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REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências
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Ana Luísa Janeira
Foto de José M. Rodrigues |
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EL
SACRO REAL MONTE DE PIEDAD DE LIMA EN EL MERCURIO PERUANO
(1791-1793) NOTICIAS DE EDUCACIÓN SOCIAL
Carmen
Labrador Herraiz
Universidad Complutense.
Madrid-España |
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DIREÇÃO |
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Maria Estela Guedes |
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La oportunidad que se me
brinda de colaborar en el número de Marzo de la Revista TRIPLOV ARTS,
RELIGIONS ET SCIENCES es una excelente ocasión que agradezco
profundamente. Y lo que digo porque no siempre disponemos de un
espacio para valorar públicamente el trabajo que personas como la
Dra. Ana Luisa Janeira han realizado y dar a conocer su espléndida
y generosa obra.
Mi sencilla aportación tiene
que ver con las aportaciones que aparecen en un medio de
comunicación y que para la historia de la educación social tienen un
valor especial. La referencia a la Profesora Ana Luisa Janeiro no es
sólo tangencial, creo interpretar y no del todo mal, su interés por
el mundo iberoamericano, sus excelentes investigaciones lo muestran,
y desde esta perspectiva, una parte de la realidad educativa de Perú
en una época tan singular como al segunda mitad del siglo XVIII,
puede tener sentido. |
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0. Introducción |
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Hace unos años celebrábamos el
tercer centenario de la fundación del Monte de Piedad de Madrid,
conmemoración que motivó la realización de investigaciones sobre su
historia y el influjo que ejerció en diferentes países sobre todo de
América Latina. Se iniciaba un camino interesante para conocer las
acciones concretas de esta institución, si bien la razón de abordar el
tema se inscribe en un ámbito de investigación más amplio relacionado
con la Historia de la Educación Social.
Previsión, beneficencia y
caridad y sus implicaciones socioeducativas concretas forman el marco de
esta aportación que, teniendo que ser necesariamente reducida, se centra
sobre todo en la significación del Sacro Real Monte de Piedad de Lima y
tiene como principal fuente de información la prensa periódica, el
Mercurio Peruano, los números publicados entre 1791 y 1793.
Una nota previa, introductoria
sobre este “Papel Periódico” El Mercurio Peruano puede ser oportuna. Se
trata del documento que ha proporcionado una gran parte de las
informaciones y de los datos precisos para elaborar estas páginas. Es
un documento interesante, válido, que conserva la memoria histórica de
manera puntual y precisa y que ayuda a construir el pasado de la
sociedad y de la educación en América y en España en la medida en que
la prensa periódica puede hacerlo.
La descripción breve de estos
“papeles” sitúa convenientemente el estudio. El año 1790 se difundió en
Lima un “Prospecto del Papel Periódico intitulado MERCURIO PERUANO de
Historia, Literatura y Noticias públicas que a nombre de una Sociedad de
Amantes del País, y como uno de ellos promete dar a luz Don Jacinto
Calero y Moreira, con Superior Permiso”. Estaba impreso en la Imprenta
Real de los Niños Expósitos el año de 1790. Su principal objetivo, tal
como se anunciaba, consistía en “hacer más conocido el país que
habitamos”.
Efectivamente, el día 2 de enero
de 1790 comienza la publicación con dos números a la semana, los jueves
y los domingos y consta de un pliego entero “como la Gaceta de Madrid” –dicen-.
Su tamaño es de 20 por 15 centímetros. Para los suscriptores el precio
es de 14 reales mensuales y fuera de suscripción el coste de cada pliego
es de dos reales.
El “Rey Nuestro Señor” abre la
nómina de los suscriptores y lo hace por dos ejemplares[1].
Siguen el Excelentísimo Señor Virrey, el Señor Regente, el Ilustrísimo
Señor Arzobispo y los demás por orden de petición. La relación de
personas aumenta en cada uno de los números y cuenta con personalidades
pertenecientes al mundo de la Universidad, de la política, de la cultura
y de la Iglesia. Entre ellos pueden encontrarse nombres relevantes tales
como el Rector del Real Colegio de San Bernardo, Directores de las
diferentes Doctrinas, catedráticos de Matemáticas y Cosmología, la
Sociedad Patriótica de la Ciudad de Quito, Lectores de diferentes
instituciones, Corresponsal del Jardín Botánico de Madrid, Rector y
Vicerrector del Real Convictorio de San Carlos, Director de la Real
Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada, Socios de la Real
Academia Española y de la Historia de Madrid, Bibliotecario mayor de la
Real Biblioteca pública de los Estudio Reales en Madrid y eminentes
científicos. También representantes de instituciones como el Hospicio de
Montserrat, la Real Casa de la Inclusa, el Hospicio de Agonizantes de
la Ciudad de la Paz, de las Órdenes de Caballería, y muchos más porque
además figura un grupo importante de personas desconocidas, hombres y
mujeres, éstas en número mucho menor, buenas lectoras y bien instruidas.
Es el caso de la Presidenta de Quito que además era “Camarista de la
Reina”[2].
El conjunto de la relación
muestra el tipo de lectores y quiénes podían acceder a la información
que estos “vehículos del pensamiento ilustrado” ofrecían, aunque se sabe
también que en determinadas tertulias se leía en voz alta para aquellas
personas que no adquirían el Mercurio o que no sabían leer.
