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REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências
nova série | número 47 |
agosto-setembro | 2014
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Silvia Guiard: sus respuestas y poemas
Entre-vista en tramos-e realizada por
ROLANDO REVAGLIATTI
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Rolando Revagliatti
(1945, Buenos Aires,
Argentina). Poeta, ficcionista. |
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EDITOR |
TRIPLOV |
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ISSN 2182-147X |
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Contacto: revista@triplov.com |
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Dir. Maria Estela Guedes |
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Silvia Guiard
nació el 5 de
noviembre de 1957 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la
Argentina. Es Profesora para la Enseñanza Primaria y Bibliotecaria
Escolar. Desde hace treinta y cinco años se desempeña en escuela
primarias dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, inicialmente como maestra de grado y en la actualidad como
bibliotecaria. Es Profesora de Español para Extranjeros (durante algunos
años en distintos institutos y en el Laboratorio de Idiomas de la
Universidad de Buenos Aires). Entre 1979 y 1992 formó parte del grupo
surrealista que editó las revistas “Poddema”
(números 1 y 2) y “Signo
Ascendente” (1 y 2-3) y de la continuación del mismo como Grupo
Surrealista de Buenos Aires. Desde entonces se difunden versiones suyas
al francés de artículos y poemas. Coordinó la traducción del libro
“La estrella de la mañana:
surrealismo y marxismo” de Michael Löwy, aparecido en 2006 a través
de Ediciones El Cielo por Asalto. Por invitación de su autor, en el
volumen se incluye un apéndice de su autoría: “Buenos Aires, el
surrealismo en la lucha contra la dictadura”, disponible en
http://www.signosdeltopo.com.ar/SitioAnterior/surrealismovsdictadura.htm . Realizó
diversas presentaciones o performances o creaciones poético-musicales
con Oscar Pablo Baldomá, Luis Conde y otros músicos: uno de esos
espectáculos ha sido “Pájaro de toque” en 1996. Dos son las obras para
chicos ya publicadas: “Lombrices”
(Libros del Quirquincho, 1997),
“Cantos de dinosaurios” (Editorial Amauta, 2011), y dos las que
permanecen inéditas: “Chantilly,
el gato negro” y “El duende
del chaparrón”. Además de colaborar en revistas y blogs, lo hizo en
publicaciones del movimiento surrealista: “Surr” (de París, Francia), “A
phala 2” (de San Pablo, Brasil), con su ensayo “Tierra adentro” en
“Salamandra” (de Madrid, España). También en los libros colectivos
“The exteriority crisis”
(Berkeley, Oyster Moon Press, 2008),
“Crisis de la exterioridad” (Madrid, Enclave de Libros, 2012),
“Ce qui sera / Wht will be / Lo
que será” (Amsterdam, Brumes Blondes, 2014). Fue incluida en las
antologías “Nueva poesía argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik,
1989), “Surrealist women”
(selección de Penelope Rosemont, Austin, University of Texas Press,
1998), “Indicios de Salamandra”
(Madrid, Ediciones de la Torre Magnética, 2000). En 1999 apareció su
plaqueta “Mujer-pájaro en el círculo del sol” y en 2010 la titulada
“Relampaguea” (Cuadro de Tiza, Santiago de Chile). Poemarios publicados:
“Salomé o la búsqueda del cuerpo” (1983),
“Los banquetes errantes: diario de viajes” (1986) (ambos de
Ediciones Signo Ascendente y bajo el seudónimo Silvia Grénier). Ya con
su propio apellido aparecieron
“Quebrada” (1998), “En el
reino blanco” (2006), a través del sello Tsé-Tsé.
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1 – Tengo sabido que desde chica intentaste cuentos y poemas. Y
que a los 17 años participaste de uno de los grupos del taller de
escritura Grafein. Te propongo, Silvia, que evoques aquellos primeros
escarceos antes de incorporarte al taller y durante el mismo, quién
coordinaba, cómo prosiguió tu evolución en los años que llegaste a
cursar en la Facultad de Letras.
SG –
Mi experiencia infantil de escritura arranca sin duda de la intensa y
muy feliz experiencia de lectura. En mi casa de infancia los libros
brotaban de todas las paredes –incluso algunos muy viejos que habían
sido de mi abuelo. Era una selva que yo exploraba en total libertad,
aparte de mis propios libros y las
Fabulandias, aquellas
maravillosas publicaciones de Editorial Codex
que religiosamente nos compraban en el el kiosco. Según mi
recuerdo, fue una noche que estábamos viajando en auto y mis dos
hermanas se habían dormido cuando me fui contando a mí misma un cuento
que memoricé y escribí más tarde en casa. Siguieron otros, variaciones
del cuento de hadas típico. Como mamá me había enseñado a usar la
máquina de escribir –de las negras, altas, con un aro dorado en cada
tecla- y me divertía usarla, fue como un juego para mí
pasar los cuentos y poesías y abrocharlos en un librito que
dedicaba a algún miembro de mi familia. Desde luego era un juego serio y
que me enorgullecía mucho. Hice dos o tres de ellos entre los ocho y los
diez años, quizás.
A los once la escritura se convirtió, por el contrario, en mi espacio
secreto. Aparte de comenzar a llenar un cuaderno Gloria tras otro con
reflexiones y confidencias personales, inauguré uno especial donde iba
pasando en limpio poemas ya con una pretensión más “seria” y que no le
mostraba a nadie, salvo muy rara vez. Eran mi fortaleza oculta.
Llegué al taller Grafein en 1975 por una amiga de mis padres que
estudiaba Letras. Participé durante un año de un grupo coordinado por
Mario Tobelem. Yo estaba en 5º año del secundario y era la única
adolescente; los demás eran estudiantes universitarios o adultos aun
mayores. La propuesta del taller era la acción, la escritura a partir de
consignas o juegos colectivos –después supe que muchos de ellos, como
los cadáveres exquisitos que experimenté allí por primera vez, tenían su
origen en el surrealismo. Fue una experiencia de maduración importante,
el inicio de una relación objetiva con la escritura. Y desde luego, como
yo era una piba, escribir con adultos que me tomaban en serio era
estimulante. Entre los compañeros recuerdo a Fernando De Giovanni, que
fue muy afectuoso y me alentó a seguir escribiendo.
