Exordio
POESÍA, desembárcame,
échame
a tierra y léñame;
como a
candil de sangre, enciéndeme,
que se
sepa Tu Voz.
POESÍA, horádame,
ancla
en mí, balsamízame,
sumérgeme en la luz líquida y lenta
de
este trago de vino;
rescátame, tremólame,
tengo
hambre de tu lanza en mi costado.
La
Transfiguración, POESÍA.
Inúndame,
haz de
mis huesos el temblor;
no
tardes, tempestad,
golpea,
abre
compuertas sin descanso al vértigo,
amor
de mi niñez, POESÍA,
pertúrbame, combáteme,
mira
mi corazón, préndele fuego,
deste
derrumbe amante amasa el trino,
no hay
tiempo que perder,
el
sitio es éste, el corazón, oh, sed;
desuéllame, POESÍA,
asesta
el golpe de debe abrir el surtidor,
quebrántame;
y en
esta carne admonitoria,
carne
de dar, devuélveme el niño aquel,
el
niño aquel escarnecido y dulce
que
lamía tus manos.
Oh,
POESÍA, condúceme,
desgástame, desquíciame,
procede,
de
donde estés, ordena,
y
ponme a caminar.
Aprehensión
es
preciso volvernos a tiempo
hacia
los que no nos ignoran;
ser
prudentes, pacientes, cristianamente
alcohólicos, acostólicos y remonos.
los
enemigos no tienen conducta
ni
sentido;
se
hacen ver donde menos
se les
quisiera ver.
pero
todo fue algo más:
yo
acerqué mis labios a tu frente,
a tus
mejillas redentoras
a tus
labios, no sé;
y la
beata, el adúltero, el sacrílego,
el
cura, el homicida, el drogadicto,
la
incestuosa y el sátiro,
el
centurión,
la
distinguida cogelona,
la
sociedad de padres de familia
y
adoradores del santísimo,
los
fetógrafos,
los
puros elegidos,
no sé
qué hacían
emboscados,
ahí,
en el
monte de los olivos.
Envío
RENÁN:
la
vida siga así, sencillamente;
tenerse amor, sembrar, transparentarse
en
tierra y a sudor y perpetuarse
agua
encendida y cálida simiente;
dejar
que el sol encumbre lentamente
sus
oficios de octubre; comprobarse
que se
es de verdad y continuarse
de sí
mismo a sí mismo, ardientemente.
Dejar
que mis palabras, rezumando
la voz
gozosa, la acuciante estrella,
queden
en estos versos, cintilando;
que
aspa de luz, ilimitada y bella.
honda
y florida miel, dulcemanando,
va LA
POESÍA en prenda. Y voy por ella.
Los dulces nombres I
No
bastó que el silencio confirmara
sus
nervuradas mocedades.
Ni
bastó que la luz enjazminase
sus
pendulares
atributos.
Ni que
hacia mí sus pasos condujeran
rastros de algún incendio.
Ni la
invasión total de su hermosura
en las
avasalladas soledades.
Ni su
pelo feraz ya levemente mío.
Ni sus
ojos tabaco
de
eficaces instantes.
Ni el reclamo
de lo
que en su cuadril ruiseñoreaba.
Faltaba el mar, sus cómplices azogues,
sus
empujes vitales,
el
júbilo hamacal de sus vaivenes;
y el
mar, bramal y salitrado,
doncel
entre la luz, llegó lamiendo
aquella flor de carne entre mis manos.
Yo
estaba sobre la ácida blancura,
junto
a la desnudez total, súbdito y amo
de
aquel cuerpo de almendras y de limo.
Oh,
niño de la siesta, oh tierno, oh mío.
Recuerdo que subía del suntuoso verano
la
rama intensa del calor.
Oh, Mórbido.
Oh
huracánido.
Y
ardió a besos el mar
entrambasaguas,
entrambazarpas,
entrambaspiernas descrifrantes del fuego
y los
saqueos de insaciables discordias,
como
barcos tundidos que el mar hunde o levanta,
como
leños que anega y transfigura
perseverantemente.
Plenario fue el amor. Enardecido
el
goce diluvial, la punzadura
del
cuerpo bienherido, servidumbre.
Y
sentimos el mar y sus reclamos
mío
también diciendo
entre
las ondas vulneradas.
