DECÍA MI ABUELA
Las verdades se leen en la frente,
y las mentiras en un palo de Caimito.
Debajo de ellos, hay un mundo anaranjado
con su Luna café.
El Sol arde por encima con rayos verdes,
y le cuelgan estrellas con senos morados
repletos de leche.
Los pájaros que ahí viven
son orgullosos de la belleza inexacta de su casa.
De rama en rama, van poniendo serenatas.
¡Árbol tan engañoso!
Con dedos de brillante sombra,
nos llamaba a todos los chavalos
para que cruzáramos sin permiso aquel cerco
y bebiéramos su leche.
Nuestra boca, entonces,
se volvía morada como sus senos.
Ya no podíamos mentir,
aunque nos tapáramos la frente.
(De
Soplo de corriente vital)
CANCION DE LAS FLORES MUERTAS
La vida pasa a la velocidad de los puentes
que no alcanzamos a contar en nuestros viajes
porque cada viaje guarda puentes que la vida desconoce,
y contar no es necesario.
Ahora nada interesa.
Un grito jubiloso no fue escuchado a mitad de la noche,
porque el júbilo es un sonido desconocido,
una partícula muy lejana no apta para los humanos,
el escondite sellador de voces.
Ahora nada interesa.
De colores,
dicen, se visten los campos en la
primavera,
¡Colores!, reclamarán los campos en su nueva sequía.
Porque las iglesias hacen
lucir sus jarrones
con cadáveres que exigen novias y quinceañeras.
Ahora nada interesa.
Somos violenta ofrenda sobre espinas,
un oasis de esponja que sostiene las apariencias,
y el incienso de nuestro réquiem hábilmente se suspende
hasta los santos.
Ahora nada interesa.
Porque el salvaje aspecto de una Heliconia no regresa.
La inquietante fragancia de las Violetas no regresa.
La inocencia de una pulcra Margarita no regresa.
Los Lirios y los Crisantemos tampoco han de regresar
a la rama de la que fueron arrancados.
Nada interesa ahora.
(De Coyol Quebrado)
DESARRAIGO
Cada casa lleva a cuesta
el origen que ha podido arrancar de la tierra.
Árboles nuestros y ajenos
cargamos cada día.
Jardines de Zacate-limón
con su estocada de espadillas verdes
parten en dos cada recuerdo.
La fragancia de Romero y Albahaca
nos ahoga en la reseca respiración
del titubeo de sus hojas.
Cadenas, clavos y soga
son parte inseparable de la carga.
Van retorcidas en las vidas encontradas,
enrolladas en la repetición de las vivencias.
Cada casa guarda en el aire sus raíces,
esperando encontrar una nueva tierra
donde quedar plantada.
(De Coyol Quebrado)
ANTES DE QUE…
El viejo de agua clavó su plan cósmico
en la fertilidad de las doncellas
antes de que la angustia huyera del circular cuerpo de Cristo.
Un corazón pequeñito soñaba
con el pensamiento de su viejo padre
antes de ser desprendido de su insomnio.
Desde lo más hondo de un gemido
surgieron las hojas del primer Ahuehuete
antes de que los ídolos aprendieran a llorar.
Una fila con diferentes vías fue su templo
donde escribieron sus prosaicas iniciales los ancestros
antes de que la sangre fuera un breve infinito.
Desde allí Netzahualcóyotl diseminó las semillas
en Texcoco para proteger la alborada de su descendencia
antes de que su alter-ego fuera descuartizado.
Una espiral de tul advirtió la grandeza Mesoamericana
y una fugitiva hoguera lanzó sus señales temblorosas
antes de que el crepúsculo se volviera cenizas.
Nada de espacio entre los espejos y el pedernal
que concentraba la mística furia de una raza
antes de que fuera el refugio de la
Noche Triste.
Un canto de tu majestuosa gigantez
fue raptado hasta la torre de la corona doble
para exhibirte como trofeo milenario
y colocarlo como utilería en un circo de parque.
Tu hijo-canto aprieta su puño sin titubeos
tu tímpano reconoce el crujir de sus ramas.
En ellas las Urracas y las Tórtolas se apiñan en invierno.
