidos al inglés, francés, alemán, italiano y neerlandés.
Ha obtenido los premios
mexicanos Xavier Villaurrutia (1992) y Nezahualcóyotl (2005). Y en
España, el Premio Casa de América (2005) por su libro
Viernes en Jerusalén. En 2004,
se le distinguió con la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda
otorgada por el gobierno de Chile. En París es miembro de la Asociación
Mallarmé. En el 2009 obtuvo el premio de poesía Ciudad de Melilla,
España. |