En la página inicial aparecen
las primeras justificaciones de la publicación: “Entre los diversos
objetos, que ocuparon las Prensas, ninguno fue más útil, que el de los
Papeles Periódicos. Desde la adopción de ellos se puede casi fijar la
época de la ilustración de las Naciones. Nuestra Corte ha llegado a
entretener diez Papeles Periódicos, ya Diarios, ya Semanales y ya
Mensuales” y cita: Gazeta (sic), Mercurio Político, Diario,
Semanario-Erudito, Censor, Corresponsal del Censor, Apologista
Universal, Espíritu de los mejores Diarios de Europa, Memorial Literario.
El Mercurio lo edita la Sociedad
de Amantes de Lima. Sociedad que se crea a partir de una Academia
Filantrópica y después de 27 meses de separación “la sociedad de cuatro
hombres retirados de todo lo que hace el placer de la mayor parte de los
mortales y deseando objetos científicos en que ocupar el talento y
procurar ilustrarse” deciden constituir una nueva sociedad con el
nombre de Amantes del País. Piensan que la “primera ventaja que reporta
el hombre constituido en sociedad, es la de ensanchar sus ideas y pensar
con más uniformidad” Para ser más útiles a la Patria y a la Nación y
para hacer públicas las diferentes tareas crean el Mercurio Peruano.
Este Papel Periódico, la
Sociedad y la Imprenta están relacionados con iniciativas acuñadas en el
siglo XVIII que eran comunes en España y en otros países europeos.
En los 411 números que se
publicaron la variedad y diversidad de los temas es una nota común, si
bien para nuestro propósito, los asuntos relacionados con la sociedad,
“la moral pública” y la educación tienen un interés especial en un marco
más amplio de investigación histórico social.. Este es el motivo por el
cual se estudian acciones educativas que tiene como origen la previsión,
la caridad y la beneficencia y se concretan en las prestaciones del
Sacro Real Monte de Piedad de Lima para ayudar a niños y niñas pobres,
huérfanos y a otros grupos de indigentes.
[3]
Los datos que utilizamos para la
presente aportación están en los números del Mercurio Peruano
publicados en los años 1791, 1792 y 1793. |
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1. Unas notas sobre la población de Lima |
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Conviene mencionar brevemente
unos datos sobre la población de Lima, primero porque el desarrollo del
tema está dependiendo de la estructura demográfica y de los sectores
marginados y segundo porque ha sido posible consultar una fuente
documental excelente para nuestro propósito. Me refiero a las
Reflexiones históricas y políticas sobre el estado de la población de
esta Capital, publicadas en 1791[4]
Según este documento “la
población de Perú, en cuanto a las castas originales, se compone de
españoles, indios y negros”. Las especies secundarias más conocidas
proceden de la mezcla de éstas y es frecuente encontrarlas en este tema
en cierta medida porque los negros y los mulatos se ocupaban de los
trabajos domésticos además de las tareas más duras del campo y siempre
en los lugares más extendidos y lejanos. Se advierte, no obstante, que
en los últimos años también hay criados blancos y, en este sentido,
“algunos políticos ilustrados opinan que sería más feliz el Reino, y
especialmente esta Capital, si este prejuicio se desarraigase
enteramente” [5]
En 1600, siendo Virrey el Sr.
Marqués de Salinas, un primer recuento de la población establece un
total de habitantes de 14.262. Parece, sin embargo, que el
manuscrito del que se toman estos datos ofrece alguna duda en cuanto a
su exactitud. Existe la sospecha de posibles ocultaciones que también
se han encontrado en otros documentos producidas por el temor de los
vecinos a posibles impuestos o a nuevos tributos.
El gobernador, Marqués de Montes
Claros en 1614 en un nuevo recuento de los habitantes de Lima, obtiene
la cifra de 25.454, dato que representa un incremento importante en
diez años.
Un nuevo Padrón del año 1700
arroja los datos de 37.250, incluyendo religiosos de uno y otro sexo,
hombres y mujeres, indios, esclavos, etc. En la ciudad vivían religiosos
Dominicos, Franciscanos, Mercedarios, Agustinos y además había varios
beaterios. Desde esta fecha Lima aumenta en extensión, en gasto y en
recursos hasta el punto de que en 1746 la cifra asciende a 60.000
almas.
Conviene notar que la noche del
28 de octubre de 1746, la Capital padeció un “horrible terremoto y ruina”
acompañado de epidemias en los años siguientes, sucesos que mermaron la
población entre seis y ocho mil personas.
[6]
Humbolt calcula la población
total de la América española a finales del siglo XVIII en 16.902.000
habitantes, de los cuales 3.276.000 eran blancos; 7.530.000, indios;
5.310.000, mestizos de diversas clases y 780.000, negros[7].
Para este estudio contamos con
un documento muy valioso titulado Plan demostrativo de la población
comprendida en el recinto de la ciudad de Lima
[8]
Es un estudio demográfico que
mandó hacer el Virrey Excmo. Sr. D. Francisco Gil Taboada y Lemos y que
dirigió D. José María de Egaña, Teniente de Policía. Toda la población
está recogida en este plan con tanto detalle y precisión que merece ser
tenido en cuenta aunque no es sea esta la ocasión de analizarlo con
detalle. No obstante sí interesa uno de sus grandes apartados,
[9] el que titula
“comunidades civiles”, porque en ellas considera los Colegios, los
Colegios de mujeres, los Hospitales, Hospitales de mujeres, de locos y
de Esclavos y las Casas de Misericordia entre las que cita la Inclusa,
el Hospicio y la Casa de Mujeres pobres. Naturalmente, el Sacro Real
Monte de Piedad de Lima con sus prestaciones, limosnas y otras acciones
particulares ayuda a estas instituciones que atienden a población
indigente.
