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REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências
nova série | número 45 |
abril-maio | 2014
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CARLOS A.
MANRIQUE M.
A.
Truque:
una elegia tardia |
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Carlos A. Manrique M. (Bogotá D.C. 1959).
Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador,
Docente y Gestor Cultural. Ensayista y Escritor. Co-autor del libro LA
TEORÍA ESPIRITUAL. Editorial
Panamericana. Bogotá D.C. (www.thespiritualtheory.com)
2012. Autor del libro HACIA UNA ANTROPOLOGÍA
ESPIRITUAL. UNA TEORÍA. Editorial Académica Española. 2012.
Maneja el blog
www.antropologiaespiritual.blogspot.com |
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EDITOR |
TRIPLOV |
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ISSN 2182-147X |
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Contacto: revista@triplov.com |
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Dir. Maria Estela Guedes |
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Hay
autores cuya obra suele pasar desapercibida para sus contemporáneos y
quizá algunas generaciones siguientes al menos por dos motivos
principales: el primero, que su trabajo les haya resultado
ininteligible, ya sea por
temática o estilo, o porque ha sido un marginal del sistema, un
outsider, bien sea por motivos étnicos, ideológicos, socioculturales
y/ o políticos, inclusive todos los anteriores.
Sin
embargo, cuando una obra breve logra sobrevivir al olvido del tiempo y a
la desidia ominosa de los hombres: y su semántica se impone a los
prejuicios logrando anidar nicho, aunque
sea el de la intelligentsia,
podemos considerar que tal vez este autor haya dejado algo de relativo
interés para la posteridad y la memoria colectiva. Aún y cuando al día
de hoy sea un ilustre desconocido para el vulgo.
Carlos Arturo Truque (1927-1970) es uno de esos autores. Aunque sus
escasos exégetas (locales y del exterior) no se cansen de coincidir en
que su narrativa era, o es, contundente, impecable; de mucha elegancia
estilística y con el rigor estricto de quien domina un género (el
cuento, para el caso suyo); además de caracterizarse por una temática
que pasados casi 60 años conserva una absoluta pertinencia y actualidad
sobresalientes, amén de una sensibilidad humana y social inigualables.
Sin embargo, a pesar, o a
causa, de los estudios
críticos hechos a su obra (que, insisto, son escasos y dispersos) no es
fácil tratar de conocer y comprender al hombre y su obra sin caer en
tópicos comunes que se repiten muy faltos de originalidad en el único
lugar que hoy parece condensarlo todo, la inefable internet.
Es
indudable que en una semblanza biográfica es importante consignar el
ethos étnico del sujeto,
contextualizar su ambiente de crianza, su ámbito sociocultural; su
formación académica e intelectual, etc., etc. Por ello, es usual que se
comience hablando de la
condición de afrodescendiente de Truque, una expresión hoy
‘políticamente correcta’ que, -estoy seguro-, en los años en que él
llega a la capital colombiana (años 50 del siglo pasado), -un bizarro
pueblo andino pacato y excluyente-, no se conocía y en la que a
individuos de su estereotipia física simplemente llamaban ‘negro’, y si
era un poco más pálido, ‘morocho’, con la inherente carga de prejuicios
raciales y socioculturales propios de una sociedad que desde sus albores
ha sido racista y marcadamente clasista.
Pero,
curiosa singularidad, si bien Truque sabía muy bien quién era y aceptaba
con orgullo su condición étnica
eso no fue determinante en su visión del mundo; no al menos de la
manera tan marcada, y sesgada, como se ha dado en otros autores de
condición étnica minoritaria (ver un Zapata Olivella, por ejemplo). Tras
repasar su relativamente breve obra (encontré
que no hay certeza si fueron 25 o 26 cuentos y uno o algunos ensayos…)
colegí que era muy notoria su avezada visión crítica de un mundo
inequitativo: de hecho, muy pronto se mostró capaz de reseñar el
inventario del oprobioso sistema negador y expoliatorio que unos hombres
hacían de otros…de la perpetua miseria, desdén y olvido, que acosaban
desde siempre a los desposeídos, a los parias, a los olvidados de la
tierra, ya fuesen indios, negros, campesinos
u obreros…aunque conviene agregar que no toda su obra estuvo signada de
este matiz, pues, admirable, fue capaz de interiorizar en el alma humana
y hablar con propiedad de sus sempiternas contradicciones, sus más caras
expectativas y sus tristes sueños fallidos. Todo con un sentido de la
realidad loable, siempre expreso a través de un rico y muy destacable
manejo del lenguaje.
