Hoy
es el día.
Mi muchacha ha llegado plena
proclamando la primavera
La brevedad de su falda alaba el
renacimiento constante de la vida
Ella es el tierno sur de las
parvadas
el motivo de los altos y ligeros
vuelos de las aves
Sólo en su piel la claridad es
razonable
Bajo su párpado toda alborada
resulta posible
Mi muchacha ha vencido los
dominios de la noche
para instaurar
en la esbeltez de su cuerpo
la luz.
He bañado
mi cuerpo
en las aguas tibias del verano.
La esbeltez de mi muchacha
madura el sol
y hace volar parvadas en busca
de su alba más íntimo.
Sus cabellos atan la pureza del
aire.
Inabarcables sus muslos tejen la
luz.
Mi muchacha es el verano
el vestido exacto en que se ciñe
el día.
[Resonancia mórfica]
Hay en tu cuerpo una
memoria
precisa
fotográfica
de la belleza de todos los
tiempos
Una resonancia mórfica de
incalculables proporciones
con partículas subatómicas
que en matemática exactitud
calcan en ti
la magnificencia
de las que han existido
y están aún por existir
Un campo cuántico en tu piel
en cada una de tus células y
glóbulos
y enzimas
que a pesar del plegamiento
sutil de lo bello
desborda con su información
todas
las membranas
Hay en tu cuerpo una belleza
que torna inestable
el equilibrio de la realidad
y me fisiona.
[A la manera de Omar Khayyám]
A Waldo Leyva
En un jardín
de leves tulipanes y rosas pálidas disfruto pleno la
embriaguez
He bebido hasta la última gota
del vino rosado
que bañó tu cuerpo y lo consagró
solemne a la belleza
He probado finos racimos de vid
en tu lengua
y los sabores más intensos en tu
cáliz
Hoy que los árboles de tu
juventud florecen
bebo este dulce licor bajo su
sombra.
Qué extraña
agua es esta
en que lavamos
la pureza?
Qué magnífica alquimia en ella
se produce
y endulza los instantes?
Cuál herrumbre pudiera asperar
su tersura
de flama intacta o indeleble
tinta?
Agua de ignota fuente cuyo sabor
holocausta los sentidos
Agua lunar que de mí fluye
y se derrama.
A José Homero
Valkirias
de venenosas vulvas
probaron la sal de mi
entrepierna
En dunas de fina y tersa piel
con la lengua hilaron
mis más íntimos vestidos
En sus grupas de nao capitana
conocí el amor
y tomé de él
hasta la última fibra.
Siguiendo el cuarto creciente
me cubrió el mar
en marejada.
A José Emilio Pacheco
Alguien
que no soy yo
y en todo idéntico es a mí mismo
ronda mis pasos y me sigue.
Otro es el que enuncia mis
palabras
y rubrica mis actos
mi memoria es recordada por otro
otro es quien tras mi ojo
atisba.
Alguien de quien soy alternativa
me acecha en el espejo
y calca uno a uno
aun los más imperceptibles
rictus.
A semejanza y preciso reflejo
no soy yo sino del otro imagen.
Para Juan Cameron
Un día
mis astrolabios
encontraron su pupila
y navegaron con buen tiempo en
los mares de la dicha
Un día levante desplazó mis
naves
hasta palpar y gustar la tierra
en las playas tersas de su
cuerpo
Un día gaviotas iniciaron su
vuelo
en el punto más alto del mástil
y perpendiculares al sol
anunciaron transparencia
Hoy que nortes y tormentas
arrasaron a su paso todo
me aviene la desolación
la ira
y estos recuerdos que tan dulce
y apaciblemente
me regresa la marea.
Desde la siniestra imparcialidad con que estoy
mirándola...
Ramón López Velarde
Amanecí lopezvelardeano
enamorado incontinente de mis
primas
maculando en cada singular
atisbo
el honor de todas las Fuensantas
mis cercanas
transeúntes niñas inocentes
y mujer cualquiera que delata
invariable
a cada paso
iris pupila y globos oculares de
fálica falicidad rampante.
Amanecí lopezvelardeano
con la faz de mis mujeres
sus facciones
tatuadas al genital en
dulcedumbre.
Lopezvelardeano
atilaico mánchur en praderas
de leves y tempranas flores
velardeano
Florismarte de todas las
Hircanias
urbi et orbi
con un cierto sutil sabor a sexo
que acompaña mis lances
mis victorias y blande
asimismo
algunos de mis más catastróficos
versículos.
(de
Ser en el mundo)
I
[Pole position]
Y mi pecho una supercarretera
de ocho, dieciséis, treinta y
dos carriles
con miles y millones de caballos
de fuerza
vertiginosos corriendo
y derramando lumbre en mis
arterias.
Aquellas peligrosísimas curvas
impostergables y letárgicas
y particularmente inabordables
cada vez que tú, Lesbia, no me
miras.
Ese imperioso arrancar en
segunda
cuando tus
sí se vuelven indecibles,
impronunciables,
inminentemente pospuestos
turbiamente y con perfidia
por tus
no unánimes e inconmovibles.
Sólo tú echas a andar este
Ferrari rojo,
incalculablemente insaciable,
impaciente por recorrer solemne
las largas calles de tus piernas
siempre prodigiosas, siempre
proféticas
y en lo que a mí respecta,
absolutamente litúrgicas,
plenas de infinitud.
Que la batería desbarate su
potencia
en tu cintura inenarrable
porque finalmente y después de
todo:
este bólido, Lesbia, no carbura
sin tus estrechos jeans a la
cadera.
XII
Pasearás, Helena,
por las anchas calles de Troya
con Menelao del brazo
como en otro tiempo lo hiciste
con Paris.
Con mascada Hermès y vestido
Valentino
cautivarás a quienes por ti
lucharon,
a los que admiran tu paso
frágil:
a Héctor, Ulises, Ayax y a todos
los titanes juntos.
Y tú, Helena, sin embargo,
cambiarías la gloria,
la fama, incluso tu lugar en la
historia,
por empuñar, una vez más,
la enhiesta lanza
de este anónimo guerrero.
[Transiberiano]
Diariamente diez mil kilómetros
recorre
el tren transiberiano
para llegar de Moscú a
Vladivostok, en Siberia.
Nosotros habitamos la misma
ciudad y
todos los días nos cruzamos por
la calle
pero nuestro encuentro es más
frío que
una noche fría de Siberia
y nadie todavía
construye
el transiberiano que me lleve a
ti.
X
A Mario Calderón
Con la lluvia finísima de agosto
esculpidos en luz relámpagos
llegaron
Grises brumosos y sepias
contraen
con su gran densidad
la claridad del día
Vibrar hacen los truenos
de cedros los troncos
y las frondas verdes
caducifolias
sus flores esparcen sobre el
follaje
El aguacero trasiega borrascoso
toda huella en el cielo de
impureza
y bajo el índigo estrellado y
límpido
invisible igual que cerrada
noche o
fresca presencia del viento
impalpable
íntimo y dulce
deambula el espíritu.
(de
Imago Prima)
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