Entré a la Facultad de Filosofía y Letras en el 77. En la puerta del
viejo edificio de la avenida Independencia al 3000 nos recibía, por
supuesto, la policía. Salvo algunas amistades y las lecturas propuestas
en la cátedra de Graciela Maturo, lo más importante de mi paso por la
facultad ocurrió en el bar de la esquina, “Boliche”. Allí una amiga y yo
descubrimos un cartelito convocando a un “Club del Cuentista” que sería
coordinado por Abelardo Castillo. Fuimos juntas. Era en un Ateneo
Cultural o algo así (no recuerdo el nombre preciso) en un edificio de
Corrientes y Suipacha. Castillo nunca apareció y entre los numerosos
jóvenes que nos encontramos en torno de esa mesa había más poetas que
cuentistas. Dos de ellos serían, con el tiempo, mis primeros compañeros
del grupo surrealista. Éste ya estaba en pie cuando, en el 80, abandoné
la facultad. La censura y estrechez intelectual que allí se respiraba
contrastaba demasiado con la libertad, la creatividad y el interés
apasionado de nuestras discusiones y actividades.
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2 – En
http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com.ar/2007/08/silvia-guiard.html
, respondiendo a una encuesta, en 2007, te referís a “la infancia de la
operación de índole mágica”, opino, de un modo excelente. Unos años
transcurrieron: ¿te animarías a añadir consideraciones sobre la
escritura, y acaso sobre “En el reino blanco”? ¿Hay por allí algún
poemario inédito?
SG – En
la encuesta que mencionás me refería a la escritura como operación
mágica capaz de transformar el plomo en oro o como fotosíntesis que crea
el oxígeno espiritual necesario a la vida. Ambas imágenes se
corresponden al modo en que surgieron los poemas de “En
el reino blanco”. Aunque editados en 2006, fueron escritos entre
1992 y 1997, en un periodo de gran desolación marcado, en lo personal,
por una separación amorosa, el cese de actividades del grupo
surrealista, la muerte de familiares, enfermedad,
duelo y soledad; todo ello
inscripto en el clima de derrota, disolución,
pérdida de horizonte y retroceso
que esos años representaron a nivel político, cultural y social.
Recuerdo que entonces caminaba todo el tiempo mirando al suelo. Pero una
noche, teniendo frente a mí ese vacío -y mi inolvidable Olivetti-
escribí el que sería luego el primer poema del libro, y que no es sino
la expansión de una única y obstinada afirmación: “Existe
el mar”. Sea lo que sea ese “mar” –el deseo, el principio vital, la
propia escritura, el inconsciente, el Eros en su más vasto sentido-
puedo decir que, a la larga, en él se originó para mí nuevamente la
vida; pero también que su postulación en aquel contexto era un abierto
desafío a las circunstancias. Por lo cual, a lo escrito en 2007 cabe
agregarle ese carácter de desafío, rebelión, lucha, que entraña la
escritura. Rasgo que aparece, de modo explícito, en la introducción o
“palabra preliminar” del libro: “En
el reino blanco toco mi pelo, súbitamente encanecido y triste. ¿Qué
hacer? ¿Tejerlo y destejerlo como una lívida Penélope del aire? ¿Esperar
en silencio la llegada de Nadie? / ¡Caramba: no! Toco en mi sueño el
talismán azul: mejor trenzar con esos melancólicos cabellos cuerdas
blancas. Tensarlas. Levantarse. Cantar. (…)”
Estas cuerdas evocan en principio las de un instrumento musical o
aun las propias cuerdas vocales, pero sin duda también aluden a la
cuerda sobre la que el equilibrista atraviesa el abismo y a aquella que
nos saca de un pozo y nos permite impulsarnos para ascender.
“Cada poema es una cuerda blanca.
Sobre esas cuerdas me sostengo y bailo”, dice el final de la
introducción. Hace poco y por casualidad me topé en un viejo libro sobre
la India con una descripción de la llamada “prueba de la cuerda”. Un
tradicional acto de magia yogui en el cual el mago lanza hacia el cielo
el extremo de una gruesa cuerda de varios metros, cuya punta opuesta
retiene en una canasta. La soga queda tensa, erguida y rígida como una
vara y el mago hace trepar por ella, como por un árbol, a un muchachito
que se pierde en las nubes. Desde que leí esta curiosa historia no dejo
de pensar que su dinámica subyacía de algún modo en la imagen que me
formaba entonces de esos
“poemas-cuerda” que, partiendo
de la áspera tierra, ascienden impulsados por el propio deseo y permiten
alcanzar un plano superior –superador- de emoción o conciencia,
experiencia, expresión, comprensión, etc.
Me doy cuenta ahora de que esa cuerda que une la tierra y el
cielo aparece explícitamente en el libro. En el poema “Fugas”
se evoca en un momento un mito chaqueño según el cual las primeras
mujeres vivían solas en el Mundo de Arriba y bajaban de noche por una
cuerda a robar la comida de los varones. El poema invierte el sentido
del movimiento, en una suerte de “huida hacia arriba”, diciendo: “O
bien ir hacia el Chaco / redescubrir en medio de la selva la cuerda
legendaria que una vez fue cortada / y trepar otra vez hacia el Mundo de
Arriba / donde habitaron / solas / las primeras mujeres / Criaturas del
Cielo / poderosas hechiceras del aire / extenderme de galaxia a galaxia
sosteniendo en mi mano las tormentas / y acostada entre las
constelaciones / soltar mi baba blanca sobre el mundo / para crear las
flores y las telas de araña / y la almohadilla del rocío”. Quizás
esta cuerda hacia el cielo es condición o columna vertebral de toda
creación o acto poético en general.