En los datos siguientes se
refleja la situación real de sectores especialmente necesitados. En el
Colegio de la Caridad había 18 niñas, en el colegio de Santa Cruz de
Huérfanas vivían 24 niñas, en Casas de Misericordia había 27 niños
expósitos y 20 niñas expósitas, en la Inclusa y en el Hospicio 29
hombres y una mujer. Había tres cárceles, de Corte, de la Ciudad y de
Inquisición con un total de 17 internos entre españoles y de castas
hombres y mujeres. [10]
Estas cifras aumentaron progresivamente.
Lo que puede considerarse con
significación relevante en Perú para la economía metropolitana se labró
a costa de la explotación sistemática del elemento indígena que junto
con las fuertes epidemias y terremotos del siglo XVIII, determinaron un
descenso de la población durante toda la dominación española. Los
continuos abusos de las autoridades virreinales provocaron varias
sublevaciones indígenas entre ellas en los años 1780 y 1781 la segunda
de Tupac Amaru, sublevaciones capitaneadas por criollos que iniciaban en
cierta medida los movimientos emancipadores, pero no resolvían los
graves problemas de pobreza y marginación existentes.
Otras referencias al modo de ser
de los peruanos confirman la existencia de un sector importante de
población indigente, muy necesitada y a la vez la capacidad y
disposición de este pueblo atento a buscar soluciones y a prestar apoyo
a los más pobres.
Diferentes informaciones que
encontramos en el Mercurio, sobre la compasión que suscitan estos
miserables vivientes, elogia el “genio caritativo de los peruanos”, las
“luces filosóficas” que distinguen el siglo y el espíritu humano y
concluye con una referencia a los huérfanos y a los miserables que “por
su inocencia, por derecho de sociedad, por consejo de la Religión y por
carácter de la misma Filosofía son acreedores a la compasión y al
patrocinio de todas las almas sensibles”
[11]
Las graves epidemias, los
terremotos frecuentes despiertan sentimientos humanitarios para “alivio
de pacientes” y es la “caridad cristiana” ante los padecimientos de
los hombres la que “explayó en este general conflicto todo el ardor de
que es susceptible “ Son muchas las personas que animadas por “el mismo
espíritu de humanidad y religión” unidos por el deseo de socorrer a sus
semejantes, desde todos los tiempos, han ocupado la parte más favorable
de la justicia y de la misericordia pública en atender a “los hijos que
no reconocen más padre que al mismo público”, a “los que perdieron los
suyos” y a “los que los tienen en tanta destitución, que no pueden
siquiera mantenerlos”. Las citas en este sentido se multiplican y alegan
que “la historia de los pueblos nos ofrece comprobantes de esta verdad”
“Nuestra amada patria –escriben-
entra en este predicamento de humanidad hacia los huérfanos y los
pupilos aun antes de la época feliz de su sujeción al dominio
Castellano” [12]
Recuerdan el espíritu de caridad
de sus abuelos que se ha transmitido “hasta nuestros días de suerte que
no se puede decir que la beneficencia tuvo entre los peruanos un tiempo
de moda, como suele suceder en Francia con las opiniones lo mismo que
con los vestidos”[13]
El espíritu de caridad de
nuestros abuelos, la atención a enfermos pobres, a mujeres desvalidas,
a indigentes se ha transmitido hasta nuestros días de suerte que no se
puede decir que la beneficencia tuvo entre los peruanos un tiempo de
moda, como suele suceder en Francia con las opiniones lo mismo que con
los vestidos. [14]
En una nota aclaran, “Hasta el
año 1638 no hubo en París una casa de huérfanos. En este año una viuda
rica y virtuosa dio principio a una obra de esta naturaleza, que para
subsistir necesitó toda la constancia y heroísmo de un San Vicente de
Paula. Sólo en el año 1675 logró interesar las consideraciones del
Soberano que le asignó una renta de 20.000 liras” Este hecho les llena
de complacencia de tal manera que se proponen tratar la materia para
adelantar el cuadro de las glorias del Perú.
En este sentido, consideran que
la Historia del Hospicio y de otras instituciones para huérfanos y
pobres, muestran como la compasión y la caridad hacia los infelices han
sido siempre características distintivas de estos países. Comparan con
lo que pasa en Europa y sus referencias obligadas apuntan generalmente a
Francia. Así argumentan: cuando en París no había siquiera idea de que
los pobres hijos del amor, los huérfanos y los indigentes mereciesen la
protección del público, en Lima lograban ya casa, maestros, limosnas y
colocación.[15]
En las páginas del Mercurio se
excusa repetidamente la imagen negativa que determinados historiadores,
desconocedores de estos hechos, habían dibujado de los peruanos “como
nietos indolentes de unos padres crueles”.