Ahuehuete, viejo guerrero,
guía de mil batallas y dos mil historias,
en tus grietas juegan los niños
y en tu altura un vitral fue pintado por Moctezuma
antes de que se hunda el artificio
de los que sobrevivirán.
(De Coyol Quebrado)
CAJA
Los ataúdes son los Pinos, Pochotes y Laureles
donde se refugia por última vez la cólera y las
edades.
Amontonados
los años,
descansan dentro de la caja mortuoria.
Espacio amigo brindado por un árbol.
Oscuridad después de los desmayos y los ayes.
Tres palabras en una misma fosa:
silencio, madera y gusano.
(De Coyol quebrado)
HABLANDO CON MIS GUSANOS
Anoche hablé con los gusanos
que se comerán mis ojos, mi lengua y mis orejas
un día de estos a lo mejor no tan lejano.
Por ahora mastican Amapolas y raíces de
Guanabana,
matando el tiempo hasta la caída de mi cuerpo
acurrucado en su casa de Pino.
Ellos dicen que no me dolerá:
un leve cosquilleo en las uñas de mis pies
y alguno que otro escalofrío en las tripas
será el aviso de su minuciosa faena.
Me han prometido fundirme con la tierra,
deslizarme sobre los colores de las mariposas
y lloverme en rapadura dorada
sobre el techo del cuarto de mis libros.
Pasarán ardorosos sus bocas
hasta desprender la pulpa de mis manos,
huesos
grises y blancos serán la fortuna
que dejaré entre las tablas.
En el cerebro derramado sobre el lienzo
de un poema perdurable
irán
descifrando letra a letra
hasta llegar a los arboles, piedras y flores.
Me han dicho que regresaré
en la musical corteza de un ronco Espavel,
o en la encolochada siesta de los Chilamates.
(De Coyol quebrado)
DOGMA DE FE
Creo en los amaneceres de los recios bejucos de Yagube
y
las refulgentes hojas de Chacruna cuyo espíritu de selva
ha de purgar el mundo penitente de los
Shipibos.
Creo en el nacimiento de las Passifloras y las Magnolias
de las Calas y Alhelíes de inusitadas imágenes y esencias
que nos esclarecen la imperfección de la raza humana.
Creo en el ilimitado pensamiento de la floresta
y
en la compasión incalculable de los animales
que aportan el orden sensato que precisa el universo.
Confío en el escarmiento brutal a nuestra especie
por la inmerecida evolución
que recibimos.
En algún lugar, alguien de nuevo
debe inventar otra fórmula.
(De Coyol quebrado)
LOS HUESOS DE MI ABUELO
III (Fragmento)
En el Otro Mundo, Nahualpilli descansó
bajo la cornisa de unas piedras.
Su cuerpo era de granito y conchas,
del
cuello cuentas verdosas colgaban.
Era de candente voz con palabras de musgos y
helechos.
Se quedó dormido.
En sus sueños miró la llegada de las almas.
Aparecían como ciegos que van tanteando entre
las sombras,
espacios vacios que nadie conoce. ¡Así son las
almas!
Figuras donde no anclan los remordimientos
ni saladas aguas salen de los ojos
porque los ojos no son necesarios.
Pero las almas lo ven todo.
El alma de cada muerto regresa a ser Pino,
Madroño, Geranio o Crisantemos.
Queda libre para siempre del caparazón humano.
Se salva de su corrosivo ego y de su
inaguantable envidia.
Nadie sabe cuándo toca de nuevo ese castigo:
regresar a la superficie para ser
el inventor de un nuevo condón,
otra píldora que calme los nervios,
un nuevo tinte o
la última guerra.
Y en el mejor de los casos:
El creador de una mágica formula que elimine la
grasa del culo,
ser quemado en una hoguera
o un poeta que anhele morir para ser recordado.
Es mejor nacer siendo una medicinal y bella
Cañafístola,
una deliciosa y perfumada Guanábana,
un
frondoso y fresco Chilamate,
una enramada de exóticas Calalas
o la maraca de una Heliconia.
¡Esa sí es vida!
Entenderse con el viento y los ríos,
escuchar cómo cantan las piedras y se queja el
gusano.