Con respecto a poemarios inéditos, lo próximo que espero publicar
tiene también un sentido ascendente pero más literal: lo que asciende
allí es en verdad un árbol y la mirada y el pensamiento que lo
acompañan. Hace unos años mi compañero y yo acampamos varios días en un
lugar a orillas del río Litrán, en la provincia de Neuquén, en medio de
un bosque de pehuenes. Tiempo después escribí varios poemas y este
verano volvimos para tomar más fotografías de este árbol extraordinario
por su antigüedad y por la personalidad y expresividad de su presencia.
3 – Cuenta con un poema-prefacio de tu autoría el poemario “Lilith”
(1987), de esa maravillosa poeta argentina, Carmen Bruna, fallecida a
los 85 años en este 2014. Ya por teléfono, Silvia, te anticipé hace
pocas semanas, que si aceptabas este reportaje, te invitaría a que nos
hables de ella. Y eso hago.
SG – Fui
amiga de Carmen Bruna desde 1982, año en el que ella se incorporó al
grupo surrealista Signo Ascendente del que yo formaba parte. Ella tenía
entonces 54 años y yo unos 24. Nuestra amistad duró tres décadas.
Compartimos la pertenencia al grupo tanto como el vínculo personal, aun
cuando cesaron las actividades colectivas. Antes del prefacio al que
aludís, le dediqué el poema “Señas”, fruto de la emoción de aquel primer
encuentro en el que nos reconocimos todos como tripulantes del mismo
barco ebrio. Carmen tenía publicado ya su primer libro, “Bodas”,
aparecido recién en 1980
pese a que ella había estado ligada al grupo Poesía Buenos Aires en los
50, época en la que había descubierto además el surrealismo. Cuando la
conocimos, había dejado atrás una primera etapa de su vida en la que
había estudiado Medicina –sobre todo por presión de sus padres,
inmigrantes italianos que trabajaron aquí como albañil, el padre, y
costurera, la madre- y había partido, ya con su compañero, a trabajar
durante doce años en poblados rurales y fronterizos de las provincias de
Salta, Misiones y Neuquén. De regreso a Buenos Aires –con tres hijos-
había sufrido dos golpes que marcaron su madurez: fue atropellada por un
auto en la autopista Panamericana, accidente que le valió meses de
postración y consecuencias físicas, como la sordera. El otro golpe fue
la ruptura de su matrimonio, que vivió dramáticamente.
“Para amar sin medida / he
convocado a las negras olas de la desesperación”
escribió. Pero
en su desesperación de amor
sintió
la de toda la condición humana, todo el dolor de la vida asediada por la
muerte.
Desde su regreso a Buenos Aires solo se dedicó a escribir.
La poesía no era su carrera sino su vida, su manera esencial de
respirar, de resistir la condición humana, su búsqueda de un más allá de
magia cotidiana.
Su voz es, como su vida, esencialmente pasional. Sensual,
traspasada de aromas, estremecimientos, relámpagos y susurros;
acariciadora o violenta, enamorada, rabiosa o melancólica. El
turbador desborde de sus imágenes no deja indiferente a nadie. Y aunque
para el gran público su obra es desconocida, su difusión no es poca.
Provino siempre de aquellos que se apasionaron al leerla. Además de
participar en Signo Ascendente –que editó dos de sus libros:
“Morgana o el espejismo” y
“Lilith”-, Carmen se vinculó
y mantuvo correspondencia con muchos poetas que admiraron su poesía y la
difundieron en revistas, ciclos de lectura, antologías o blogs e
impulsaron la edición de sus otros libros.
Actualmente se está preparando en Montreal una versión en francés
de poemas suyos en la Editorial Sonámbula, a cargo del surrealista
mexicano Enrique Lechuga. En enero de este año, Lechuga me propuso
escribir la presentación para el libro y me envió la lista de los poemas
seleccionados. La noche del 14 de enero, antes de acostarme, desparramé
en mi mesa todos los libros de Carmen para ir releyendo cada uno de esos
poemas. Y esa noche soñé con ella. En el sueño ella se había mudado y yo
iba a conocer su nueva casa. Era una suerte de cabaña en una isla que
recordaba el Tigre. Para llegar cruzaba a nado un río y era muy nítida
la sensación de la frescura del agua. Todo estaba muy verde, despejado y
brillante de sol y Carmen llegaba a la casa rejuvenecida, caminando
junto a su compañero. Íbamos a comer, al parecer, un pollo asado que se
veía en el centro de una mesa. Lamentablemente, alguien llamó por
teléfono y me desperté.
Esa tarde recibí otro llamado telefónico, esta vez de su hijo:
Carmen había muerto un rato antes. Era 15 de enero. Al día siguiente, su
velorio fue íntimo y breve. Como en mi sueño, el sol resplandecía en
Buenos Aires. Pero también la luna llena se veía todavía en el cielo.
Los dos astros estaban así presentes en su despedida.
Ese mismo día llegó a mi domicilio un ejemplar destinado a ella
del Almanaque surrealista “Ce qui
sera / What will be / Lo que será”, publicado en Amsterdam, donde se
incluye uno de sus poemas inéditos. Otros habían aparecido meses antes
en “A phala 2”, en San Pablo.
Muchos permanecen inéditos,
organizados en dos volúmenes que ella misma tituló:
“Perséfone” y
“Los ritos”. Nos esperan,
aún.
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4 – Mucho valora tu impronta surrealista el escritor colombiano
Raúl Henao. Y, en efecto, es muy conocida tu poética por grupos
surrealistas de otros países. ¿Nos hablarías de esos otros grupos? ¿Cuál
es el entramado vigente del movimiento?