En este contexto se inscribe la
oportuna fundación del Monte de Piedad de Lima que tanta atención prestó
a los sectores sociales más necesitados. |
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2. El Sacro Real Monte de Piedad de Lima |
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Una breve aproximación al tema
de los Montes de Piedad permite encontrarse con planteamientos muy
claros y con objetivos bien definidos, siempre condicionados por
categorías que se enmarcan en creencias, compromisos éticos, acciones
benéficas, proyecciones filantrópicas y respuestas caritativas. Se
pretende con todo ello “aliviar al pobre y necesitado”; “socorrer al
público con pequeños préstamos”; “practicar obras en las que se interese
la piedad y la Religión”; “asociar la riqueza a la obra personal de la
salvación” y “fomentar establecimientos útiles”[16]
Como consecuencia, en las
últimas décadas del siglo XVIII, ante una realidad social difícil, las
fuerzas sociales reaccionan con el propósito de suprimir la pobreza.
Para ello, entre otras cosas, se crean las sociedades filantrópicas,
patrióticas, benéficas y es en este contexto en el que hay que situar
la fundación del Monte de Piedad de Lima qque, además, ejercerá una
función complementaria a la realizada por las Hermandades y otras obras
pías.
El historiador Paul Hazard,
considera como virtudes de la “nueva moral” de los hombres del siglo
XVIII la tolerancia, la beneficencia y la humanidad. Todas ellas están
presentes en las aplicaciones del Sacro Real Monte de Piedad de Lima.
Se trata ahora de estimular sobre todo la previsión y la autoasistencia,
aunque todavía sea necesario un largo recorrido para conseguirlo.
Aparece así la “fórmula
previsión” relacionada con el mundo del trabajo y especialmente con el
escaso poder adquisitivo de los trabajadores a quienes se les garantiza,
de esta manera, niveles mínimos de atención en los momentos difíciles.[17]
Estas “previsiones” se añaden al
tipo de ayudas que se obtenían por otros medios como eran la caridad
privada, donativos, legados, limosnas; las subvenciones comunales; las
tasas sobre espectáculos; las loterías para los pobres y otras. Es
preciso tener en cuenta que sólo las instituciones y sus acciones
educativas, que se realizan en espacios cerrados, tienen como objetivo
la asistencia y la reinserción en la sociedad mediante el trabajo.
El Marqués de Caracciolo, uno de
los “más aplaudidos escritores” de este siglo, -afirman- en su Discurso
sobre los verdaderos intereses de la Patria, solicitaba el
establecimiento en cada ciudad de un Monte de Piedad.
Los mercuriales, por su parte,
alegan que, si Francia parecía bien equipada en 1789 con una red de 2000
establecimientos creados por la caridad privada, sin embargo “en una
ciudad como París en la que nada falta para que sea feliz su residencia,
falte un Monte de Piedad para que cesen las usuras, que son el trastorno
de las familias, el empobrecimiento del público y el tesoro mal habido
de algunos ciudadanos oscuros. Consideran que "si no ha llegado este
tiempo para la mayor ciudad de Europa, ha llegado ya para la Capital de
América que a imitación de la septentrional ha dado principio en el día
tres del presente mes a socorrer al público con pequeños préstamos"[18]
En el reinado de Carlos III y
desde el año 1777 se cursan solicitudes repetidas al gobierno de Lima y
a la Corte de Madrid aportando datos de situaciones similares en otras
partes en las que se han encontrado respuestas positivas y han
solucionado los problemas de personas necesitadas. Comentan que en la
ciudad de Manila está fundado un Monte de Piedad que llaman la Mesa de
la Misericordia “de tanta eminencia, que puede a Corona Española
gloriarse de tener sus fundamentos en aquellas Islas sobre piedad tan
elevada”[19]
Efectivamente, en las
referencias históricas se encuentra José Torrubia, religioso
Franciscano Descalzo, Procurador General del Monte de Piedad de
Filipinas que había sido fundado en 1594 por el Venerable Juan Fernández
de León. Desde 1594 a 1730, ciento treinta y seis años llevaba gastado
5.303.335 pesos como indica la siguiente tabla: |
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No se especifica ni la cuantía
ni los contenidos en cada caso de las dotes que se asignaban a las
jóvenes bien sea para casadas o religiosas, siempre según su vocación se
dice expresamente, y con relación a estas opciones se les daba la
educación y crianza correspondiente[20]
Lo admirable es que el fondo
inicial para todo este volumen de recursos fue de 14 vacas, algunas
pocas mantas y escasas limosnas.
No ignoran la existencia en la
Corte de Madrid de un Monte, fundación de “Don Francisco Piquer, el que
con un real de plata que le dieron de limosna, el día 3 de diciembre del
año de 1702 dio principio al establecimiento del Sacro Monte”, que en
1787 tenía de fondos más de tres millones de la misma moneda, después de
inmensos y numerosos gastos que se habían hecho en limosnas, pensiones,
ayudas para alimentos, para huérfanos y pobres.
Recuerdan igualmente la creación
reciente de otro establecimiento similar en la ciudad de México y
elogian el mérito y el valor de su fundador, el Conde de Regla, porque
con sólo sus aportaciones consiguió licencia del Rey para su apertura y
funcionamiento.
Ante una realidad que consideran
tan favorable, expresan el deseo de que en el Monte de Piedad de Lima se
distribuyan entre sus "moradores indigentes" otros cinco o más millones
de pesos. De hecho, en los pocos días de existencia, en Lima se habían
socorrido a numerosas personas como veremos más adelante.
