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A primera vista, sobre un fondo de azul
intenso, se recorta la figura de una Argentina dibujada con palabras.
Así se presenta ante sus potenciales lectores
República de viento. Un país sin memoria
de Rodolfo
Alonso. Desde el diseño de su tapa, el sentido emerge sugiriendo un
entramado de problemáticas que se abordará una y otra vez: lengua,
patria, identidad, inmigración son algunos de los ejes que recorren los
textos que componen el libro.
Alonso no es
prescriptivo: no obliga a una lectura cuyos sentidos nos brinda
digeridos. Los ensayos, las crónicas, los fragmentos literarios que
componen el libro van más allá: asumen el desafío de invitar al lector a
poner a prueba categorías tan centrales que adoptamos sin cuestionar. El
interés por esos temas no es casual: hijo de inmigrantes gallegos,
Alonso asume su doble origen, su bilingüismo, sus dos orillas. A un
tiempo, su tradición son los versos gallegos de Rosalía de Castro y
también lo son las
Aguafuertes gallegas
de Roberto Arlt. Pero Alonso no se
queda allí, también hace suya la poesía de Atahualpa Yupanqui, recreador
de esa otra herencia que Alonso busca recuperar incansablemente: la de
aquellos aborígenes, primeros pobladores de estas tierras. Los complejos
dibujos que nacen del encuentro entre las tres aristas de la
nacionalidad argentina –pueblos originarios, inmigrantes, criollos–
motivan reflexiones que establecen nexos ineludibles entre los textos de
su libro: desde la colonización hasta nuestros días, Alonso disloca para
explicarlos los procedimientos que contribuyeron a instaurar la
república de viento que hoy llamamos “Argentina”.
Trazando una línea que va desde la conquista
de América a la conquista encabezada por Julio Argentino Roca, Alonso
aborda la primera de las tradiciones nacionales desarticulando frente al
lector las operaciones discursivas implícitas en la histórica metáfora
del desierto argentino: la lengua –al nombrar– no es inocente. Armazón
de ejercicios de índole política, la mirada que –en el siglo
XIX–
organiza la construcción de la “patria argentina” surge de un proyecto
cultural y nacional que encuentra en la homogeneización y en el
borramiento la clave de su éxito. Instaurando la idea de un vacío que es
imperioso poblar, se emprende la búsqueda de una “nación para el deserto
argentino”. No extraña que ese vacío se llene, en primer término, con
palabras. Por eso, Alonso recupera la veta más claramente política de la
etapa fundacional de la literatura argentina, la porción del
corpus
que busca intervenir en la
construcción de la nacionalidad: Echeverría, Alberdi, Sarmiento,
Hernández, Mansilla: nombres propios que evocan textualidades en las que
indio,
patria,
inmigrante,
son palabras que representan ideas medulares. Aquel paradojal vacío que
delinean los románticos –y que materializan con sangre algunos de los
hombres de la generación del '80– cobrará espesor en el imaginario
nacional en la figura del inmigrante, esa presencia que con el paso de
los años se transfigura de promesa en peligro. Si para los románticos la
figura del inmigrante condensa los sueños de construcción de una
verdadera república, la generación del '80 pondrá en escena el rostro de
una xenofobia intransigente que, bajo la máscara de la defensa de una
pretendida identidad argentina, oculta el rostro de los que buscan
preservar ciertas prerrogativas de clase amenazadas por el avance
social, económico y cultural de los inmigrantes y de sus hijos. Alonso
también nos presenta una cara más actual de este modo de entender lo
argentino: la supervivencia del estereotipo que aflora en el chiste de
gallegos; en la suspicaz mirada hacia el “ruso”; o en la xenofobia
desplazada hoy hacia las figuras de bolivianos, peruanos o paraguayos.
La cuestión
de fondo que vertebra
República de viento
tiene que ver con la identidad, con
la pregunta sobre qué significa ser argentino. Alonso responde ese
interrogante y lo hace rechazando la decimonónica idea monolítica de la
argentinidad como un constructo homogéneo y sin fisuras: pensar las
inflexiones de la identidad argentina es un ejercicio de apertura, es la
elección de un camino que encuentra su razón de ser en la diversidad, en
la pluralidad, en el cruzamiento. Alonso cita la frase de Rilke en la
que afirma que la verdadera patria del hombre está en su infancia. Esta
referencia ilumina
República de viento:
para Alonso su patria infantil tiene partes iguales de Galicia y de
Argentina; de allí que para él, su bilingüismo sea pura riqueza, sea la
llave de acceso a un universo en el cual, lejos de motivar el autoodio,
la diferencia es pura positividad.
Rodolfo Alonso parece decirnos que es desde
el presente que el argentino debe interrogar su modo de entender la
argentinidad impresa en las marcas de una variedad étnica que todavía
hoy pervive en rostros, lenguajes, edificios e instituciones colectivas:
las hendiduras del presente argentino tienen mucho que ver con un pueblo
que eligió olvidar sus orígenes, que suele estigmatizar lo que no
comprende, que muchas veces elige la burla como un pobre ejercicio para
conjurar el miedo.
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