Antes
de proseguir debo aclarar que éste no es un análisis crítico de corte
literario de su obra, afán, por demás, muy alejado de mi especialidad
académica. Aunque a mi modo de ver es insuficiente, harto precario si se
quiere, ya existe un modesto
dossier de ello en ese orden.
No,
aquí lo que me interesa es tratar de comprender y explicar muy
sucintamente la naturaleza espiritual y perspectiva socio cultural de un
autor que por sus quilates merece una mayor y mejor revisión de su obra
y el reconocimiento incuestionable de sus
compatriotas, sin recurrir al manido tema de la condición étnica
como excusa.
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Una
vez leído buena parte de su trabajo literario y a pesar de lo poco que
se conoce de su idiosincrasia individual y de su corta obra, es
indudable, que Truque es uno de los grandes de las letras colombianas,
continentales y universales. A
esa indiscutible calidad intelectual debemos agregar una
humanidad de innegables virtudes entre las que destaca su profunda
sensibilidad espiritual y un genuino sentimiento de solidaridad orgánica
con los más débiles y abusados de la tierra. Pero, caso
sui generis,
sin caer en extremismos, ni
expresiones melodramáticas o grandilocuentes; sin que un análisis
crítico de su obra nos permita adscribirle o matricularle en una de las
corrientes ideológicas tradicionales tan en boga por los años de su saga
(1950-1970) llámese
socialismo o comunismo. |
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Nada
de lo que escribió nos advierte que podría haber sido un hombre de
izquierda, sino más bien un humanista cabal, consecuente, muy
concienzudo.
En
este orden de ideas, podemos pensar que Truque fue lo que Gramsci llamó
un intelectual orgánico,
alguien comprometido con su sino, capaz de renunciar a la búsqueda de
una vida acomodaticia para emprender el arduo camino del pensador
solitario a expensas de una vida llena de privaciones y sacrificios. Por
lo que sabemos, Truque, desde una muy temprana edad sintió ese llamado
especial que le reclamaba una voz particular dentro de sí
para expresarle al mundo que sentía y como lo sentía.
Tal
vocación lo llevo a abandonar, apenas
comenzada, una carrera de
ingeniería que la voluntad de su padre le había previsto, para dedicarse
de lleno a ese llamado imponderable que le impulsaba a decirle al mundo
a través de las letras “este soy yo y así pienso”; a enunciar (o denunciar, si se quiere)
una realidad que arremetía cruelmente con su torva esquizofrenia. Por
demás, no sobra recordar que él
fue uno de los nuestros que vivió, si no en carne propia si muy de
cerca, la aciaga época de los
comienzos de una irracional violencia política que casi acaba con
nuestro país. Un espectro que no dejaría de impregnar su obra, de una u
otra manera. El fue testigo
lúcido de los rotundos desgarramientos de una frágil sociedad que
trágicamente se volcaba del campo a la ciudad a causa de forzados
desplazamientos. Vio y oyó llorar de angustia y dolor al pobre, al
indio, al negro, al campesino, al obrero; vio una generación de
colombianos yaciendo sobre la tierra estéril de los mustios campos
arrasados a cal y canto en
una guerra fratricida que sólo dejaba ver la más grande iniquidad del
espíritu humano. Por su curiosidad intelectual también se enteró de la
gesta por los Derechos Civiles que Martín Luther King y Malcom X
lideraban en la tierra del Tío Sam, fortaleciendo con ello su bagaje
ético moral, amén de ser estudioso de muchos otros detalles de la
historia contemporánea universal.