Se precisó una década para que,
tras sucesivas solicitudes, una Real Cédula de Su Majestad el Rey Carlos
III de 16 de agosto de 1786 permitiera el establecimiento del Monte de
Piedad de las Benditas Almas del Purgatorio con la advocación de Nuestra
Señora de las Mercedes. Se inicia entonces la redacción de las
Constituciones que se envían a las autoridades pertinentes para su
conocimiento y aprobación.
Estas Constituciones que están
escritas en 68 folios y distribuidas en 17 capítulos fueron aprobadas
por Auto Acordado de 2 de marzo de 1790.
En los años que mediaron entre
estas dos fechas siguieron, naturalmente, no sólo insistiendo en la
petición de permiso para su funcionamiento, sino que el “laudable el
celo del presbítero D. Francisco Javier Villalta y Núñez promotor y
agente de esta tan piadosa fundación y concluyendo en su representación
de folio 88, se le permita la apertura del Monte por tener ya en
efectiva moneda 22.680 pesos y 2 reales para iniciar su ejercicio y
posterior aumento en beneficio público”[21].
En consecuencia y con arreglo a
la citada Real resolución: "Procédase desde luego a su apertura bajo las
formalidades establecidas en dichas Constituciones, con la calidad de
por ahora, y hasta la Soberana aprobación"
Era indispensable que el
Contador, el Tesorero, Depositario de alhajas y Ministro de almonedas
den cada uno a su ingreso fianza de sesenta pesos, como los demás
subalternos los que se les tienen prefijados "porque así se cautelen
para lo sucesivo aun los mejores quebrantos en beneficio del mismo fondo"[22]
Como primer director se nombra a
D. Francisco Javier Villalta y Núñez. Los términos en que está redactado
el nombramiento, firmado por el Marqués de Salinas, merecen ser
reproducidos. Se le nombra “por haber promovido obra tan laudable y
piadosa, destinando para su fondo 20 mil pesos, que le tiene aceptados
S. M. y la casa de su habitación[23],
no siendo dudable continúe promoviendo y adelantando dicha fundación, lo
elijo y nombro por primer Director del Monte, esperando de su honor,
actividad y constancia el progreso más ventajoso de obra tan interesante
al Público y al piadoso fin que se propuso”[24]
Naturalmente, una vez nombrado
el director se procede a designar los demás cargos. De todos ellos se
dice que deben ser "personas de notorio celo y buen nombre" sin sueldo
alguno, como se propone” Se les pide que desempeñen sus cargos con
“exactitud, pureza y desinterés” porque así lo exige “lo piadoso de la
fundación” y la “confianza pública”[25]
Para garantizar la seguridad y
crédito del Monte para los empeños tanto de alhajas como de ropas y la
confianza de las instituciones, los fondos se guardarán en arcas con
tres llaves que custodiarán las tres personas que ostentan la máxima
responsabilidad el Monte.
Una nota de la Sociedad de
amantes de Lima, fechada en Lima el día 7 de noviembre de 1792, se
refiere a los Montes de Piedad de Madrid, Filipinas, México y Lima; de
cómo “han dado a conocer sus utilidades y ventajas para el alivio
temporal del pobre necesitado”[26]
Los Sumos Pontífices conceden
indulgencias y gracias a quienes entreguen sus bienes, sus limosnas y
sus ayudas y por esta razón resultaba fácil convencer a los donantes
invocando “sus espirituales provechos”.
Los Papas Paulo II, Sixto IV,
Alejandro VI, Julio II y León X, censuran con dureza a las personas que
“enseñaren doctrina alguna que les sea contraria”. Al parecer estos
Pontífices habían promovido establecimientos semejantes en diferentes
lugares porque se trataba de ayudar al indigente y a la vez p 263
combatir la usura, condenando las “execrables ganancias del vil usurero”[27] |
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3. Temas de asistencia, socorro y educación de
los pobres... |
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En los nº 203 y 204 de 1792 del
Mercurio se publica “la noticia de este piadoso establecimiento que
acaba de planificarse”. Lo expresan con satisfacción, conforme con su
planteamiento y dicen que “su utilidad, que basta por si sola para
recomendarlo con el Público, se manifiesta en la oportunidad y franqueza
con que prepara y facilita los recursos a un crecido número de personas
que acuden a implorarlos”[28].
La importancia de estos y el
ejemplo de un ilustre prelado, el Ilmo. Sr. Doctor Don Alejandro de
Ochoa dignísimo Obispo de la Santa Iglesia Catedral de la Paz, con
noticia que tuvo de esta fundación, “remitió 200 pesos para su fondo,
que propende con sus benéficas erogaciones al aumento de sus fondos,
estimulará los ánimos piadosos y nos confirma en el deseo de que sucedan
a estos bellos principios unos plausibles y rápidos progresos”[29].
Se presentan sólo unos datos que
muestran la evolución de la economía y la cuantía de las ayudas
prestadas en distintos meses y en diferentes capítulos, datos que por
sí mismos son elocuentes.