SG
– Existe efectivamente un
entramado vigente –es decir, vivo- vasto y complejo del movimiento
surrealista. Hay grupos y revistas con una larga historia y otros
surgidos no hace tanto. La relación que tengo con varios de estos grupos
deriva de la que entablamos desde el nuestro en la etapa en que se
publicaba la revista “Signo Ascendente”. Siempre me resultó asombroso y
conmovedor el que hayamos podido, en plena dictadura y en aquellos
tiempos previos a internet, vincularnos con el exterior. Contábamos solo
con los nombres que figuraban en las revistas editadas en París en los
años 60. A partir de ese dato, gracias al viaje de una amiga a Europa y
el de dos de nosotros a Brasil, llegamos a contactarnos con Sergio Lima,
de San Pablo, y con el grupo de París. Del
intercambio con éste derivó a su vez la conexión con los grupos
de Praga, Chicago, Estocolmo y Madrid. En 1982, el número 2-3 de “Signo
Ascendente” incluyó materiales enviados por estos grupos y del libro
colectivo la “Civilisation
Surréaliste” (París, Payot, 1976). Con el tiempo surgió la idea de
un Boletín Internacional del Surrealismo. Un primer número apareció en
el 91 con la intervención de
los cinco grupos mencionados y el nuestro, entonces integrado por
Oscar Pablo Baldomá, Carmen Bruna, Luis Conde, Julio Del Mar y yo. El Nº
2 salió en el 92. Incluía una declaración colectiva firmada en doce
países en repudio a las celebraciones del Vº Centenario del
“descubrimiento” de América. La versión inicial de la misma fue
redactada en París, pero a partir de una propuesta de Buenos Aires -y
debo decir que tomando como base el texto de mi autoría enviado
junto a esa propuesta (“Tierra Adentro”). Pablo Baldomá, Luis Conde y yo
difundimos esa declaración en la Contramarcha realizada en Buenos Aires
para el 12 de Octubre. Poco después, por una conjunción de situaciones,
nuestro grupo dejó de funcionar como tal. Cierta
impasse se produjo también a
nivel internacional, ya que el previsto número 3 de aquel Boletín nunca
vio la luz. Sin embargo, esos grupos continuaron activos y vinculándose
entre sí. A mi dirección siguió llegando correspondencia y, con el
tiempo, retomé el contacto con ellos. Años más tarde los conocí
personalmente durante un viaje. Textos o poemas de mi autoría han
aparecido en sus revistas, en especial en “Salamandra”, de Madrid, en
antologías y libros colectivos. No me resulta fácil, sin embargo,
definir mi relación actual con el movimiento surrealista y por ello he
optado por no definirla y dejar que acontezca. Cada una de las
propuestas o iniciativas a las que decidí sumarme fueron inspiradoras y
plenas de sentido.
En los últimos tiempos se produjo una reanimación de las
relaciones entre grupos. Este año 2014 ha visto ya varias iniciativas
importantes. Del 5 al 17 de junio, una muestra internacional en Montreal
reunió obras de unos 75 participantes de distintos países. En enero de
2014 apareció en Amsterdam el libro
“Ce qui sera / What will
be / Lo que será : Almanac
of the International Surrealist Movement”. Presentado por Her de
Vries y Laurens Vancrevel, de la revista “Brumes Blondes”, como homenaje
a los cincuenta años de la misma, este almanaque incluye material de
ciento setenta y tres colaboradores de
veinticinco países. A las imágenes, poemas, textos teóricos,
encuestas o reseñas de juegos se suma la cronología realizada por Miguel
Pérez Corrales –español residente en Canarias- “Cinquante ans de
Surréalisme 1964-2013”. No todos los grupos o individuos representados
en este libro se vinculan entre sí de igual manera, ni coinciden en la
totalidad de sus posiciones. No hay un centro ni una dirección. Todos
comparten la voluntad de considerar al surrealismo, no como la
repetición de lo que fue, sino como aquello “que será”. Quiero citar un
fragmento de un texto de José Manuel Rojo, de Madrid, que aparece en la
pág. 337 de este Almanaque: “(…) hoy en día no hay un estudio
mínimamente serio u honesto sobre el surrealismo que pase por alto su
dimensión radical y su intervención en el terreno político
revolucionario. En efecto ya nadie se asusta ni desconoce el programa
subversivo que se escapaba de la
littérature para cambiar la
vida, pero lo que sin embargo no queda tan claro es que la
revolución surrealista no solo combatió a los poderes e ideologías que
reprimían la libertad y la imaginación, como la familia, el ejército, la
religión o el racionalismo castrador, sino también, y como un componente
explícito de sí mismo, al sistema capitalista que está detrás de la
civilización burguesa y de su dominación implacable.” Quizás no todos
los involucrados en el libro comparten estos conceptos con la misma
convicción. Pero sí la gran mayoría. Y en estos tiempos de crisis
capitalista, tanto el grupo de Madrid como el muy joven de Atenas,
han tenido una activa
participación en las movilizaciones desarrolladas en sus respectivos
países.
5 – Sos co-fundadora del Grupo
Surrealista de Buenos Aires. Traigamos, Silvia, a estos treinta años
después, aquella iniciativa: quiénes fueron tus compañeros fundadores,
quiénes se mantuvieron permanentes y quiénes participaban con
intermitencias, quiénes eran escritores y quiénes artistas plásticos,
durante qué lapso perduró, a qué se abocaron, con qué otros grupos
mantuvieron contactos sostenidos, por qué razones algunos integrantes
adoptaron apodos temporarios, reagrupamientos...
SG –
Hice una historia pormenorizada del grupo surrealista en el
artículo “Buenos Aires: el surrealismo en la lucha contra la dictadura”
mencionado entre mis datos biográficos. El lector interesado podrá
rastrear en librerías el libro de Michael Löwy que lo contiene o seguir
el link (también arriba citado) del Sitio al que fue subido.
Aquí recordaré sólo algunos aspectos de esta historia y algunas
presencias.