Ahora,
lenguante el mar, bramal y salitrado,
profundamente canta en la memoria,
canta,
mientras la vida,
con
revuelta marea
rejunta entre sus aguas las aguas de este olvido.
Todo
tiene su precio.
Y he
pagado
con
vejez o con lágrimas
aquel
amor perdido.
Los dulces nombres II
Para
hacer este canto me bastó el mar. No siente.
Pero
está. No lo sabe. Es.
Yo
soy, yo siento, estoy, lo sé.
Sin
ti.
Puede
el mar empezar cada segundo su menester.
Pero
tú -mientras cuelga del día, óptimo,
senecto cazador-
pasas,
esplendes como el mar y no escuchas.
Eres.
Pero sí sabes. Y nada más el mar...
No
sientes.
Donde
tú estás
simplemente no estás.
Eres
aquí en el viento y viento eres.
Digo
tu nombre que no sé.
Por
salvarme de ti salgo a correr las islas,
y, de
pronto, tu aroma, tan lejano,
va
conmigo.
Está,
sin ti, mi corazón vacío,
y me
hundo, me hundo, y a donde voy no sé,
porque
no eres.
Los dulces nombres III
Nada
tuyo, ni mío, ni de nadie.
Morir
no tiene mérito.
A
echar las redes pues,
que
hay alguien más que tú.
Díganme, ¿dónde?
Oh,
pura nada, arena, arena.
Y el
mar irremediablemente me basta. Está.
No
siente.
Cuerpo del deleite
si de
nuevo pudiera
como
si nada o nada hubiese de amar más;
se me
fuera otorgado un solo instante,
ahora
que no estás, sino un espacio helado;
si se
me concediera:
yo
volvería a ti, sí, volvería,
suplicando,
tus
dedos finos
como
el primer día de las espigas,
rogándote beber
tu
dulce y dura flor,
pidiéndote
aquel
que fue contigo tu soldado de plomo,
tu
primera mujer,
tu
barco de papel,
la
chava,
ah, sí
que volvería a tus jugos profundos
que
fueron en mis labios la canción;
a tu
alegría ociosa
de la
que todavía haces ausencia;
a tu
esbelta hermosura
que no
me pertenece sino la cruz sin nadie;
a tus
ojos navales
donde
partí y no estoy;
yo
volvería a ti,
junto
a tu sombra,
sombra
de ti, perdido.
pero
no tengo, no, ya nunca,
tus
palabras de mocedad,
tu
breve piel trigueña
donde
me puse a arar y me sembré
como
una almendra atroz,
puesta
en ti,
condenada a nacer y manar de tu costado;
pero
no tengo, no, ya nunca,
riesgo
mío,
la
turbadora cercanía de tu mirada,
no
tengo ya tu cuerpo, su labranza,
su
cuenco de rocío, se quejumbre,
su
equilibrado ruiseñor, su oleaje,
su
tersura de orquídea entre mis labios,
no, ya
nunca, nunca más.
yo
llevé a tu cintura la turbia compañía,
yo
acerqué a tu cadera
un
acedo calor de lenocinio;
yo
puse mis colmillos de solapado roedor
a
morder tu amistad;
yo fui
el mono borracho, tu asesino,
el
corsario de tu pureza,
tu
verdugo, todo, todo,
y
volvería a hacerlo,
sólo
por
volver
a
mirarte.
Podrido fuego
Entre
escombros y cáscaras oscuras
y en
olvidados aposentos,
se
deslágriman ya
mis
desgraciados amorosos amigos:
Chucho
Arellano,
Paula
de Allende,
Margarita Paz Paredes,
Raúl
Garduño,
Efraín
Huerta,
Miguel
Guardia,
muertos
inolvidablemente,
yertas
sus bocas que pronunciaron tantas bocas queridas,
vacías
sus miradas que la muerte inexorablemente ahora
deshila y descompone,
varados sus calcáneos,
desgranándose su jornada caduca,
rendidos sus astrágalos
--cómplices todavía de la tierra que caminaron harto--,
pasturanza nocturna hoy sus caderas de amor
para
los húmedos enjambres,
islas
de carne ciega para las bocas pavorosas
sus
continentes congelados,
abrojo
cruel de tanto amor vivido sus húmeros talados,
yermo
de abdicación su sangre,
ay,
todavía ayer enamorada miel y ahora
carcoma del estío;
así
por cada muerto:
cuando
el jornal de luz fue macerado
y un
rastrojo de duelos alzó al viento
sus
silvestres pavesas consumadas,
cuando
el mosto cayó a sus laboreos
y el
fermento empezó sus herbeceres,
cuando
el arpa ocupó sus varaderos
y el
calado helminto sus desamparos,
cuando
el sosiego fue depositario
de sus
cargas de amor y de andaduras,
cuando
el ojo y el ojo intermediarios
de la
perfecta lágrima secaron sus tibias mataduras,
y
marcharon uno tras otro a su redil de olvidos,
cuando
a solas quedaron al relente,
sus
años a la sombra,
presos
en libertad aprisionada,
y ya
nos fue imposible despertarlos:
ay,
Jesús,
Margarita,
Paula,
Raúl,
Efraín,
Miguel,
sólo
alcancé a decir,
amores
tan amor de amor vacíos.