Diciembre 1792: Se
socorrió a 100 personas con.............. 3.808 pesos
En limosnas
57 pesos y 1/2 real
Enero 1793: Se
socorrió a 101 " ”........... .....3.822 pesos
En limosnas se
entregaron...........................57 pesos y 1/2 real
Febrero 1793:
Se socorrió a 57 " “................ 3.403 pesos
En limosnas se
entregaron ...........................51 pesos y 1/2 real
En este tiempo desempeñaron
alhajas 12 personas por 4,9 pesos. Los desempeños voluntarios empezaron
en dicho mes de enero y fueron 10 personas por la cantidad de 129 pesos[30]
Se aprecian progresos
importantes en los recursos del Sacro Real Monte de Piedad y en la
distribución de los mismos, sin embargo para no abusar de las cifras,
baste el siguiente ejemplo:
Abril 1793:
Se socorrió a 113 personas con
.................3.970 pesos y 4 reales
En limosnas se
entregaron.................................61 pesos y 1 real
Se advierte un aumento
significativo en las prestaciones en el mes de abril y la tendencia
continua aproximadamente en cantidades similares.
En el sentido inverso también
este documento interesante que es el eje de la presente investigación,
ofrece datos y comprobamos que, efectivamente en este periodo, pudieron
desempeñar 18 personas con la cantidad de 648 pesos.[31]
Entre los objetos que se citan como desempeñados se encuentran una
hebillas de oro y un par de azajares de diamantes jaquelados, engastados
en oro; un rosario de perlas con siete misterios, con sus encomiendas
pequeñas; una cruz de diamantes con topacios, engastada en plata y otras
muchas alhajas. Puede resultar significativo el hecho de que no dejen
constancia, en estos primeros meses, de la recuperación de la ropa
empeñada, sin embargo no tenemos ninguna información que permita hacer
deducciones válidas.
En ámbitos de la Historia social
el estudio de la pobreza y la beneficencia no han sido objeto de
atención preferente por parte de los estudiosos del mundo contemporáneo
españoles, pero tampoco es una parcela que carezca de balances, algunos
relativamente recientes y muy bien informados, como ha señalado
Forcadell.[32]
Incluso carecemos de monografías
sobre la vida en las inclusas, hospicios y cárceles, o sobre la
mendicidad y el modo de respuesta a sus necesidades, si bien es preciso
reconocer honrosas excepciones en los últimos años Pamplona ,
Salamanca, Barcelona, entre otras.
Dentro de las estrategias de
supervivencia la caridad desempeñó un papel fundamental, la beneficencia
tuvo vital importancia como “cemento social y económico en el Antiguo
Régimen”.
En la función social y educadora
de la previsión, en estos primeros años sobre todo, se descubren valores
éticos bien definidos, derivados de la asociación que, generalmente, se
hace al unir la riqueza a la obra personal de la salvación. Es preciso
recordar que pasada la segunda mitad del siglo XVIII se puede hablar de
una intensa acción socializante en la que se inscribe la lucha contra la
mendicidad y la vagancia.
La pobreza es un espacio social
a controlar, a regular organizadamente, desde la óptica positiva del
rendimiento productivo y de su paralela contrapartida más oscura de
control y represión del riesgo que puede suponer. De ahí el empeño por
combatir la ociosidad valorando el trabajo y socorriendo el infortunio,
con planteamientos patrióticos, uniformes y equitativos.
En estos planteamientos se
consideran las prestaciones como algo imprescindible para que las
acciones socioeducativas con huérfanos, niños y niñas, con mujeres
abandonadas, con todo tipo de pobres, indigentes y enfermos sean más
eficaces.
Si en etapas anteriores, el
establecimiento de hospicios públicos en las principales ciudades y
pueblos fue un hecho cada vez más extendido, quedando de esta manera
cubiertas las necesidades de mantenimiento y manutención de los pobres,
las propuestas de la Metrópoli se adoptan en distintas ciudades de la
América española con iniciativas semejantes y los mismos objetivos, es
decir, ocuparse de los más necesitados, los pobres, los niños
abandonados, los jóvenes delincuentes, los de raza negra, los esclavos,
la mujer.[33]
Los Papeles Periódicos ofrecen
amplia información sobre estos temas con datos abundantes y sugerentes,
en este caso relacionada con espacios de pobreza en los que las
prestaciones del Sacro Real Monte de Piedad son eficaces y tienen como
origen la caridad, la beneficencia y la previsión y se concretan en
acciones socioeducativas con grupos necesitados.
La educación de los huérfanos
ocupa una parte importante y en la financiación de las instituciones que
los acogen aparecen partidas relevantes que el Monte destina a esta
finalidad. De tal manera que la interacción entre las formas de la
beneficencia privada y la asistencia pública, de un lado, y de otro las
respuestas activas y autoprotectoras para los más necesitados, generó
dinámicas nuevas que pusieron en evidencia la efectividad de la
beneficencia tanto en lo que se refiere al socorro material, en su
capacidad para mejorar algunas formas de vida como en su intento de
adecuar la vida de los pobres a la imagen que los promotores de las
iniciativas asistenciales tenían de ella.[34] |
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4. Acciones socioeducativas de la previsión |
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Graves epidemias, terremotos,
enfermedades habían azotado a la población peruana desde siglos atrás.
Al leer sobre el tema, es frecuente encontrar expresiones como “crueles
estragos”, “destrucción irremediable”, “enfermedades incurables”, que se
producen como consecuencia de los “desastres” naturales que se repetían
con cierta regularidad. Dependiendo de ello se producen las necesidades
sociales consiguientes y casi siempre urgentes, que deben ser atendidas
y la obligación de dar respuesta a las demandas de las poblaciones
afectadas por tantos males.