Este grupo surgió en plena dictadura y lo primero a destacar es
la fuerza aglutinante, centrípeta y creadora que lo impulsaba, en
oposición al contexto de dispersión y destrucción cultural, política y
social provocado por el terrorismo de estado. Su rasgo principal fue la
autonomía y podría incluso decirse que se autogeneró. Aquel
grupo bastante heterogéneo de jóvenes que concurrimos en 1977 al
Ateneo Cultural mencionado en la primera respuesta de esta entrevista,
al descubrir que el anunciado Abelardo Castillo no estaba allí,
no sólo no nos volvimos a nuestras casas, sino que regresamos
semanalmente desde entonces. ¿En busca de qué? Cada cual habrá tenido su
respuesta, incluso una tan vaga como: hacer algo con otros. Los más
inquietos y politizados propusieron desde el comienzo discusiones que
iban más allá de la lectura y comentario de textos propios. Y junto a
los debates en voz alta -sobre el sentido de la poesía y el lugar del
poeta en la sociedad, por ejemplo- surgieron aquellos que se hacían en
voz baja y confidencialmente. De hecho, había allí militantes de dos
agrupaciones trotskistas: el Partido Socialista de los Trabajadores y
Política Obrera. Pronto se destacó del grupo inicial uno más reducido
que se propuso conformarse
como grupo de estudios. El tema elegido por votación fue el surrealismo.
Se armó un plan de investigación, una distribución de subtemas, un
cronograma, una bibliografía. Me tocaba a mí ocuparme de los antecesores
y fue de ese modo que, en una noche de tormenta, descubrí a Lautréamont.
Transcurrieron meses intensos de lecturas y puestas en común, rotación
por distintos lugares de encuentro, rastreo de libros de André Breton en
las librerías, discusiones políticas y poéticas, salidas y otros
etcéteras (como sesiones de expresión corporal y los primeros juegos).
En la primavera de 1979, la Crecefyl (Comisión por la Reorganización del
Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras) organizó una peña en el
Club Villa Malcolm, en el barrio de Palermo, para la que planeamos una
intervención conjunta. Ya entonces había aparecido,
por iniciativa personal de Alberto Arias y con mi participación,
“Poddema” 1, con la que todos nos sentíamos identificados. Pero fue tras
la intervención en Villa Malcolm que pasamos a considerarnos
directamente un grupo surrealista. Los cuatro que estábamos allí fuimos
el núcleo permanente a lo largo de toda la dictadura: Alberto Arias
(firmaba Alberto Valdivia), Julio Del Mar, Alejandro Michel (firmaba
Alejandro Mael) y yo, que firmaba Silvia Grénier. Otros compañeros
habían tenido una intervención importante en el proceso de formación del
grupo pero se alejaron por distintas circunstancias personales. Usábamos
seudónimos como un recaudo de seguridad –entre otros- porque conocíamos
la gravedad de la situación política. Todos teníamos conocidos o amigos
desaparecidos y algunos habíamos padecido en carne propia los embates
represivos, aunque con algo más de suerte que tantos otros.
Dije arriba que el grupo se autogeneró: buscó en la sombra su
propio camino para dar a luz una identidad, sin tener “padre” ni
“protectores”. Desde luego, existía una conexión subterránea con la rica
experiencia cultural y política anterior al golpe, que cada cual había
vivido a su modo y de donde traían algunos su interés por el
surrealismo. Y también, como he dicho, con las agrupaciones políticas
que subsistían clandestinamente. Nuestro grupo fue una expresión
singular, muy intensa y consciente de una tendencia más extendida a la
resistencia secreta y molecular a la dictadura. En esos años
proliferaron, por ejemplo, las revistas culturales y literarias.
Algunas, incluida la nuestra, conformaron la Asociación de Revistas
Culturales de Argentina que se pronunció contra la censura. Pronto nos
vinculamos también con el movimiento de derechos humanos, al que fuimos
acompañando en sus crecientes movilizaciones. Uno de nosotros
participaba en las reuniones habituales de la subcomisión de familiares
de artistas desaparecidos de la Comisión de Familiares de Detenidos y
Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales. Esto formaba parte de
nuestra manera de entender al surrealismo como movimiento
revolucionario. Desde el punto de vista propiamente surrealista, no
tuvimos al principio conexión alguna con los antecesores locales, salvo
un par de visitas al poeta Enrique Molina, quien no mostró interés en
vincularse con nosotros. Siendo todos muy jóvenes (entre 21 y 24 años)
buscamos nuestra orientación en la fuente original: los textos de
Breton, el primer surrealismo.
Pero no queríamos ser meros lectores o difusores de las ideas e
imágenes que nos apasionaban, sino actualizarlas en nuestro propio
contexto histórico y cultural.
Encuestas internas, juegos, discusiones y sesiones de escritura
automática colectiva moldeaban nuestra vida interna, que encontró su
escenario natural cuando, tras la aparición de “Signo Ascendente”
1, conocimos a Josefina
Quesada, una pintora que había participado del taller de Juan Battle
Planas. Su departamento, en un antiguo edificio de la avenida Belgrano,
fue nuestro espacio encantado. Allí se elaboró la revista siguiente -con
la suficiente demora como para ser
“Signo Ascendente” 2-3-
durante meses de debates, juegos y sesiones de automatismo. Nuestras
revistas no consignaron nunca un director porque, salvo en el caso de
“Poddema” 1 -armada por
Alberto Arias- el contenido fue siempre una decisión colectiva. La
editorial –así como otros textos o declaraciones comunes- surgían de
largos y a veces arduos debates. “Signo Ascendente”
2-3 es la que incluyó más declaraciones y pronunciamientos
individuales o colectivos sobre distintas cuestiones. También fue
intensa nuestra actividad exterior a lo largo de ese año 1981: en julio
editamos para la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por
Razones Políticas y Gremiales, un libro con poemas de detenidos; en
diciembre participamos de la primera Marcha de la Resistencia y de un
nuevo festival de la Crecefyl, con la lectura de una declaración y de un
boletín especial que, adelantándose a la demorada edición de “Signo
Ascendente”, incluía material nuestro y de los surrealistas de París y
Praga. La revista salió en mayo del turbulento 1982. Nuestro grupo había
estado en la calle el 30 de marzo –contándose uno de nosotros entre los
cientos de detenidos ese día- y lo estaría de nuevo en las
movilizaciones contra el dictador Galtieri, posteriores a la derrota.