Ay,
amigos segados,
sus
tiernas calaveras solares no responden,
sus
pubis silenciosos tiemblan ahora
bajo
el diente sombrío de las hormigas,
y en
sus pechos raídos,
de los
que un día brotara la Poesía,
corazón adentro
se
oxidan las luciérnagas.
Ay,
poetas, que todavía ayer
por el
hueco insaciable del paladar
pasaron roncos vasos de alcohol y húmedos besos,
ay,
compañeros, que todavía ayer
reían,
amaban, fornicaban ufanísimamente,
y
ahora… devastadas impapachables mariposas
de
hueso,
ay,
sombrosos,
contaminados de desastre en la oquedad terrestre,
ay,
tiernos descarnales,
nada
es ya aquí verdad sólo ese deterioro,
podrido fuego
donde
se van cumpliendo
a
imagen y despecho de la ausencia
sus
deshojados fémures,
en
donde van pagando tributo sus cuencas desempleadas,
sus
ilíacos hábiles,
recién
apetecidos por la muerte
y sus
nombres heridos de memorias
sobre
el humus atónito.
Ay,
Jesús hombrelengua, almacigado,
ya sin
la llama que te dio existencia,
limpia
la madrugada te enrracimas,
te
embriagas largamente, te enMarcelas,
y
lloras y te conmueves como niño
que al
fin vuelve a su madre,
muy
triste sí pero también qué alegre
la tu
muerte feliz de abrirte en rama.
Y
Paula aérea en el ritual cumplido,
la
mano alada hasta alondrar el fuego,
persevera en la noche
su
distante muchacha otra vez niña,
otra
vez y otra vez ron y ceniza,
escalando, aturdida,
los
crematorios sin retorno.
Y
Margarita,
que
padeció matraces, asepsias,
versos, bromuros, transfiguraciones,
cautiverios lumbrales, paraísos,
presagios, desbondades, profecías,
despojos, rebeliones, certidumbres,
desencantos, iluminaciones,
droga,
hospitales, desentendimientos,
que
creó a su semejanza la alegría
para
el exhausto corazón del hombre,
que
jugó a terminar
y que
la rosa
ya no
está donde estuvo
alucinada.
Y
Efraín y Miguel,
excesosos de sinquehacer,
noctérrimos,
fosforeciendo sus andrajos dionisíacos,
dejándose crecer la postrera barba
cocodrilástima,
trasnochadores de la última noche que no pasé contigo,
cuando
entendieron
y yo
no quiero entender
su
doble soledad sin compañía,
niño
miguel
uno
sesenta y dos sobre el nivel del mal:
el día
no se hizo para él;
niño
efraín:
desalbado mastín:
Cuás.
Y una
vez más entro despacio y entro
y
despacio y despacio y negramente
vuelvo
a nombrar:
Jesús,
Paula,
Margarita,
Raúl,
Efraín,
Miguel
que hasta ayer se nombraban
y que
ahora,
dulcemente amarillos,
son
llamados:
neblina,
polvo,
carne
exterminada,
aire
oxidado,
transparencia,
pedo,
ruina,
cielo
caído,
irrecuerdo
y
herrumbre
y
cautiverio,
pero
que yo, con los ojos del verso,
del
sollozo,
del
corazón lluviosamente triste,
los
contemplo nacerse a diario,
resucitar la muerte desde el verbo
que un
día les enviara la Poesía;
y
ahora ay, muerte son
y la
Poesía,
por
eso vivirán,
mientras quizá
ahora
mismo
el
trompetario suena,
está
sonando por alguien
de
nosotros.
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