A la vez se constata la vivencia
de sentimientos humanitarios para “aliviar” a todos los que padecen esta
situación. Sentimientos de socorrer a los semejantes y de hacer el bien,
espíritu siempre presente en el sistema moral de los peruanos como ellos
mismos advierten. “No hay camino por donde no se descubran trofeos de la
piedad de nuestros abuelos. Hospitales, Colegios, Iglesias, Hospicios
para los huérfanos, dotes para la doncella desvalida, etc. Estos son los
primeros monumentos que se ofrecen a la vista del que filosóficamente
indaga los principios de esta población” A esta relación es preciso
añadir, en la última década del siglo XVIII, el Sacro Real Monte de
Piedad de Lima, expresión de humanidad y aplicación, de liberalidades y
limosnas de los fieles a los más necesitados.
Unos datos pueden expresar y dar
cuenta de esta realidad. Existían en Lima diferentes instituciones
dedicadas a atender a la población con carencias diversas. Se trataba de
mujeres abandonadas, niñas y niños huérfanos, expósitos, hombres sin
hogar y sin trabajo, hombres y mujeres de “castas” que estaban internos
en prisiones y otros grupos de enfermos, esclavos y locos a quienes se
atendía en los hospitales.
Las siguientes tablas muestran
la distribución de estos grupos y los centros donde estaban acogidos y
atendidos. En otro lugar a aparece la financiación y el personal que
cuidaba de ellos con funciones asistenciales, educativas, correctivas,
sanitarias, etc. |
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El Hospital de la Caridad para
mujeres, locos y esclavos, inicialmente dependía de la Hermandad de la
Caridad y de la Misericordia, progresivamente amplió el número de
bienhechores y tuvo que completar la financiación con ayudas de
particulares, limosnas y otros bienes. Era el único hospital del reino
para mujeres pobres que llegó a tener un número importante de enfermas.
En este conjunto de
instituciones, cabe destacar el Colegio de Santa Cruz de las Niñas
Expósitas en la Casa de Nuestra Señora de Atocha, la Real Casa Hospital
de Niños Expósitos de Nuestra Señora de Atocha y el Hospital ya citado.
Para todos ellos la apertura del Monte de Piedad supuso un alivio
especial. En Todos los casos, bien para dotes a jóvenes, bien para
financiar estudios y otras actividades, bien con limosnas suficientes,
los beneficios constituyen una aportación estimable.
Generalmente las limosnas se
destinaban a “socorrer a los pobres vergonzantes”, a “curar a los
enfermos”, a “educar huérfanos hasta darles estado”, a “acompañar a los
reos ajusticiados y enterrarlos”, eran categorías que se repetían en
otras fundaciones y obras pías. Posteriormente dejan constancia de que
“estos preceptos se han desempeñado fielmente en toda la extensión de su
sentido”.
Se sabe que los diferentes
Colegios de Huérfanos recibían limosnas para la educación de los niños y
de las niñas. Es más, el número de colegialas que se educaban,
alimentaban y vestían, variaba según la cuantía de los fondos y en
función de los recursos de la Casa.
La educación, “crianza en lo
físico y lo moral” estaba encomendada a una Rectora que a la vez era
Maestra. En la gestión intervenía además un Administrador de la Obra pía
y el Capellán del Colegio que vigilaba por el cumplimiento de la
normativa establecida.[38]
Las referencias económicas
permiten conocer datos concretos sobre los recursos de la institución y
sobre el personal que trabajaba y atendía al centro. Estos fondos eran
supervisados por el Santo Tribunal y consistían en Censos más o menos
cuantiosos, algunas fincas, rentas que se obtenían por arrendamientos de
alguna casa propiedad de la fundación. Sin embargo, la suma de estos
bienes era insuficiente para cubrir los gastos de manutención y vestido
de las citadas niñas, Rectora y Maestra, salario de estas dos, salario
de dos capellanes, salario de Médico, salario de Administrador, salario
de criadas de servicio, salario de Abogado. Salario de Procurador, etc.
En estas ocasiones, el capítulo para dotes que se asignaban a las
colegialas bien sea para casadas o religiosas, siempre según su vocación,
se cubría con los préstamos y las limosnas del Monte de Piedad.
Igualmente supuso un nuevo
impulso para la Casa de Misericordia que llegó a tener un número elevado
de expósitos y, como consecuencia, también un número proporcional de
amas nutrices, dos maestras para las niñas y un maestro de escuela para
los niños mayores.
También el Hospicio recibió
importantes limosnas. En la última década del siglo XVIII se sabe que
además de los niños peruanos había 32 ó 33 niños españoles que aprendían
a leer, escribir, aritmética elemental, para aplicarse después a otras
profesiones útiles y honestas, según la respectiva disposición de cada
uno. Había además cinco expósitos morenos destinados al servicio de la
casa.
El gasto diario de manutención
ascendía a 17 pesos y más del doble era la cantidad que se destinaba a
salario de nutrices, abadesa, maestros y otro personal. Naturalmente, la
contribución del Sacro Monte significaba mucho para su economía.