Mientras tanto, la difusión de la revista nos valió algunos enemigos
–por nuestra condena a los concursos Coca-Cola y a quienes participaron
como jurados-, pero más que nada valiosas incorporaciones: Carmen Bruna,
los jóvenes Gloria Villa y Ricardo Robotnik, Juan Andralis con su
compañera Sylvia Valdés y, algunas veces con Mario Pellegrini. Nuestra
presencia ese año en el Festival de “Arte Alternativo” organizado por la
revista “Pan Caliente” (con una muestra de cuadros y un objeto de
exploración táctil), una escandalosa irrupción condenando el mercado del
arte en la Velada Surrealista organizada en la galería de
Ruth Benzacar, la participación en un encuentro de revistas
culturales en Villa Malcolm y la preparación, junto con otros poetas,
del libro “65 poetas por la vida
y por la libertad” -que aparecería ya en el 83 en beneficio de
Abuelas de Plaza de Mayo- coronan nuestras intervenciones en época
dictatorial.
No podría hacer aquí el relato de los años que siguieron, que
figura también con todo detalle en el artículo antes citado. Diré a
grandes rasgos que el grupo atravesó momentos de dispersión y
reagrupamiento. Entre 1983 y 1988 publicamos libros de poemas. Viajamos
varios a San Pablo, invitados por Sergio Lima, para intervenir en una
semana surrealista; organizamos un seminario de Sergio Lima en Buenos
Aires. Continuamos poniendo nuestro pensamiento y nuestra sensibilidad
en común compartiendo lecturas, debates y juegos, y manifestándonos con
intervenciones públicas tanto poéticas (muestras y recitales) como
políticas, sobre todo en la lucha contra la impunidad, pero también
contra los avances del clericalismo, en defensa de los pueblos
originarios, contra el mercado del arte. Algunos compañeros se
apartaron, nuevos amigos ingresaron y, en función de estos cambios y de
la diferencia de contexto, comenzamos a firmar nuestras intervenciones
como Grupo Surrealista de Buenos Aires, integrado hasta 1992 por quienes
mencioné en la respuesta 3 de esta entrevista.
6 – Dejo asentado acá que me he quedado con ganas de verte
leyendo en más videos de los que hasta ahora he encontrado en la Red (en
uno un texto de Manuel J. Castilla, en otro algo de tu “Cantos de
dinosaurios”…). ¿Prevés poder editar pronto tus inéditos para chicos?
¿Quiénes son tus referentes locales y del exterior en lo concerniente a
esa producción literaria, y por qué?
SG -
Son muchos los autores de literatura infantil que admiro y frecuento en
mi tarea docente. Pero a la hora de escribir para los chicos la
referencia principal son las voces de la propia infancia, aquello que ha
quedado profundamente enraizado y resonando en mí. Y allí campea, sin
duda, María Elena Walsh. Y cerca de ella las recopilaciones folclóricas
de Rafael Jijena Sánchez –su “Don
Meñique”. Los dos libros que publiqué se inician con un poema que me
parece ser un eco de los
limmeriks de María Elena en su
“Zoo Loco”. Como si ella me
hubiera dado la nota inicial de una melodía que continuó luego siguiendo
su tendencia propia. Pero su poesía no solo me atraía por la musicalidad
y el humor. Tiene también momentos de un lirismo y una melancolía que me
fascinaban, como el poema “Los castillos”, cuyas imágenes me conmovían
de chica y me siguen conmoviendo. La oscuridad que para mí implicaba la
palabra “alimañas” –aun después de haber averiguado su significado- no
restaba nada del encanto, sino al contrario. Desde entonces sé que no
todo lo que se lee o escribe para los chicos debe ser inmediatamente
asequible por ellos o de digestión rápida. La lejanía, la extrañeza no
son necesariamente obstáculos. Cuando la dificultad está, de forma
orgánica, integrada a algo significativo y valioso para el chico, cumple
un papel importante. Aquello que no se ve con claridad, pero se
vislumbra a lo lejos, incita a soñar y abre el horizonte.
No quiero cerrar esta referencia a la literatura infantil sin
resaltar lo emocionante que ha sido para mí descubrir los llamados
libros álbum, que despliegan un lenguaje intensamente poético y cuya
exploración, en la sección infantil de las librerías,
recomiendo a todo adulto sensible. Encontrará sorpresas.
Sobre los inéditos, por ahora solo puedo decir que es probable
que “El duende del
chaparrón” aparezca a través
de la Editorial Amauta.
7
– Estoy seguro de que he llegado a ser espectador de un espectáculo con
el poeta Oscar Pablo Baldomá y elenco en algún reducto de un barrio
porteño. Ahora la invitación es a que nos “representes” aquellas
performances. Desde luego, objetivos, alcances, satisfacciones,
generación de propuestas, nuevas iniciativas…
SG
– Fueron varias las
presentaciones que armamos desde mediados de los 90 con Baldomá y con
Luis Conde, que es músico. Surgieron en principio como juego y por el
placer de crear juntos, en algunas sesiones de improvisación casera.
Luego fueron apareciendo ocasiones o ideas a desarrollar. Creo que lo
que buscamos fue la confluencia de la palabra y la música sin ser una
acompañamiento de la otra, sino entretejiendo imágenes sonoras y
verbales para crear un cierto clima o paisaje o un espacio-tiempo
diferenciado del ordinario, como
en las ceremonias rituales. Cada intervención la fuimos inventando
colectivamente, pautando algunas cosas, dejando otras libradas a la
improvisación. Una de las más elaboradas y complejas fue “Pájaro
de toque”, espectáculo que presentamos en el 96 en la sala teatral
“El árbol” con la participación de otros amigos, entre ellos un
percusionista que se sumó a los instrumentos de viento tocados por Luis.
