REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências


Nova Série | 2011 | Número 16

   

MISERIA

Tanta miseria venida de la penuria
de no sabernos frágiles mortales,
“tal estrellas fugaces que ignoran el
sentido del dolor, y tanta soledad que se fuga
de sí tras la anónima sombra de multitud vacía,
sin arcas en ningún desierto,
tanta violencia flamígera huída de lo inacabado,
“hubrys” de una voluntad que solo se sabe a si misma,
y tanta bastardía de quien es huérfano de si
en la escala de un verbo donde todo
se ha dicho ya : hombres pequeños
de parpadeos y saltos en medio
de un medido destierro y verdugo
de la condición de los aromas
y sus nombres, Ah vosotros, que carecéis
de nombres y de casas, y tanto destierro entre tinieblas
de encenizados soles, abandonados ya
a la extinción del fuego en la incuria del neón
y así nunca saber de donde venimos ni hacia donde vamos.

EDITOR | TRIPLOV

 
ISSN 2182-147X  
Dir. Maria Estela Guedes  
Contacto: revista@triplov.com  
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OSCAR PORTELA

 

Cantos

                                                                  
 

LA CARRERA

En mitad de la noche mi corazón se ahoga.
Y el indómito potro cae vencido por la ardiente
carrera que conduce hacia el alba. La muerte lo sorprende.

Y hay temblor en sus músculos cuando abre sus ojos a la oscura
tiniebla de los sueños. La razón apacigua la angustia de esperar
y consagrar la ostia que es misterio al olvido de duelos y doloras.

La sincopa se aleja.Y nuevamente entrega el noble músculo
al círculo vicioso de la noche para continuar remando
hacia un círculo incierto. ¿Adonde vamos Dios mío, adonde vamos?

La soledad en mitad de la noche aúlla como un lobo: es certeza
y es duda, es fría fuente, y es infierno esta ardiente carrera.

El polvo de los sueños que atraviesa la sístole se borra poco a poco.

¡Ah desbocado corazón, potro indomable sigue esperando pues
por la luz de aqueste amanecer aún remoto!

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
 

PROFECÍAS

Crueles grafías de la memoria

sobre la piel del Libro de la Vida,

cuando callan los órganos

que hacían de los deseos de la piel-

el rito de los colores

y  la final consagración de la primavera,

tras las fugaces estrellas de la noche.

 

Grafías, mareas y huracanes y

 rayos de soledades y desgarros de las nostalgias

de lo no advenido,  y todavía esperando…  ¿todavía?,

cuando la impiadosa clepsidra sigue labrando huellas

sobre la piel ya estulta, bebiendo del odio de lo ignaro

el desocultamiento de la belleza que en lo abierto, Eros

dispuso para mortales entre el cielo y la tierra.

 

Pocos en el tiempo de la infancia, donde el corazón diamantino

se expandía, lo entenderían.

 

Pocos entenderían que el tiempo de la espera a llegando a su limite.

Y que los dioses abandonan definitivamente sus moradas

en tanto la clepsidra continúa grabando sobre la piel

el cruel adagio del adiós, los sueños y las melancolías.

 

No existe mayor altura en las sendas abiertas a la soledad

que las grafías de acidas memorias, y hasta aquí a llegando mi corazón

en la que el ojo espía un nuevo sol mirifico, que nace de la apertura

de la flor que rompe toda roca y todo estigma de grafías

de las memorias definitivamente ya vacías en los cielos.

   
 

BURBUJAS DE DESEOS 

 Deseos sobre todo, deseos que abren la flor del loto

 Del poema al alma de las pálidas lunas. Burbujas bajo la luz

 De Estrellas en carnes de magnolias  y  noches

 Abiertas al infinito espacio de la albura. Burbujas

 Llevadas por los sueños del Deseo, pués que de sueños

 Y no otra cosa fuimos hechos y en este laberinto

 Custodiando por leones de la viril pirámide de palacios

 De sueños en los que nos refugiamos huyendo

 De la feroz incuria del desierto, solo somos Burbujas

 De Deseos y no otra cosa. Y toda Eternidad

 Constituye el  reflejo de rayos reflejados en la carne

 Del cuerpo de un Deseo que nos religa con el amor

 Que huye. No más, no más. Y luego de haber sentido

 Los cósmicos espacios sobre la carne núbil y los néctares

 De los amados cuerpos del deseo que nos llaman a luz

 Oh Burbujas, Oh elementos, Oh relámpagos,

 Entregarse por siempre el destino fulmínio de las

 Sagradas Burbujas del Deseo.

   
 

EL CANTO

Vuelve canto a mi boca.  No abandones los sueños

Y las videncias que prohijaste en mí  y en las que ardí

Por una eternidad apenas como alegoría del instante.

No me dejes ahora que los harapos de las visiones

Del verbo sombras que me acompañan hacia

La luz final que oculta la melodía en la que

Se perdieron mis horas: haz de mí nuevamente

Un fanal de venenos y mieles,  y reúne todo lo mortal

En las imágenes que han venido hasta mí

Solo para crucificarme: otórgame tumbas y resurrecciones,

Sarcófagos y soles espectrales para que la soledad

No me devore y abandoname luego a la intemperie,

De aquellos elementos que me elevaron por encima

Del aquel que no es más que un rapazuelo, capaz de abrir

Sus ojos para que el Dios en su más pura forma

Crezca como asfódelo entre los pliegos de mi carne.

Ábreme, no me cierres a la osadía de ser la llaga

Del sentido,  y deja que las videncias en las que iluminé

El camino del apostata, las islas del Egeo, el cuerpo de Theo,

Los ojos de Theo, en los cuales se ocultan todas las mieles

De la Estigia, sus piernas  y su cintura que copian

Los peligros de la aventura de Odiseo sean el  postrer

Ejercicio de haber estado aquí sirviéndote, y haz que el

Colibrí beba de mí por última vez, mientras mis ajadas

Manos acarician el cabello del Dios a quien me rindo:

Ámbos mortales, ámbos solo búcaros,  que buscan

Morir en el amor para resucitar tal vez convertidos

En lobos ya solamente para servir a la luna.

Pero ahora dame una vez más aquel veneno

Con el cual curé mis heridas para construir imágenes

Que solo hablan el sinsentido de tu loca

Carrera,  Oh canto, nocturna estrella de zafiro

En la frente de Theo por un segundo más, por un segundo

En sus tobillos y el empeine de sus pies, por un segundo más

Por un segundo déjame desaparecer  en sus límpidos

Ojos, déjame morir en él como la rosa que vive por un segundo

En el cántaro que la aprisiona, poséeme luz  una vez más

Para que transfundidos y ya eternos de nuestros cuerpos espectrales

Gotee el aceite de la Eternidad, porque yo te amo-  Theo- Eternidad.

 

 

Oscar Portela es poeta y filosofo Argentino. Nació en 1950 en la Provincia de Corrientes y su infancia fue de campo y pueblo. En 1977 publicó su primer libro ( Senderos en el Bosque ) que pasó pronto a las Antologías Latinoamericanas. En forma temprana tomó contacto con los clásicos y a los 14 años escribía sobre Bergman, Unamuno, Sartre, Papini y otros. Político, pensador, poeta, critico de arte y espectáculos, Oscar Portela colabora además con las principales Revistas de Internet.