Se percibe un cierto contento y
satisfacción por los logros obtenidos después de tantas dificultades y
vicisitudes. La parte moral de la educación ha mejorado en todo lo
posible. “En una palabra, se puede decir que el hospicio ha recibido un
nuevo ser, así en lo material de su fábrica como en lo formal de su
disciplina.[39]
A finales del siglo XVIII el
establecimiento tenía además de las rentas fijas, limosnas y otros
ingresos, los productos de la imprenta que “por título propietario se
intitula de los Niños Expósitos o de los Huérfanos.
Obviamente, la apertura del
Monte de Piedad con su nueva fórmula de previsión, fue bien recibida. La
iniciativa de su creación se atribuyó a un sentimiento de humanidad,
“sublime sentimiento –se dice- que acerca la criatura al Creador”, valor
distintivo de la Sociedad de Amantes del País, que tiene mucho que ver
con el impulso y la promoción de esta institución benefactora. |
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5. A modo de reflexión final |
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Tal vez no existe mejor
reflexión para terminar que una declaración aparecida en el Mercurio
Peruano de 1791, firmada por Hesperiófilo, uno de los seudónimos más
frecuentes en esta publicación. Dice así: “El Mundo sería feliz si los
hombres supieran compadecerse mutuamente en las debilidades que son
inherentes a su miserable naturaleza”[40]
La introducción está cargada de
principios morales que además son como las columnas que sustentan todo
el edificio. Nos dice con claridad y sin paliativos:
· que el sabio no
desprecie al indocto,
· que los ricos no
triunfen sobre las ruinas del desvalido,
· que el experimentado
anciano no desprecie al joven impetuoso,
· que todo país sea
patria común,
· que toda nación deponga
sus rivalidades
· y que todos los
mortales se miren recíprocamente como hermanos.[41]
En sus páginas elogia la
sensibilidad de los corazones honestos y critica la “fatal debilidad
debida a la moral relajada de nuestro siglo, semejantes expresiones de
humanidad y compasión son poco comunes en los labios de los humanos y es
aun más abandonada su práctica, debían hablar todos los que aspiran a
llamarse cristianos”[42]
Consideran dignos de compasión,
de tolerancia y de patrocinio aquellos de entre nuestros hermanos cuyos
defectos o delitos proceden de una constitución irremediable, de un
acaso, o de una ignorancia involuntaria y que no van acompañados de
malevolencia.
Se deben proteger del modo más
eficaz y generoso. Entre éstos se encuentran mendigos de profesión,
esposas abandonadas, huérfanos, hijos naturales y expósitos. Son
infelices que ocupan el lugar ínfimo de la sociedad.
Las citas son numerosas y todas
en el mismo sentido, invocando la ayuda, la protección y la
dignificación de sus personas y de sus vidas.
Se aprecian signos de
secularización cada vez más acusada. En cierta medida el Sacro y Real
Monte de Piedad compensó la falta de medios económicos, pero no logró
superar el carácter paternalista que a veces tenían estas ayudas[43].
Este modo de comportamiento era similar al de los fundadores de
instituciones caritativas y benéficas, aunque ya no respondía a
exigencias de caridad sino a concepciones filantrópicas, más próximas al
concepto de igualdad entre los hombres y con mayor incidencia en
actividades educativas. Estamos, sin duda, ante una institución que
responde a cánones propios del periodo de la Ilustración. |
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Notas |
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La
elección de esta Institución está relacionada con la celebración en
el año 2002 del tercer centenario de la fundación, por el P. Piquer,
del Monte de Piedad de Madrid y, sobre todo, por su contribución a
la educación social.
Mercurio Peruano, nº 10, 3 de febrero de 1791
C. Pérez Bustamante (1957), Historia de España, Madrid,
Atlas, p. 418
Mercurio Peruano, nº 270 4 agosto 1793, fol. 230
Mariano
Esteban de Vega, Pobreza y beneficencia en la reciente
historiografía española, Pobreza, beneficencia y política socia,
AYER, 25, 1997, p. 25
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CARMEN LABRADOR HERRAIZ. CIFUENTES (GUADALAJARA)- ESPAÑA
Catedrática Teoría e Historia de la Educación. Universidad
Complutense. Madrid. España.
Publicaciones:
Los Papeles Periódicos de la Ilustración Española,
MEC, Madrid 1989; El Sistema Educativo de la
Compañía de Jesús. La Ratio Studiorum, U.
Comillas de Madrid 1992; Aportaciones de la Ratio Studiorum a la
Educación Superior. La cuestión del Método, Torre y Gil (ed.), Hacia
una enseñanza universitaria centrada en el aprendizaje,
Universidad Comilla, Madrid 2004; Repaso histórico a la Escuela
Católica de Madrid, Escuelas Católicas de
Madrid. Una Historia con Futuro,
SM, Madrid 2006; El proceso de enseñanza-aprendizaje en la Ratio
Studiorum, J.M. Martins Lopes: (ed.); Repensar a Escola Hoje. O
contributo dos jesuitas, Universidade C.Portuguesa. Facultade de
Filosofia, Braga 2007; Las Reducciones del Paraguay. Una experiencia
educativa singular, Revista Galega do Ensino, Universidad Santiago
de Compostela, 2009; Hacia una sociedad lectora. Los valores de la
lectura y de la educación, Maceiras y Radhames (ed.) Investigación e
innovación, E. San Esteban, Salamanca 2008 |
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© Maria Estela Guedes
estela@triplov.com
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