Recitamos o leímos fragmentos del
“Popol-Vuh”, poemas de Manuel J. Castilla, Alejandra Pizarnik, Raúl
Gustavo Aguirre, Jacobo Fijman, Benjamín Péret, de Baldomá y míos,
incorporando la expresión
gestual y corporal, máscaras y
vestuario, diapositivas y al final, para coronar el poema de Benjamín
Péret, la irrupción de la murga Los Quitapenas. En lo personal, disfruté
las dos funciones que hicimos y me quedé con ganas de más. En el 98
armamos juntos la presentación de mi libro
“Quebrada”, en la que
intervino también, cantando
coplas, Mirta López, que ya nos había acompañado desde la murga. En el
2002 armamos algo especial para los festivales asamblearios de Plaza
Palermo Viejo y Plaza Martin Fierro. Luis Conde junto al guitarrista
Alcides Larrosa intervinieron en 2007 en la presentación de
“En el Reino Blanco”. Y hubo
otras ocasiones más acotadas o menos planeadas, en sesiones de
improvisación musical o en lecturas a las que Baldomá o yo estábamos
invitados, en las que entrelazamos sonido y palabra. También cuando
Carmen Bruna cumplió 80 años, en el homenaje que le organizamos sus
antiguos compañeros del grupo surrealista en el café Monserrat. Creo
recordar, Rolando, que fuiste uno de los amigos que estuvo esa noche, a
pesar del copioso aguacero que inundaba entonces la ciudad.
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Silvia Guiard selecciona para acompañar esta entrevista, en julio de
2014, seis poemas de su autoría: |
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Señas
A Carmen Bruna
En el paso del lobo me
reconocerás
cuando las horas muelan su
molicie al borde del camino
y las ciudades crezcan como
hongos en la bella planicie
todos están borrachos pero el
silencio tiene
pestañas abismales para abrirnos
la puerta
éramos como piedras en el río de
lava
éramos como fuegos en el lecho
de piedra
éramos pocos muchos los de
rostro velado
éramos vivos muertos los de
dientes crecidos
tu mirada de loco me prepara el
terreno
éramos los sonámbulos y la vida
pasaba
como una tromba roja por el
centro del cielo
éramos los perdidos
con nuestras manos-brújula
tocábamos el mundo de las cosas
vencidas
hay bailarines locos que
atraviesan el cielo
de trapecio en trapecio como
fósforos vivos
hay bailarines locos que cruzan
el abismo
sobre la cuerda tensa de su
propio suicidio
De
“Salomé o la búsqueda del cuerpo”
*
Fábulas
(Fragmento)
“Sobre la arena, dos cuerpos
confundidos trazan la primera letra de la palabra AMOR”
(Visión anónima, 1982)
Entonces, estaban cerrados los caminos. En los muelles el mar se
desataba, persiguiendo a un vagabundo pueblo de delfines. Con qué
músicas tristes, con qué banderas tristes avanzaban los restos del amor
sobre la playa. Con qué urutaúes desolados se vestía de niebla el
horizonte. Entonces, el mundo daba vueltas sobre un punto cansino. Los
padres devoraban a sus hijos, los hijos a sus perros, los perros a sus
huesos, los huesos a sus flautas, las flautas a sus ramos de violetas.
Entonces la guerra era un silbido de tobillos cortados por el viento, el
amor un silencio entre dos puertas, la soledad un beso de tiniebla. ¿En
qué huevo de piedra silenciosa estábamos entonces; en qué escondite, en
qué despeñadero, en qué agujero abierto entre las rocas guardábamos las
uvas para el canto, las uvas necesarias? Lo recuerdo: el mar, la piedra
blanca, la montaña. En las cumbres abrían las ballenas sus misteriosas
fauces y su mugido nos estremecía. ¡Las ballenas azules! ¡Las magníficas
reinas en su trono de tiempo! ¡La gigantesca mole de los sueños
abriéndonos sus grutas! Lo recuerdo. ¿Qué éramos entonces, colgándonos
del viento como niños, urdiendo los columpios y los puentes? Los
pasadizos iban y venían como
patinadores sobre el hielo. Me gustan los columpios, su
insensatez de péndulos sin hilo, su salto entre dos cejas, su sílaba
intermedia resbalando como un chorro de luz entre dos peñas bruscas.
¿Qué éramos entonces, masticando la hierba como vacas videntes? Perdidos
en el llano, temblorosos, buscando las ciudades fugitivas, montados en
carretas de salitre, devorando raíces de petróleo, trenzando nuestro
pelo para montar las tiendas necesarias. Entonces el viento era un
cuchillo cortando la vía láctea y el mundo daba vueltas sobre el ojo de
un muerto: un ojo seco, que nos arrebataba los espejos y quebraba los
dedos de la sombra. Estaban cerrados los caminos. Escuchen: es la sombra
que mueve sus escobas, es el viento que lanza sus aullidos sobre el
pellejo de un caballo muerto. Escuchen: las ciudades se aproximan.
Bellas, con su humareda de petróleo, su corpiño de luces despiadadas,
sus fanfarrias grotescas. Bellas, con sus trenzas de brea, su desfile de
mierda engalanada, su cortejo de huesos triturados masticando raíces de
petróleo. En los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo
pueblo de delfines. Con qué banderas tristes, con qué músicas tristes
avanzaban los restos del amor sobre la playa. El mundo daba vueltas
sobre un punto cansino. Perdidos en el llano, huyendo –las ciudades nos
buscaban- mordíamos la hierba visionaria como vacas rabiosas, ¡y estaban
cerrados los caminos!