Pero,
a pesar de ese nivel de conciencia y compromiso tampoco podemos decir,
habida cuenta de sus orígenes (hijo de un descendiente de alemanes,
funcionario acomodado, y de una mulata chocoana), que Truque fue un
típico hijo del pueblo raso. No. El, como muchos otros grandes
pensadores revolucionarios de la historia (porque él a su manera lo fue,
a través de su mise-en-scéne literaria),
disfruto una infancia relativamente feliz y holgada; tuvo la
oportunidad de educarse en colegios de pago (Santa Librada, Cali) y de
asistir a una de las mejores universidades de su región (Universidad del
Cauca). Pudo educarse y aprender, así haya sido, -gran parte de ese
proceso formativo-, de manera
autodidacta, leyendo mucho sobre la realidad del mundo y su proterva
historia, en un país donde una escasa minoría aún logra eso. Es de
destacar su conocimiento de las principales corrientes literarias de su
época así como de los grandes maestros, especialmente del cuento (Twain,
Chejov, Faulkner, O’Henry, Hemingway, entre otros),
de quienes aprendió con suma destreza el oficio.
Si
bien es cierto que desde muy joven experimentó el rechazo y la negación
a cuenta del color de su piel (en su ensayo
“La Vocación y el medio- Historia
de un escritor”, nos comenta un evento de tal naturaleza que a
muy tierna edad le afecto significativamente) también muy pronto
sublimó, como muestra de su preclara inteligencia,
esos sentimientos de frustración
producto de la exclusión por un genuino interés en conocer y explicar el
mundo y desde su perspectiva intelectual y artística contribuir a
mejorarlo. Ese es el verdadero
ethos de un intelectual
orgánico. En Truque, su actitud personal frente al fenómeno del
racismo, siendo él un marginal, lo
acerca a grandes figuras de la historia como Mahatma Gandhi
y Nelson Mandela, hombres que por encima de su condición étnica,
imponiéndose a ella, lograron
transformar la realidad de sí mismos y la de los pueblos que los
cobijaron. Prueba de ello es que en ninguna parte de la obra de Truque,
al menos en los cuentos que aparecen en su obra cumbre
VIVAN LOS COMPAÑEROS,
aparece una solicitud, siquiera
mínima, de reivindicación por su condición racial. El sólo hablo de los
hombres, de los seres humanos en general. De simples hombres, mujeres y
niños, en condición de desventaja
y de su búsqueda de oportunidades para realizarse en la vida. De los
sueños fallidos, de las esperanzas truncas; del trabajo perdido ante la
implacable fuerza telúrica de la naturaleza; de la fragilidad del ser
humano frente a los avatares del oscuro sino.
Y con
eso, Truque fue un hombre universal y atémporeo. De ahí la grandeza de
su obra que rebasa las fronteras de lo regional y coloquial, y aún más
de lo racial o étnico, para inscribirse en las páginas inmortales de la
literatura que en cierta forma es y debe ser un reflejo de las
vicisitudes humanas y retrato fiel de nuestra necesidad inmanente por
entendernos y darle un sentido a nuestra vida.
Sin
pretenderlo originariamente, a estas alturas me doy cuenta que este
breve ensayo se ha convertido en una especie de elegía a la vida y obra
de Carlos A. Truque. Asumo que no faltara quien critique eso. Pero este
resultado no es gratuito, ni un exceso de ingenuidad o encandilamiento.
Para quien haya leído atenta y críticamente su obra, aunque sea una
parte ínfima, la sensación que
queda es que Truque nos mostró la manera de pensar que tienen los
prohombres, esos seres superiores a su época, poseedores de una
sensibilidad espiritual y de una estructura intelectual únicas. Sin
grandilocuencias, ni formas lingüísticas rebuscadas, porque fue capaz de
reproducir literalmente los modismos del hombre del común, de su jerga
cotidiana, una síntesis del habla popular; además de mostrarnos, con
detalle casi etnográfico, su
realidad inmediata, sin sofisticaciones esnobistas; una descripción
sencilla, fundamental, telúrica. Leyéndole se siente el dolor y se
aspira el sudor de quien lo expele.
Por todo lo expuesto,
concluyo e insisto que Truque está llamado a ocupar un lugar de
relevancia en el Parnaso de las letras colombianas y universales; sin
necesidad de destacar su condición étnica, aunque, paradójicamente, ello
se constituya en el reconocimiento indirecto a una minoría postergada
que reclama su lugar legítimo en el mundo y en la historia.
Bogotá D.C., febrero de 2014
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© Maria Estela Guedes
estela@triplov.com
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