Conversar con los animales
y ser la casa de tantos pájaros.
¡Esa es una buena vida!
Conocer la rutina de las crisálidas y las
luciérnagas,
arropar a las bestias y a los mansos
y sentir el cosquilleo de muchos insectos.
¡Qué vida!
(De
Los huesos de mi abuelo)
IV (Fragmento)
Una vez me lanzaron allá arriba
donde nacen los depredadores.
Yo era un cobarde porque maldecía ser oruga
y tenía espanto de ser un roble.
Me negaba a que me azotaran los vendavales.
Entonces fui un elegante y respetado ejemplar de
saco y mocasines.
De posesión me dieron
una mujer convulsa y ninfómana,
dos hijos que se mutilaron las alas
para quedarse anclados en el sillón de la sala
como viejos barcos de piratas
sin doblón de oro en sus entrañas
y un hermano que se fue.
Mi trabajo era arrancar uñas, taladrar dientes y
romper testículos.
Dios guiaba mi mano
¿Quién
iba a negar el poder de Él?
Yo era lo que Dios quería que fuera,
eso
dijo mí guía espiritual.
Era milagroso escuchar las confesiones
con sólo enseñarle una bolsa plástica o el
sonido del taladro.
El sonido era como el ronroneo de un gato que
precisa de cariño.
Y
la bolsa, una capucha diáfana para medir el
valor.
A veces los gritos me transmitían mucha fatiga,
pero nada era en vano, porque siempre había un
nombre o un número
que me despertara misericordia.
(De
Los huesos de mi abuelo)
UNA ARAÑA
Hay días que suenan a silencio y hay noches que
no saben callar.
En esos días, alguien descubre que el arpegio de
las ramas
le va dictando las notas al viento,
y como un péndulo le bailan los minutos.
Mientras tanto, en una esquina del techo,
una araña aligera sus muchos pasos en las redes
de su casa.
Va y viene de un hilo de saliva a otro,
de mirar profunda con sus múltiples ojos.
Un día lanzaré
toda mi saliva por un
delicioso escarabajo azul.
De esa manera por
fin, sabré desintegrar en mi lengua
todos los sabores
que conducen a la muerte.
Así, igual como
vos lo hiciste.
Me habló la araña como si me conociera.
(Inédito)
UN DIA CUALQUIERA
Un día cualquiera
llueve
y no se distinguir
el sonido de sus gotas.
Agua cayendo despacito silenciosa
deslizándose hasta el suelo.
Todo se fue pintado de blanco
con esa lluvia que no escucho.
He quedado sorda en su existencia.
Ella sin mí y yo sin ella
espejismo mutuo que en la noche se siente libre.
Abrazo la transparencia de lo que ha quedado
afuera
y
me la llevo a mi cama.
Acomodo la cabeza sobre el abismo de los sueños.
Por fin puedo retomar el ruido
y
presto oído a
voces.
Un gallo está cantando misa de cuerpo presente
a los cuerpos inflamados que he visto desde mi
infancia.
Hay penumbras en esta caída
voy girando y girando
en
la memoria que no duerme.
Cruzo
un campo de albahaca
y desprendo muchas hojas
antes de postrarme ante la lápida abierta
que tiene inscrito mi nombre.
Abro los ojos y de vuelta al silencio de la
lluvia.
Acomodo nuevamente mi cabeza
y espero a que llegue el primer abismo.
Ahora llegan risas, murmullos
desde
rincones que no encuentro.
Una cortina de hilvanas uñas se abre,
y deja a la vista
la espalda diamantina de una serpiente,
extiendo mi mano, la rozo y se va.
Me
disperso poco a poco
sobre la crin de un campo de cebada
y traspaso las raíces de los granos.
El olor mineral hace que me recoja nuevamente
y empiece otro trecho de camino
debajo de toda la tristeza blanca y fría.
Cruzo un campo de albahaca
y orgullosa no sé de qué
arranco muchas hojas
antes de postrarme ante la lápida abierta
que tiene inscrito mi nombre.
Me las restregó en la cara
y me lanzo contra la furia de mi corazón
que no quiere morir.
(Inédito)
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