De “Los
banquetes errantes: diario de viajes”
*
Existe el mar
Existe el mar - he visto su
abismo con mis ojos
Existe el mar la multiplicidad
de sus sombrillas y de sus cabrilleos y el viento que le alza las
polleras buscando el hueco dulce entre los muslos el musgo suave la
rodilla lenta de las altas mareas henchidas de dolor y de alegría
existe el mar en medio de mi
frente
existe el mar abierto y
destemplado
su paso milenario de ballena
su mugido lejano
las repisas del sol
las peinetas del viento
el cristal y la luz
Existe el mar en las cuerdas de
un piano
desfondado y terrible
ebrio y afónico y doliente
existe el mar sobre ciudades
crueles
o bajo
civilizaciones olvidadas
existe el mar bajo la piel
en las axilas
bajo las uñas
entre los colmillos
en las jaulas del circo y en los
zoológicos atroces
existe el mar entre leones
sin domesticar
azululantemente indominable
existe el mar después de las
tormentas
o más bien
apareado con su propia tormenta
como dos formas grises
gigantescas
contorsionadas en un mismo
abrazo
existe el mar feroz
el tragabarcos
el abrecielos
el tragamontañas
el lanzallamas
el rompeportones
el mar-asmo
el mar-aña y el
mar-tillo
el mar-supial relleno de sus
hijos
que son ovillos dulces luz y
sombra
peces-abismo
peces-acordeón
peces-bruma y peces-escalera
peces-lunas y soles
pez-tañeos
y tañidos profundos de campana
-de campana de buzo sumergido
para siempre entre pulpos-
existe el mar barbudo
salvaje
ceniciento
acróbata de innúmeros espejos
el mar como un tesoro
conservado en toneles y barriles
panzudos
el mar negruzco como un pan
antiguo
el mar empecinado como un necio
empinado sobre sus tobillos
el mar tozudo como un gran
secreto
como un arca que al mismo tiempo
es
su diluvio
existe el mar como una sed como
una alucinación
como un prodigio
existe como sólo saben existir
los mares
entre glóbulos blancos rojos y
ateridos de frío
entre glóbulos sin justificación
sin redención y sin
destino
existe de cualquier modo el mar
con sus escamas
sus cuerdas de violín
sus lengüetazos de profundidad
sus bombas de oxígeno increíble
su aletazo de monstruo
su hocico prehistórico y
mugiente
su aliento de mamut.
Lo he visto.
7/11/92
- De “En el reino blanco”
*
Se
sobrenada
Grandes oleajes me sostienen
y no obstante
no obstante
sé que hablo con los labios
partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
es decir:
hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
y no obstante
no obstante
grandes oleajes me sostienen
lentas vegetaciones me sostienen
largos
hondísimos ramajes agitándome en
su estremecimiento
me sostienen
en silencio
las palas misteriosas que
acarrean la noche
me sostienen
las lenguas agridulces
moteadas
serpenteantes
y terribles del sueño
me sostienen
la sed y su cortejo de violines
con las cuerdas cortadas
el hambre y sus harapos
la garrapata ardiente de cada
una de mis incertidumbres
me sostienen
He aquí que se acercan los
incendios
veloces
más veloces que el miedo
tiernos como paraguas
y altos como impacientes
rascacielos
los incendios me toman en sus
brazos
y me acunan hasta hacerme dormir
Aún dormida escucho cloquear a
los relojes
aún dormida veo cómo las casas
huyen de sus propias paredes
se desprenden de sus propias
ventanas como de medias viejas
se sacan el corpiño
los zapatos
los hijos
y bailan como mendigas en
inmensos baldíos
saltan de terraplén a terraplén
pierden completamente la memoria
se burlan de los trenes
y se emborrachan en su propio
velorio
aún dormida bailo con pies
heridos y feroces
entre las casas locas
entre las casas tristes
entre las casas una tras otra
derrumbadas
y observo en la piel acre y
translúcida del aire
los movimientos casi
imperceptibles de los enormes peces de vacío
grandes peces de nada
cruzando lentamente las veredas
estrellando sin ruido las
vidrieras
boquiabiertos y torpes
blanquísimos peces de silencio
desovando en las alcantarillas
su maravillosa inexistencia
vastos transatlánticos de nada
atravesando oleadas
oleajes profundos de vacío
me sostienen.
5/12/92
– De “En el reino blanco”
*
“No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”
Dylan
Thomas
Uñas
contra la sombra, pelos, dientes
y el
aullido larguísimo en los huesos
La
rabia con sus perros amarillos
espumarajeando mi saliva
La
rabia de la luz
y de
la sombra
La
cólera de sangre y de burbuja
reventando en las venas
El
ácido de luz sobre los dientes
La
hinchazón de la sangre
Su
estallido
de
bronca y de dolor golpeando el aire
terriblemente frágil
y
desnudo
Nudo
del ansia y del hastío
Nudillo de estar harta
Desnuda soledad de los tobillos
Ácida
desnudez
Ácido
mudo
Pica
roja el dolor sobre mi frente
Pica
roja los dientes abrasivos
Pica
roja la sed
Pica
roja la rabia del aullido
Pica
roja la sangre inexplicada
Pica
roja mi cuerpo
contra el cielo
Relampaguea:
No
habrá sido mudo
(Dic.’98)
De
“Relampaguea” (Poema incluido
previamente en la plaqueta
“Mujer- pájaro en el círculo del sol”, 1999)
*
Aquí donde los árboles caminan…
(Fragmento)
Una mujer, un hombre, un río
junto al árbol
A veces el árbol es un hombre
el hombre, un río
el río, una mujer
y la mujer, un árbol
La mujer en el río, bañándose
y el hombre
bañado en la mujer
y el árbol
bañándose en el cielo
Que es un río
Un hombre que es un árbol se
baña
en la mujer
que es río
Y un hombre que es un río
sueña en la mujer
que es árbol
Y la mujer del árbol con el
hombre del río
y la mujer del río con el hombre
del árbol
se abrazan bajo el amor
y sueñan
cuando un hombre y una mujer se
aman
y duermen
junto al árbol
a la orilla del río.
(Inédito)
**
En la ciudad de Buenos Aires, Silvia Guiard y R. R., julio 2014.
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© Maria Estela Guedes
estela@triplov.com
PORTUGAL |
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